Esta pregunta por sí sola es un principio de analogía. Para la mayoría resulta obvio que un pingüino no tiene nada que hacer en un clima tan hostil para su modo de vida. Lo mismo aplica para los ejércitos occidentales que bombardean Siria.
Hay una cantidad enorme de información acerca del conflicto en el medio oriente. Posiciones encontradas que de manera fácil se cargan hacia un lado. Lo que tienen en común es su intolerancia.
Pero mi colaboración va en otro sentido. Los atentados terroristas en Francia son una tragedia terrible. Ningún inocente debería morir. La solidaridad virtual como se sabe tiene el mismo valor que la protesta por ese medio. Es una suerte de contaminación de las buenas causas sin ningún fin práctico. Es importante que vean la banderita en la foto de perfil.
Los medios de comunicación basan su éxito en la venta de ideas poco elaboradas. No hay necesidad de ir a fondo porque en realidad, pensar de una manera más compleja conlleva a un examen de conciencia, y este puede obrar en contra de lo se espera.
Si la torre Eiffel estuviera en Damasco, las decenas de miles de niños que han muerto en el conflicto se convertirían en automático en visibles. Pero ya nada pueden hacer. Sus sonrisas se han apagado para siempre por intereses geopolíticos.
El efecto perverso de la propaganda de todos los medios está definido por el efecto asociativo de ciertas palabras. Hagamos un pequeño ejercicio. Si usted ha viajado a otro país, al revelar su nacionalidad, o descubren por alguna razón su religión, el nativo de ese país que visita lo etiquetará en automático. Mexicano ?narco, Musulmán?Terrorista, Argentino?Soberbio. Es una manera simple de explicarnos el mundo. Eso no significa que esta visión sea acertada.
Hay quienes piensan que las personas nacen extremistas. El colmo de esa estupidez es criticar al Islam como si fuese una religión homogénea. Para ponerlo en perspectiva, es como si un adventista del séptimo día cometiera un acto de terrorismo y los católicos, bautistas, testigos de Jehová y mormones fueran masacrados. Es claro que se tiene que perseguir y castigar a los culpables de estos actos, pero solo a ellos.
La estrategia occidental ha sido la de destruir países por los actos de unos pocos. Al igual que los Palestinos, los Israelitas son rehenes de un gobierno radical. Pero simplemente nos dividimos en antisemitas e islamófobos. No hay nada en el medio.
También es cierto, y las pruebas no me dejan mentir, que no somos sino primates con armas avanzadas, que aun la guerra ha perdido el honor, que los cobardes los gobiernan.
En los tiempos antiguos, los reyes encabezaban los ejércitos. Muchas de las veces morían en el campo de batalla. Si los mismos cobardes que ordenan los ataques, tuvieran que ir a pelear cuerpo a cuerpo, su percepción de la guerra cambiaría de manera radical. Si el mismo público que apoya estas guerras, tuviera que saltar entre pilas de cadáveres para ir a su trabajo o conseguir comida, también lo verían de manera diferente.
Pero todo es un gran espectáculo, donde los países pobres ponen los cadáveres y los países ricos aplauden. A cada nuevo acto de violencia le seguirá uno mayor. La guerra debería ser nuestro pingüino en el desierto. Algo carente de toda lógica en un mundo donde la evolución tecnológica es infinitamente más avanzada que la evolución social.
Ciento cincuenta muertos en París es una cifra que palidece comparada con la de los once mil niños muertos en el conflicto. http://www.voanoticias.com/content/siria-estudio-menor-guerra/1796840.html. Por supuesto que Francia es un país que despierta muchas emociones. ¿Siria? ¿Dónde queda?
El presidente francés debería explicarle a sus conciudadanos que hace bombardeando otros países sin guerra de por medio. Que de allí puede explicar el porqué de los ataques. Mi solidaridad con todas las víctimas. Sean de la nación que sean. Porque al final, no importa qué tan ricos o qué tan desarrollados sean. Una sola cosa los hermana. La muerte.