La violencia que se ha registrado en las últimas marchas multitudinarias de mujeres contra la violencia feminicida puede tener varias lecturas. Primero, sería necesario descubrir quiénes están detrás de la violencia. Los llamados grupos anarquistas le están haciendo un favor muy flaco a la causa de las mujeres y quizá favoreciendo a otros. Tal como se han registrado los hecho la violencia no ha sido generalizada ni causada por todas las asistentes.

Las marchas y plantones tienen su valor contestatario o han servido para visibilizar algún problema social. Vale preguntarse en este punto si ese valor de las marchas persiste en la exigencia para detener la violencia feminicida. Por otro lado, los medios han insistido machaconamente en exhibir los actos de violencia relegando el punto central que es el alarmante incremento en el asesinato de mujeres. Muchas causas han encontrado respuesta cuando han sabido organizar formas imaginativas de protesta.

Las mujeres debemos buscar esas estrategias de mayor impacto. Así como han sido eficientes las veladoras, las filas de zapatos representando a las mujeres asesinadas, o las cruces para exhibir la siniestra dimensión de los asesinatos ahora es preciso eliminar el rasgo de violencia, no porque la violencia sea de uso exclusivo de los cuerpos policiacos o de los “hombres rudos”, ni porque, como sugieren muchos comentaristas, “hay que comportarse como damas”, sino porque la violencia como signo de las marchas femeninas no contribuye a fortalecer la causa y puede significar un retroceso.

Quienes padecen o han padecido de algún tipo de violencia deben buscar la sororidad y trabajar para establecer demandas específicas. Los familiares de las niñas, jóvenes y adultas asesinadas también. Por ejemplo, ¿en los cuerpos policiacos se ha realizado una revisión de expedientes para saber si alguien tiene un antecedente de violencia registrado? , ¿se tiene una base de datos confiable sobre este punto para hacer una limpia en los organismos que presuntamente deben resguardar la seguridad de las mujeres? Porque las agresiones por parte de policías sólo son investigadas cuando llegan a los medios y, lamentablemente, cuando estas agresiones son graves.

No ha habido respuestas aceptables por parte de las autoridades en las denuncias de acoso contra maestros universitarios. Se trata de un tema complicado, porque no sólo se puede canalizar a las autoridades judiciales con el consabido problema de la demostración de la conducta agresora, las autoridades universitarias no pueden ignorar estas denuncias aunque para ello tendrán que definir nuevos mecanismos de relación con los sindicatos, pues la mayoría de los acosadores o agresores sexuales saben que saldrán impunes porque los sindicatos los defenderán y las víctimas, al denunciar, sólo serán más vulnerables.

En muchos edificios públicos se han colocado carteles con una tipología de la violencia hacia las mujeres. Uno es general y existe otro de violencia laboral. Falta difundir mucho más esta clasificación de los niveles de violencia, pues muchas mujeres ignoran que ciertas conductas molestas, incómodas o declaradamente agresivas lo son. Hay quienes, aunque les ofenda, no saben que la inequidad en espacios laborales, asignar tareas inferiores o superiores al perfil laboral o las críticas constantes y sin fundamento están catalogadas como violencia.

Ahora bien, conocer estos distintos tipos de violencia es un gran avance, pero ¿qué pasa si denuncio a mi jefe por tenerme “congelada” tal como aparece en el violentómetro?, ¿Existe un protocolo de investigación?, ¿Puedo tener la garantía de que obtendré una respuesta a mi queja?, ¿Qué autoridad, además de la de la institución intervendrá para arbitrar la denuncia?

Muchos de los feminicidios han comenzado con acciones un poco “rudas” que se dejan pasar, pero el comportamiento agresivo va en aumento y no es extraño que termine en la forma más grave de violencia que es el asesinato.

Los grupos de activistas tienen la tarea de mostrar más coherencia y organización, pero las autoridades tienen la responsabilidad mayor de ofrecer una respuesta para detener el acoso y los feminicidios. La tarea de sensibilizar y hacer un escrutinio de quienes forman los cuerpos policiacos es una, capacitar a los empleados de diversos niveles del poder judicial también. Asimismo es preciso que los institutos de las mujeres sean estrictos al elegir quién los dirige y que esos puestos recaigan sólo en quien cuentan con un perfil profesional que garantice el trabajo en favor de las mujeres. El hartazgo por ver cómo los nombramientos recaen en “amigas” sin perfil de algún funcionario también promueve el descontento y la violencia.