Enrique Peña Nieto es un político muy serio. No engaña, no miente. Es de las personas atrevidas que hacen lo que dicen y dicen lo que hacen.

El pasado 28 de junio Ciro Gómez Leyva publicó en El Universal lo siguiente:

“Si hay cambios en el gabinete, se darán en el marco del informe presidencial: Enrique Peña Nieto”.

Es verdad, EPN no dijo que iba a haber cambios en el gabinete, sino que si acaso se dieran, ello ocurriría a finales de agosto o principios de septiembre.

Tuvo cuidado el presidente de México al hablar de los cambios: no aseguró que iba a despedir o contratar o enrocar a nadie.

Pero si un presidente que no bromea decide en reunión con periodistas importantes –además de Ciro estaban otros colaboradores de Radio Fórmula– hablar de un tema tan delicado, incluso usando la referida conjunción condicional, significa que estaba dando la razón a numerosos observadores de la política que solo ven una salida a las serias crisis de imagen que tanto dañan la reputación y el prestigio de Enrique Peña Nieto.

La pregunta la hizo en la reunión el periodista Óscar Mario Beteta. Y EPN la respondió en los términos dados a conocer por Ciro.

Sea lo que fuere, lo que EPN dijo y Gómez Leyva dio a conocer en junio se tomó como lo que era: una promesa, expresada con cuidado, pero al fin una promesa de modificar la estructura de un gobierno que ha hecho muchas cosas buenas, pero que nadie cuenta porque tienen infinitamente más peso los escándalos en que se ha metido o han metido a la casa presidencial.

Así las cosas, todos tomamos lo que Peña Nieto le dijo y Ciro difundió como una promesa, pero no cualquier promesa, sino aquella sin cuyo cumplimiento, difícilmente, la mayoría de la gente volverá a creer en el gobierno de México.

El informe se dio hace una semana y no ha habido cambios. Han abundado los rumores, pero lo cierto es que todos los que trabajan con EPN siguen en sus cargos.

Peña Nieto no ha despedido a nadie ni nadie ha tenido la decencia de renunciar para darle al presidente de México lo que más necesita: un nuevo equipo de trabajo.

Seguramente Peña Nieto sigue pensando que sus colaboradores son los mismos eficientes y entusiastas funcionarios que contrató al arrancar el sexenio. De ahí que todavía confíe en ellos.

Pero las personas se achican con los retos y con las circunstancias diferentes. Simplemente, hay gente capaz de enfrentar problemas menores con éxito, pero que no puede cuando las cosas se complican.

Los colaboradores de EPN no han cambiado, son los mismos de siempre: competentes para un nivel de dificultades. Lo que cambió fue la realidad mexicana, ahora muchísimo más enmarañada.

Es claro que muchos en el gabinete presidencial están rebasados por los desafíos del cuarto año de gobierno. Se les debe dar las gracias y desear suerte en otras actividades.

Urge, señor presidente, que cumpla usted la promesa implícita en su expresión condicional citada por Gómez Leyva.

De plano, urge.