Whisky, güisqui o whiskey es lo mismo. El whiskey con “e” es irlandés. Sin “e” es escocés. Con “g” y “q” se trata simplemente de la palabra adaptada al español.
Lo que sea, whisky es una palabra inglesa —dice la Real Academia Española— que viene del gaélico uisce beatha que significa “agua de vida”.
En España, el güisqui ha servido para reanimar a un muerto político, el ya expresidente del gobierno Mariano Rajoy.
Ayer, mientras en el Congreso de ese país se debatía la moción de censura en su contra, que hoy viernes lo puso fuera del gobierno, el señor Rajoy —cito al diario digital Público— dejó vacío su lugar que fue ocupado por el bolso de la vicepresidenta.
Rajoy, en lugar de escuchar aburridos discursos de políticos que buscaban cortarle la cabeza, como se la cortaron, prefirió irse a comer con sus amigos y colaboradores a un elegante restaurante cercano a la Puerta de Alcalá, el Arahy.
En la comida y durante la sobremesa de ocho horas, don Mariano Rajoy y acompañantes se bebieron, nada más, cuatro botellas de whisky, o güisqui, como escribió el redactor de Público.
Así que el expresidente del gobierno español salió del restaurante, después de las diez de la noche, completamente pedo, pero feliz.
Qué sabiduría aceptar las derrotas políticas con el buen humor que solo proporciona la maravillosa bebida que en las victorias, la merecemos y en las derrotas, la necesitamos.
En el actual gobierno de México harán bien en ir comprando suficiente whiskey, whisky o güisqui para despedir el sexenio.
Y que haya suerte para los nuevos presidentes de España y México y de todas partes. La van a necesitar porque las cosas están excesivamente complicadas aquí, allá y acullá.
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POSDATA: Me dice José Luis Camacho Acevedo que ahora comprende a don Felipe Calderón.
SEGUNDA POSDATA: Dice José Luis que “cuando perdió Labastida el que se puso pedo fue uno de sus colaboradores. Labastida estaba en su casa con Gamboa. Quiso verlo el colaborador y llamaron a una patrulla para que se lo llevara”.