El pasado viernes 29 de marzo del año en curso se hizo viral un video en las principales redes sociales en donde se observa a una chica bailando en protesta por los asesinatos de mujeres en la Ciudad de Nuevo León. La protestante se llama Daniela del Río y es estudiante de la Facultad de Artes Visuales (FAV) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Poco tiempo después de que se popularizara el video, la joven estudiante fue blanco de todo tipo de comentarios por parte de los internautas; desde aquellos que expresaban su apoyo por dicho “performance”, hasta aquellos que no dudaron en criticarla y reproducir diversos memes en tono de burla por sus palabras de desesperación.

Así, en respuesta a las opiniones emitidas por parte de la vox populi en el transcurso de estos días, la joven decidió explicar mediante un video el contenido de su baile y su propósito como medio de protesta. Se trata, según ella, de un estilo de “baile político” llamado –VOGUE- que sirve como defensa a los abusos perpetrados contra las mujeres, tanto en su propia universidad como en la sociedad en general. En sus propias palabras: “Mi cuerpo es una herramienta que uso para expresar lo que siento, todo lo que me enoja, lo que me llena de ira. Lo que hice no sólo fue bailar: es vogue. El vogue es político. Y bailé por todo el legado de mujeres, todos los que han sufrido. Bailé con todo ese fuego en mi sangre y en mi cuerpo” (RadioFórmula, 05/IV/19).

Y en efecto, en el video que dura menos de dos minutos se puede apreciar como la joven mueve sus caderas, brazos y cabellera exigiendo justicia por las, y nada más, mujeres asesinadas. Asimismo, se puede ver como grita, arrastrando sus palabras de forma deliberada pero iracunda respecto a la indiferencia mostrada por las autoridades que, en teoría, tienen la obligación de atender las demandas de este colectivo feminista. Y ojo, el calificativo de “feminista” no se lo adjudico por mera suposición personal, ya que fue la propia performancera, si es que se le puede llamar de esta manera, la que aseguró serlo: “Es una expresión artística. Soy FEMINISTA y no se me va a minimizar por la manera por la que yo decido expresarme. Además, bailo por todas las chavas que pasaron por las aulas de FAV que no les dieron solución. Por todas las personas que no se quisieron presentar en la protesta. Bailo por todas mis hermanas. Ya no nos vamos a callar por el enojo que tenemos por los abusadores de FAV” (RadioFórmula, 05/IV/19).

Y de verdad creo que la joven Daniela tiene toda la razón; nadie tiene la autoridad moral, ni mucho menos el derecho de minimizar su expresión, aunque de ahí en fuera su intento de protesta haya desvirtuado por completo la pretensión sincera de su lucha. Y es en este punto en donde quiero hacer énfasis en la importancia que adquiere el arte como instrumento de protesta social. Aunado a esto, condeno enérgicamente las muestras de burla y discriminación que han recaído en esta estudiante durante todo este tiempo a causa de sus movimientos, pero de la misma manera sostengo mi punto de vista, con todo el derecho que tengo de expresarme libremente como ciudadano mexicano, de que fue una protesta fallida que no logró alcanzar su objetivo.

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con una estudiante de arte y al compartirme su punto de vista inmediatamente empaticé con sus palabras. Ella sostenía que la contextualización del performance ejecutado por dicha estudiante estaba completamente fuera de lugar al momento de llevarse a cabo, por lo que su propósito no pudo ser concretado de la manera adecuada, o al menos no para la estudiante. No en balde las bromas de mal gusto opacaron su actuación.

Es incuestionable que esta mujer no afectó a una sola persona con su manifestación pacífica, por lo tanto ese no es el cuestionamiento que se le hace como performancera, más bien la interrogante que surge con la polémica es si realmente este tipo de manifestaciones repercuten de manera efectiva en la problemática exaltada. Lo ejemplificaré de la siguiente manera: visualicemos a esta misma chica en un baile de feria, de esos que todavía se organizan en algunos pueblos del Estado de México, con los mismos pasos y el mismo vestuario, ¿Realmente cree usted que la gente ahí presente sabría que su “manifestación de performance” se efectúa por la desaparición de mujeres? Yo lo dudo mucho.

He ahí una serie de interrogantes que planteo con su performance: ¿Repercute de manera directa en la problemática enunciada o simplemente pasa desapercibida para el espectador? Porque si realmente influye en la disminución de feminicidios, ¿Qué estamos esperando para implementar el performance al estilo vogue con la intención de salvar cientos de vidas a lo largo del país? Ahora, si en el caso contrario, tal performance pasa sin pena ni gloria entre los espectadores, ¿Qué estamos esperando para implementar otros actos de protesta diferentes al mencionado para realmente salvar cientos de vidas a lo largo del país?

Por eso me apoyo de las estadísticas oficiales, para comprobar si manifestaciones de esta naturaleza realmente inciden en la disminución del problema. Y la dura verdad es que NO, basta con revisar los datos dados a conocer por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), conformado por un total de 40 organizaciones de 22 estados del país, para corroborar que el asesinato de mujeres se ha incrementado de manera alarmante durante los últimos diez años pese a todos aquellos “actos artísticos” que tanto caracterizan al feminismo actual, incluyendo por supuesto esos movimientos de caderas, manos y cabelleras.  

Para concluir diré que la utilización del performance como método de protesta está lejos de resultar eficaz para la resolución de problemáticas sociales tan complejas como la violencia sexual y el feminicidio, independientemente de que tal acto tenga todas las buenas intenciones del mundo por cambiar esta lamentable realidad. No basta con mover el cuerpo al son de un performance para manifestarse, hay que optar por otras formas de protesta realmente efectivas si lo que se persigue es evitar que más mujeres sean violentadas o, en el peor de los casos, privadas de la vida.