Pasa el tiempo y no aprendemos.

Dos años han pasado de aquel enero de 2017 cuando un chamaco de secundaria en un salón de clase de Monterrey de pronto sacó de su mochila un arma de fuego y mató a una maestra e hirió a tres de sus compañeros.

Y 24 meses después no aprendimos la lección y seguimos tentando a la suerte… y a la muerte.

No nos alertan los incidentes en otros sitios, como escuelas de Estados Unidos, en donde el acto se repite; no asimilamos los hechos y actuamos en consecuencia a pesar de las señales.

Hace dos años gritos, quejas, opiniones, sugerencias, exigencias, de organismos, líderes, opinadores, partidos y políticos, todos a una sola voz exigiendo respuestas. Hoy: silencio absoluto.

Ya se olvidaron del hecho, ya se olvidaron de los antecedentes y los resultados, ya se olvidaron de todo.

Dos años después tres familias tratan de olvidar aquella terrible mañana y otra llora la desaparición de una buena mujer que se dedicaba a enseñar, mientras decenas de alumnos y  maestros aún se estremecen al rememorar lo ocurrido.

Dos años después quedaron en el olvido las políticas públicas, las mochilas transparentes, los operativos de revisión, los psicólogos en las escuelas, la revisión de datos y antecedentes, los controles, la preparación de maestros y directivos. De nada sirvió una muerta, tres heridos y un hecho que consternó a toda una sociedad. Hoy nadie lo recuerda. Así somos, de memoria corta y no aprendemos de las lecciones. Ojalá pronto no se repita un suceso similar, porque de nuevo volverán las mismas voces a chillar con los mismos gritos, olvidándose de que durante meses se olvidaron de darle seguimiento a lo que antes clamaban.

Duras son las lecciones de no aprender de las lecciones.