¿Qué pasaría si, de repente, nos amanecemos con la noticia de que el presidente de México ha muerto? Las consecuencias de este suceso, desde luego, serían desastrosas: empezando por la estabilidad del país en materia política, económica, social, etcétera. Pero, sobre todo, en relación con la ambición del poder y la oportunidad que, para muchos, significaría alcanzar ese cargo incurriendo en acciones vergonzosas. 

La novela de Alfredo Acle Tomasini, La inoportuna muerte del presidente, habla, precisamente, de un escenario donde al mandatario de la nación lo encuentran muerto en su recámara; de cómo el primer círculo se entera de la noticia y manejan cautelosamente —en apariencia— el asunto para que no se filtre al exterior, y de cómo, después de varias pruebas que se van desvelando a lo largo de la historia, se confirma que hubo una conspiración de un grupo político, en complicidad con empresarios, para eliminar al presidente de México y quedarse en esa posición para seguir haciendo sus transas. 

Cierto que, por más que uno trate de adivinar, no se sabrá en quién se inspiró Acle Tomasini para la figura del presidente; lo que sí se puede observar, por las características y posiciones políticas que se expresan, es una mezcolanza de varios ex mandatarios: bien Felipe Calderón con su cruzada contra el narcotráfico y el blanqueo de dinero, bien Ernesto Zedillo y su sana distancia con el partido —que, en la novela, va más allá: renuncia al partido para no estar atado a los compromisos que adquirió al asumir la candidatura al ser apoyado por diversas corrientes y grupos políticos—, bien Andrés Manuel López Obrador —aunque, como bien se puede apreciar, en calidad de Jefe de Gobierno del Distrito Federal—  y su austeridad juarense y, en especial, su terquedad en defender sus ideas a contracorriente. 

Un trabajo de Diego Valadés, La sustitución presidencial en México y en derecho comparado, fue, en efecto, la fuente de inspiración del autor para desarrollar la novela. En especial: el artículo 84 constitucional, que habla, a grandes rasgos, de cómo se tiene que proceder en caso de la falta definitiva del presidente en funciones. 

Pero he aquí el espiral de confusiones: el artículo en referencia dice que EN CASO DE FALTA ABSOLUTA DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA OCURRIDA EN LOS DOS PRIMEROS AÑOS DEL PERIODO RESPECTIVO, SI EL CONGRESO ESTUVIERE EN SESIONES, SE CONSTITUIRA INMEDIATAMENTE EN COLEGIO ELECTORAL, Y CONCURRIENDO CUANDO MENOS LAS DOS TERCERAS PARTES DEL NUMERO TOTAL DE SUS MIEMBROS, NOMBRARA EN ESCRUTINIO SECRETO Y POR MAYORIA ABSOLUTA DE VOTOS, UN PRESIDENTE INTERINO; EL MISMO CONGRESO EXPEDIRA, DENTRO DE LOS DIEZ DIAS SIGUIENTES AL DE LA DESIGNACION DE PRESIDENTE INTERINO, LA CONVOCATORIA PARA LA ELECCION DEL PRESIDENTE QUE DEBA CONCLUIR EL PERIODO RESPECTIVO; DEBIENDO MEDIAR ENTRE LA FECHA DE LA CONVOCATORIA Y LA QUE SE SEÑALE PARA LA VERIFICACION DE LAS ELECCIONES, UN PLAZO NO MENOR DE CATORCE MESES, NI MAYOR DE DIECIOCHO. 

Es decir: este escenario para el partido en el poder sería crucial: al nombrar presidente provisional y convocar a elecciones, los partidos de oposición verían una oportunidad de acceder al poder sin tener que esperar a que finalice el sexenio, con las consabidos riesgos que una democracia conlleva; sólo bastaría darle el respaldo al candidato que esté mejor posicionado ante la opinión pública para competir contra el abanderado que postule el del partido en el poder. Un sexenio, vaya la expresión, de dos años. 

Pero si la muerte sucediera en los últimos cuatro años del sexenio las cosas cambian. CUANDO LA FALTA DE PRESIDENTE OCURRIESE EN LOS CUATRO ULTIMOS AÑOS DEL PERIODO RESPECTIVO, SI EL CONGRESO DE LA UNION SE ENCONTRASE EN SESIONES, DESIGNARA AL PRESIDENTE SUBSTITUTO QUE DEBERA CONCLUIR EL PERIODO; SI EL CONGRESO NO ESTUVIERE REUNIDO, LA COMISION PERMANENTE NOMBRARA UN PRESIDENTE PROVISIONAL Y CONVOCARA AL CONGRESO DE LA UNION A SESIONES EXTRAORDINARIAS PARA QUE SE ERIJA EN COLEGIO ELECTORAL Y HAGA LA ELECCION DEL PRESIDENTE SUBSTITUTO.

(REFORMADO MEDIANTE DECRETO PUBLICADO EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACION EL 29 DE ABRIL DE 1933) 

Y aquí, ciertamente, la ventaja la tiene el partido en el poder. Al tener el Congreso de la Unión la facultad de nombrar a un presidente interino que concluya el periodo para el que fue electo el mandatario, no se vería, en teoría, riesgo alguno de que la oposición se colara para gobernar: porque, en los hechos, las dos Cámaras serían las facultadas para, una vez hechas las negociaciones y llegado a acuerdos con la cúpula partidista y los liderazgos, imponer a uno afín a sus intereses. 

Esto es, insisto, en teoría, porque en la novela La inoportuna muerte del presidente el segundo escenario, que sería el ideal para el partido del primer mandatario, no lo es. Veamos: sin afán de dar detalles sobre lo que sucede en la historia, se puede señalar que la determinación del presidente de renunciar al partido e impulsar a que los legisladores federales y senadores hicieran lo propio para quitarse las ataduras y los compromisos hechos con grupos políticos y empresarios molestó a muchas personas. 

Gente poderosa, con intereses en varios negocios hechos al amparo del poder, fue la primera que saltó ante la determinación del presidente. Los líderes de las Cámaras de Diputados y Senadores, gobernadores, secretarios del gabinete, entre otros, estaban haciendo su agosto con las limitaciones que el partido le imponía para gobernar, sobre todo porque, antes que nada, se tenía que cumplir con los compromisos pactados. Eso, en esencia, fue lo que lo impulsó a hacer público, en un hecho sin precedente, su renuncia al partido para, dijo, gobernar para el pueblo, que es al que verdaderamente se debía. 

La renuncia al partido dividió las dos Cámaras: algunos, los leales al primer mandatario de México, se independizaron; los que sólo representaban cuotas por los compromisos que se hicieron para apoyar al entonces candidato a la Presidencia de la República, continuaron igual. El caos total: el partido oficial ya no tenía la mayoría para sacar adelante las reformas necesarias y, en el caso del artículo 84 constitucional, imponer, en caso de que la muerte fuera en los últimos cuatro años del periodo gubernamental, al sustituto que concluyera el sexenio. 

Cómo dañó intereses la declaración de independencia del presidente es lo que un empresario llamado Ramiro Castillo le dijo a dos políticos coludidos en sus negocios chuecos. Un presidente que renuncia a su partido e induce a los legisladores a que lo imiten para que estén en libertad de votar conforme a su conciencia y no como les indica su partido es inconcebible. ¿Y cómo cree ese estúpido que hemos mantenido la estabilidad? ¿O es tan ingenuo para no saber cómo se manejan las cosas tras bambalinas? No entiendo por qué perdió los papeles. Me extraña que lo haya hecho apenas en el segundo año de su gobierno, si lo que se supone es que los presidentes enloquezcan hasta el último cuando están a punto de desprenderse del poder. Por eso nos encabronó a todos. 

Y aquí el porqué del encabronamiento: Cómo que ahora sí va a haber una reforma fiscal profunda; cómo que ahora va a reordenar el desarrollo urbano de muchos centros turísticos; cómo que va a relanzar la televisión abierta propiedad del Gobierno; cómo que ahora se debe legislar sobre el aborto y la eutanasia; cómo que ahora sí va a regular a los medios y a las telecomunicaciones; cómo que va a implantar nuevas medidas para evitar el blanqueo de dinero en el país como en el extranjero; cómo que ahora va a establecer una política integral para afrontar el problema de las drogas. Incluso habla de regular algunas y tirar una bola de dinero para poner centros de rehabilitación que atiendan a los drogadictos. Pinche escoria, por mí que se mueran. Esto va en contra de nuestros valores sociales. Alguien debía hacer algo… Esperemos que las cosas se muevan a nuestro favor y podamos pasar a la segunda parte del plan. Hay circunstancias y vacíos legales que nos favorecen… 

La inoportuna muerte del presidente se desenvuelve en medio de traiciones, cochupos, corrupción de gente en el poder, de empresarios. Pero, además de ser una denuncia contundente al sistema político mexicano, es una reflexión sobre la necesidad de reformar el 84 constitucional. Al respecto, el que figura como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de apellido Ornelas, dijo sobre el artículo en cuestión: Señores, la historia del artículo 84 está llena de omisiones, parches, incluso de violaciones flagrantes a la Constitución…No quiero entrar en detalles, no es el momento, pero les puedo contestar que lo del quórum es una omisión que ahí se ha quedado; que la división de dos años para un caso y de cuatro para el otro no es más que un ajuste que se hizo en 1933, después de que desde 1928 el periodo presidencial se había extendido de cuatro a seis años; y digo que se ha violado la Constitución debido a que varias de las personas que así llegaron a la presidencia no cumplían con lo estipulado en el artículo 82, en virtud de que eran miembros activos del Ejército, gobernadores u ocupaban un cargo en el gabinete. 

La novela advierte sobre los riesgos que, aunque no se desean, pueden suceder en cualquier momento: la muerte de un presidente en funciones, aunque también de gobernadores y de alcaldes; la modificación de un artículo obsoleto, como el 84, es menester que se haga a la brevedad. 

En especial porque, debido a que se han dañado intereses de algunos grupos políticos en algunas entidades del país, pueden retomar la idea que se expone en La inoportuna muerte del presidente para no perder los privilegios. Ya hubo quienes dejaron de manifiesto por escrito esa intención. 

Una novela que, desde luego, es imprescindible para los que gustan de los thrillers políticos.