Alguien me envió, por correo electrónico, un análisis sobre el problema electoral realizado por una persona bien capacitada en matemáticas, Luis Mochán, del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM.
El señor Mochán, para ser riguroso al plantear “los profundos problemas a que se enfrentan los sistemas electorales”, recurre al Teorema de Imposibilidad de Arrow, desarrollado por un economista, Kenneth J. Arrow.
Es complejo el análisis de Mochán, por lo que lo simplificaré citando solo estas palabra suyas: “El teorema de Arrow establece que no existe ningún mecanismo de elección entre tres o más candidatos” que garantice una decisión correcta. “Lo anterior se suele resumir diciendo que, matemáticamente no puede haber una democracia perfecta”.
Hace muchos años, casi 30, cuando yo estaba en forma para entender modelos económicos y matemáticos más o menos enmarañados, leí algo sobre el filósofo Maurice Merleau-Ponty o inclusive escrito por este pensador, un ensayo en el que se hablaba bastante sobre las dificultades de elegir entre tres opciones.
No recuerdo si el mencionado texto hacía referencia a Arrow –escribir de memoria tres décadas después es complicado–, pero no he olvidado la forma en que el autor simplificaba el problema:
El cliente de un restaurante pregunta al mesero cuál es el menú. El mesero responde: “Solo hay dos platillos, pollo y carne”.
Es decir, son solamente dos las opciones, lo que facilita la elección. Así, el cliente rápidamente elige con gran racionalidad: “Quiero pollo ya que no puedo comer carne”.
Después de que el cliente eligió, el mesero recuerda que el menú tiene no dos, sino tres platillos: “Disculpe, tenemos pescado también”.
Eso obliga al cliente a elegir de nuevo, ahora entre tres opciones, ya no solo entre dos: “Gracias por informarme que el menú es más completo. Muy bien, le pido que me traiga carne”.
Es decir, cuando el cliente del restaurante tuvo que elegir entre dos alimentos, escogió el que no perjudicaba su salud. Pero cuando tuvo que seleccionar a uno de tres, se hizo bolas y prefirió el platillo que le dañaba.
Ahora, en México, se está eligiendo entre dos opciones perfectamente definidas: el PRI y el anti PRI.
Andrés Manuel López Obrador quiso vender la idea de que la elección era entre dos: la izquierda y el resto (el PRIAN más el PANAL), pero creo que la gente no le entendió.
Solo hay dos sopas: mexicanos que prefieren al PRI y lo quieren de regreso (más o menos el 40%) y mexicanos que detestan al PRI y que están dispuestos a hacer lo que sea para impedir su retorno (el 60%).
La encuesta de Covarrubias y Asociados le da a Enrique Peña Nieto 40% de las preferencias, 30% a Andrés Manuel López Obrador y 26% a Josefina Vázquez Mota (el restante 4% se lo lleva Gabriel Quadri).
Si Vázquez Mota y López Obrador militaran en el mismo partido, probablemente vencerían a Peña Nieto por una diferencia de 20 puntos.
El problema es que la opción mayoritaria, la anti PRI, está dividida en dos. Y aunque López Obrador ha tomado una ligera ventaja sobre Vázquez Mota, el “empate técnico” entre el izquierdista y la panista se sigue manifestando, por lo que no está claro a quién debe presionar la gente para que decline, de tal modo de buscar el efecto del voto útil.
El problema se complica porque López Obrador no puede ir a una negociación con Vázquez Mota sin que se le acuse, con bases sólidas, de incongruente, ya que durante años se opuso a cualquier pacto de la izquierda con el PAN.
Por lo demás, creo que López Obrador y Vázquez Mota han cometido el mismo error: golpear solo a Peña Nieto para “bajarlo” en las encuestas. Lo han hecho y lo han bajado, pero no lo suficiente. Y no lo bajarán mucho más: ese 40% que prefiere al PRI más o menos se va a mantener. La gente que ya decidió apoyar al PRI difícilmente cambiará su decisión y además, debido a los ataques, los priistas, que cuando se dividen normalmente pierden, olvidarán sus diferencias para cohesionarse.
Lo que debieron haber hecho Vázquez Mota y López Obrador y que quizá todavía tengan tiempo de hacer es atacarse entre sí, de tal modo que uno de los dos caiga, para que sin acuerdos formales, imposibles para el izquierdista, se invite a los votantes del que se vaya al tercer lugar a apoyar al que se quede en segundo para lograr el único objetivo en el que coinciden: impedir el regreso del PRI.
Así veo las cosas.