Yo creí que se había muerto porque tenía más de un año de no saber de él, pero ayer sucedió una de esas coincidencias que difícilmente caben en una mente racional.

Les platico: Tuve de compañera de mesa este jueves en una comida a la que nos invitaron en León, a la doctora Dolores Barrientos, Comisionada de la ONU para temas de sustentabilidad en México, Centroamérica y el Caribe.

Entre las aleccionadoras anécdotas que colecciona en su diario trajinar por el mundo, contó la que le tocó vivir hace poco en un poblado de la Sierra Tarahumara, donde en plena reunión con los comuneros rarámuris y su gobernadora, de pronto se les aparecieron unos jóvenes fuertemente armados.

Cuando los vio entrar y comenzaron a preguntar quiénes eran los chabochis (hombre blanco, en la lengua tarahumara, que por cierto significa “demonio”), Dolores pensó: “Ahora sí ya valió, porque donde sepan que soy de la ONU me van a secuestrar”.

El comando armado que interrumpió la reunión fue directo al grano: Estaban ahí para pedir a los rarámuris un derecho de piso para dejarlos trabajar la tierra, porque esas donde viven desde hace más de 150 años, ahora eran del cártel quién sabe qué. (Los nombres del poblado y de la banda me los reservo, para proteger a Dolores).

La gobernadora de esa comunidad les explicó que en su vida habían visto todos los comuneros juntos, los $300,000 pesos que les pedían.

El líder de los maleantes no dudó al responderle que ese no era problema, porque les darían oportunidad de pagarles en especie, talando los árboles que todavía en esa zona de Chihuahua abundan, principalmente en las cañadas y lo más alto de los cerros.

“Total, tumban los árboles y nosotros nos encargamos de meter los tráilers para sacar la madera y cuando completen el pago, nos volvemos a ver el próximo año”, les dijo el líder.

Dolores explicó a los comensales lo que mi compadre Juan Surá -a quien creía muerto por no saber de él desde hace más de un año- me ha contado muchas veces: Para los tarahumaras, cortar un árbol es como si se cortaran ellos mismos sus piernas.

En ese poblado donde ocurrió tal incidente, las policías están copadas por los delincuentes. No hay poder del Estado que los pare. Así que, ni a quién ir en busca de ayuda. Hasta aquí la anécdota de la funcionaria de la ONU.

Dos días después -ayer por ahí de las 5 de la tarde- recibí una llamada en mi celular de un número desconocido. Aunque procuro no atenderlos, algo me hizo tomar la llamada y después de como medio minuto de silencio, escuché la inconfundible voz de mi compadre Juan.

Es mi compadre porque fui padrino en su boda y luego de su hijo mayor, Santiago, cuando me daba por correr cada año el ultramarathón de las barrancas, en el corazón de la Sierra Tarahumara.

Parco, como son todos ellos, después de preguntarme cómo estaba y yo a él y ambos responder que bien, me dijo que a ver si había manera de que les ayudara a los rarámuris que viven en la Barranca La Sinforosa, del poblado Guachochi, que en lengua tarahumara significa “lugar de garzas”.

Me dijo Juan que lo acaban de elegir gobernador de esa comunidad -por 4ª vez en sus 60 años- y que el miércoles pasado llegó un grupo de gente armado que pidió hablar directo con él.

“Fueron a mi choza, asustaron a mi mujer y a mis hijos porque llegaron muy bravos y me dijeron que iban a cobrar el piso de Guachochi. Les dije que yo era gobernador nada más de la comunidad de la Sinforosa y que no podía responder por el poblado entero y me respondieron que ese era mi problema, porque el Cártel de Juárez tenía mi nombre y yo era responsable de reunir el dinero que me pedían para no echarnos de nuestras casas, porque ellos son los dueños de esas tierras”, me contó Juan, a quien le cedo la palabra para que nos platique el resto:

“Compadre, quieren que les demos $300,000 pesos y me dieron una semana para que hable con el pueblo para que entre todos cortemos los árboles en los linderos de la barranca, que son los más altos que tenemos. Saben que somos bien pobres, pero dicen que eso no nos quita que tumbemos los árboles para pagarles y que con eso nos van a dejar en paz un año”.

“Compadre, no podemos hacer eso porque vivimos de la poquita madera que cortamos de los árboles a los que les pegan los rayos. No tumbamos ni uno solo sano aunque nos estemos muriendo de frío y no tengamos pa calentarnos.”

“El año pasado vinieron a lo mismo y a duras penas les juntamos $20,000 pesos y con eso se conformaron. Les dije que a lo mejor eso mismo podemos conseguirles aunque lo dudo, porque el año ha estado bien fregado. Pero no quisieron, que son $300,000 o la madera que ellos nos digan”.

“Fuimos con el presidente municipal de Guachochi y nos dijo que él no puede hacer nada. Que fuéramos con los sardos y fuimos pero tampoco, porque tienen órdenes de no enfrentar a esos armados.”

“Ayer tuvimos junta y tomamos en cuenta a toda la comunidad. No podemos cortar árboles sanos. Nos vamos a ir a otra parte, todavía no sabemos a dónde, pero vamos a dejarles las tierras a esos hombres.”

“Mira el problema: Ahorita el nuevo gobierno ya nos quitó el programa ese de “Prospera” y con ese poquito dinero que nos daban para que los niños fueran a la escuela, vivía toda una familia. Ahorita los niños tienen que caminar hasta 6 horas para tomar clases, y eso cuando van los maestros rurales, porque cuando no, nos conformamos con que tomen una clase a la semana, y todos empalmados, los de 6 años, con los de 10, con los de 15”.

“Ahorita se va a poner peor la cosa porque no sabemos a dónde nos vamos a ir y nos vamos con todo y niños y los pocos animales que tenemos”.

“Compadre, tú que escribes, mándale decir al presidente que haga algo, que nos ayude, no sabemos cómo hacerle para salir de ésta. Los chabochis esos de Juárez dicen que si vuelven y no tenemos la madera, nos van a matar”.

Compadre, ayúdanos, por favor, no tenemos a nadie más que nos dé la mano”.

Y un nudo en la garganta secó mis palabras, mas no mis ojos, que se nublaron cuando con voz entrecortada le respondí a mi querido Juan: “Voy a escribir y a mover todo lo que esté a mi alcance para ayudarles, te lo prometo”.

CAJÓN DE SASTRE

Y a pesar de no verlo con mis ojos, mi corazón sí lo vio despidiéndose entrañablemente de mí. Es que, Surá en lengua rarámuri significa “que tiene corazón”.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.