Asumida la premisa de que está en curso un cuarto proceso histórico de cambios profundos en la vida pública nacional, es decir la Cuarta Transformación dialéctica pro-derechos y principios-valores nacionales, cabe hacer notar que su contexto es en particular complejo.

Para explicarlo conviene precisar que las tres transformaciones precedentes --Independencia, Reforma y Revolución-- tuvieron lugar en el amplio arco de la formación y consolidación de la modernidad en tanto que la 4T se mueve en el gozne de una nueva época, digamos, posmoderna.

La modernidad se ha caracterizado en política por construir estados nacionales, democracias representativas, soberanía popular, partidos y ciudadanos con derechos y deberes para acceder, distribuir, ejercer y controlar el poder.

En economía se ha distinguido por las 3 revoluciones industriales entre finales del siglo 18 y finales del siglo 20; las opciones del mercado, el estado y formas mixtas para su manejo; el tránsito de la preponderancia del sector agrario al industrial y ciclos cortos y largos de crecimiento y decrecimiento bajo la combinación positiva o negativa de múltiples variables: capital, tierra, trabajo, infraestructura, transporte, precios, costos, etcétera, que podían ser manejadas  por los gobiernos nacionales.

En la sociedad el concepto de clases y sus tensiones, luchas y contradicciones, su estructura desigual en unidades de las menos a las más complejas --de la comunidad a la ciudad y la megalópolis-- definió en mucho el tipo de política y economía correspondientes.

En la cultura la modernidad fue equivalente a identidad y homogeneidad nacional, progreso lineal, libertad, igualdad, bienestar, fraternidad y trascendencia en vida y después de la vida.

El Derecho positivo nacional fundado en la legislación se encargaría de constreñir, incentivar y garantizar las conductas requeridas en gobernantes y gobernados para lograr aquellos fines.

En los países periféricos y semiperiféricos como México estos procesos vienen avanzando con desfases y peculiaridades propias del contexto, pero se preveía que la modernidad capitalista y democrática habría de madurar y arraigarse tarde o temprano.

Pues bien, ese mundo y su justificación está quedando atrás.

Si la 1T mexicana reclamó soberanía e independencia frente a la Corona española, si a 2T lo hizo frente a la Iglesia y potencias imperiales en tanto que la 3T encaró el poder del ejército, la iglesia radical y otros intereses extranjeros que finalmente fueron normalizados mediante el presidencialismo de partido hegemónico y un ciclo largo de crecimiento, debe considerarse que la 4T se mueve en otros escenarios.

Sin duda que la 3T, por ejemplo, significó toda una gesta exitosa pero nada simple o tersa pues trasladó a México al mundo industrial y cuasi-democrático, lo que en su momento fue acicateado por los movimientos sindicales y estudiantiles de los años 50 y 60 cuyos hilos se enhebran hasta el tiempo de la 4T.

Así pues, esta última se presenta en circunstancias muy diferentes: la modernidad declinante, los sujetos históricos de la política, la economía y la sociedad y los símbolos culturales muy relativizados ante nuevos actores y fuerzas que la 3a y la 4a revoluciones industriales sumadas han empoderado para bien y para mal.

Al partido y al gobierno nacionales le acompañan, equilibran y hasta compiten o subordinan sujetos políticos supra-estatales, organizaciones internacionales y empresas globales e intra-regionales lícitas e ilícitas que restringen sus capacidades y merman su legitimidad, ya sea mediante sofisticadas operaciones financieras o a través de una rafaga de balas en una fiesta barrial de cualquier localidad.

Es obvio que las típicas funciones de penetración, orientación y reproducción ideológica; de extracción y distribución de recursos y oportunidades, y de regulación jurídica de conductas sociales hace tiempo que dejaron de estar en manos exclusivas del Estado-Nación y sus aparatos de gobierno.

En particular, el fenómeno de la sociedad-red global e instantánea, los cambios constantes, la fragmentación, fragilidad, polarización e incertidumbre de la experiencia individual y colectiva que ella implica tornan relativamente obsoletos e ineficaces los típicos instrumentos de la modernidad. Esto, según se observa en países avanzados o rezagados, le plantea graves desafíos a la democracia pluralista.

De allí que el gobierno del Presidente López Obrador se halle ahora mismo, como le ocurrió hasta cierto punto a los dos anteriores gobiernos de la República, en medio de una tormenta de variables de contexto local, nacional, interestatal y global que amenaza con rebasar sus buenas intenciones, y que los errores se tornen aparentemente exponenciales frente a los aciertos.

Por eso es urgente que la madurez de sus cuadros ejecutivos hallen balance incorporando mentalidades y opciones más adecuados al nuevo entorno que es muy diferente a aquel de decenios anteriores en el que algunos de ellos se formaron como servidores públicos.

Es indispensable que la originalidad comparativa global que significan las conferencias de prensa presidenciales (las mañaneras), desde luego perfectibles, se complementen con otros mecanismos de diálogo y participación multinivel y sectoriales bien coordinados.

El nacionalismo y el populismo comunitario socio-liberal requieren una dosis de pragmatismo que contrarreste saludablemente su natural radicalismo anti-neoliberal, anti-meta burgués y anti-meta-mediático en donde ubica buena parte de su justificación sin que debiera agotarla.

Diversas experiencias en países de América Latina muestran que 4 o 5 años después del demorado acceso al poder de las nuevas izquierdas pos-neoliberales la carencia de capacidades y resultados --y, lo peor, aun con desempeños aceptables-- de sus cuadros dirigentes clave actuando en contextos posmodernos llenos de amplias mayorías jóvenes y sobre-expectativas líquidas incumplidas reprodujeron frustraciones y alternancias en favor de derechas radicales (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador).

Dado que el mañana se construye día a día y el reloj de la 4a revolución industrial global avanza inexorable, la 4T deberá ajustar instrumentos y métodos para que los millones de sueños depositados en las urnas mexicanas en 2018 se reconcilien con la realidad del hiper-complejo contexto contemporáneo.