Creer que la red social de una figura pública es una cuenta “personal” en la que va a compartir realmente su día a día con sus seguidores o sus “amigos” es una gran falacia; ya sea algún artista, un líder religioso o algún miembro de la clase política saben bien que las redes sociales hoy en día constituyen un nuevo escenario público de exposición para el aplauso y el fortalecimiento de la imagen o bien el deterioro de la misma.

El querer hacer que las redes sociales sean canales de comunicación conlleva el riesgo de publicar muchas veces con imprudencia, ciertas posturas, opiniones o compartir algo de su vida y que luego lo publicado sea usado para ataques en contra de quien lo publicó.

Para algunos lo anterior no es delicado pues lo que buscan es el posicionamiento, ya que el indicador de visibilidad genera esa posición que se ocupa en la mente y en los sentimientos de las personas para quienes realmente va dirigido el mensaje, como dicen muchos políticos, que hablen bien o mal de mí no importa, lo importante es que hablen de mí, más allá de qué piensen.

En últimas fechas se han presentado casos de funcionarios públicos que por su juventud e inexperiencia, arrogancia, cinismo y sobre todo, muy mala o nula asesoría realmente calificada y crítica, salen a los medios a justificar bajo el argumento que sus redes sociales son personales y es por ello que pueden decir y escribir lo que quieran en ellas; un gran error pensar y comportarse así, sin tomar en cuenta que ser funcionario público o una figura pública es un trabajo de 24 horas al día los 7 días de la semana.

Nadie, absolutamente nadie los ha obligado a ser algo que no quieran ser, ocupar un cargo como funcionario público en cualquier país y a cualquier nivel debiera ser uno de los más grandes honores para cualquier ciudadano (muy lejos de la percepción generalizada por culpa de burócratas que más que servir lo único que buscan es servirse), ser funcionario es también una misión con una gran carga de desgaste y exposición pública que muchas veces cobijada por la razón, otras por la incomprensión se vuelve blanco para que, cuando la arena pública de las redes sociales se convierte en coliseo donde el eco del abucheo público del ciudadano inunda ese escenario público virtual.

Es importante tener en cuenta que los amigos siempre buscarán cómo elogiarte y tus opositores no desaprovecharán ni perdonarán la oportunidad de tu descuido, para descargar en 140 caracteres su furia y darte con el garrote.

Hoy en día las caras conocidas de la opinión pública dan seguimiento al quehacer del gobernante más con base en las imágenes que se proyectan que desde el fondo de sus propuestas, por eso la relevancia de valores como la prudencia, la discreción y el uso de palabras precisas, el reservarse para sí mismos la vida íntima y el guardar silencio frente a ciertas posiciones radicales.

La idea no es exagerar y pedir la cabeza de un funcionario por aplaudir la muerte de un presunto delincuente; el valor de la vida humana está por encima de todo, lo importante es el hecho en sí mismo, a ese funcionario le ganó lo visceral y obviamente dañó su reputación e imagen con los efectos generados, sin beneficios para él o sus compañeros de partido o del proyecto macro al que pertenece. Seguramente esa persona no volverá a manifestar posiciones en relación con este tema, a menos que estén fundadas y acompañadas por la posición oficial.

Es también lamentable ver a diversos personajes tomándose las famosas selfies en plenas sesiones en las que seguramente se discuten temas delicados y de interés, temas que afectan a muchas personas y en ocasiones a toda la nación, o bien, hay quienes en medio de pleno debate se ponen a publicar sobre los resultados del fútbol, demostrando realmente qué ocupa sus pensamientos. Este tipo de publicaciones lo único que hacen es debilitar aún más la confianza de la ciudadanía no solo en ese político, sino en la política misma y propagan ese recelo y fastidio de la ciudadanía por los asuntos públicos con las graves consecuencias que esto trae.

Es importante que las figuras públicas entiendan que lejos de las apariencias, su imagen, su marca y reputación no son aspectos accesorios ni banales; por el contrario es un tema clave, fuerte, científico y cada vez más vigente que se debe estudiar, comprender y hacerse acompañar de asesores con la fuerza y la confianza para decirles la verdad y no serviles que hacen todo menos servir de provecho.

Siempre será desagradable ver publicaciones en redes sociales de personas públicas sobre sus viajes, comidas y eventos sociales o las clásicas fotos donde lo único que demuestran es que no saben ni agarrar una brocha pero eso sí, escriben “aquí pintando con los vecinos la escuela de la colonia”.

Antes de publicar algo en redes sociales les sugiero pasarlo por el filtro de Sócrates: ¿Es cierto, bueno y útil lo que voy a publicar?

Gracias como siempre por su lectura, espero sus comentarios vía Twitter en @dgv1968