...Barro, peltre, vidrio (pero no cristal), cerámica (pero no de la buena), todos -sin excepción- platos, tasas, vasos y otros utensilios de adorno y de cocina.

Les platico que la última vez que vi a Elena Poniatowska me dijo que el papel estaba destinado a servir como materia prima solo de libros, no más de periódicos.

Esa vez complementé su idea con una lapidaria sentencia de que muy pocos periódicos en el mundo sobrevivirían a la era digital y que la mayoría de ellos padecería el “síndrome del abandono”.

Esta creencia de su irreverente servidor se refiere a los voceadores de los matutinos que en pleno mediodía intentan infructuosamente de que la gente se los compre... o se los acepte cuando no los venden, sino que los dan gratis.

Incluso sé de algunos que sufren cuando se les empalman matutinos con los vespertinos que también venden... o regalan.

Así, por ejemplo en Monterrey, algunos voceadores empiezan a llorar cuando su distribuidor de El Sol, les entrega las pacas por ahí de la hora del Angelus (12 del día), siendo que aún están voceando a El Norte.

En una visita que hicimos a principios de este año por Tonalá, Jalisco, descubrí que en el mero centro donde se ofrecen las afamadas artesanías de barro y otros materiales, hay quienes venden pacas de periódicos a los artesanos para que envuelvan los platos, los vasos y adornos a los clientes que compran sus productos.

Por pura curiosidad me di cuenta de eso, cuando a la entrada de un negocio de comestibles vi pacas de periódicos que en un principio pensé que eran de la edición del día.

Pero cuando me acerqué para leer los titulares de la primera plana me di cuenta de que eran de una edición del 4 de julio del 2020... y estábamos a 2 de enero del 2021.

Entonces “interrogué” a uno de los empleados y me dijo que esas pacas de 25 kilos las venden a los artesanos en $400 cada una.

Al platicar con la dueña de un negocio de artesanías, mientras se afanaba empaquetando unos platos de mesa de colores bien chillantes, la señora Mary Estrada me dijo que ellos compran el “periódico viejo para envolver”, a razón de $9 el kilo de los de formato tabloide y a $13 el de los de tamaño estándar.

Ándale, hasta distingos de ese tipo hacen quienes usan el producto final del noble -y hoy heroico- oficio del periodismo, para envolver chácharas.

El Lic. Abelardo A. Leal Jr., don José Pagés Llergo, Manuel Buendía, Julio Scherer García y otros próceres del periodismo se revolverían en sus tumbas de ver semejante “afrenta contra el periodismo”.

“Pa ‘ su madre”, pensé, y luego le dije a la irreverente de mi Kalifa: “mira nomás cuál terminó siendo el destino de los editores que encabezaron con tanto ingenio la noticia de que AMLO le dio en su mera madre a los outsourcing por andar evadiendo impuestos”.

“Es cierto, cuánta frustración sentirán los reporteros y fotógrafos que se afanaron -como doña Mary- en redactar e ilustrar esa nota para terminar siendo leídos por accidente y de refilón por quienes se enteraron de esa noticia seis meses después al desempacar los cachibaches que compraron en Tonalá”, me respondió.

Y yo le seguí con cierta saña, pero benévola, conste: “pobres los editorialistas y columnistas que se devanaron el seso opinando y cartoneando genialmente (como Paco Calderón) sobre las tropelías y raterías de Bartlett, Nahle y las mamonerías de John Ackerman, o acerca de la confesión de Fernández Noroña sobre su asexualidad”.

“Qué chingadazo para los analistas que pronosticaron desde el día de la independencia de los Estados Unidos, las negras intenciones de Trump de querer robarse el resultado de las elecciones de noviembre”, proseguí.

Y mi interlocutora no quiso quedarse atrás al replicarme: “no quiero saber el golpe a su orgullo de los diseñadores de periódicos que cambiaron de formato estándar a tabloide, para que a los lectores no se les metiera en su desayuno de huevos revueltos con frijoles, la sección de Deportes o la de Policía o la de Espectáculos o la de Locales o la de Nacionales o la de Negocios o la Editorial o la sacrosanta de los Monitos”.

Y para seguir con la esgrima verbal, desenvainé mi florete en un golpe final tratando de adivinar las palabras del sufrido padre de familia numerosa, que con hartos sacrificios le pagó a uno de sus vástagos la carrera de comunicación con acentuación en periodismo en los carísimos Tec de Monterrey o en la Ibero o en la UDLA o en la UDEM o en la UDEG:

“Mira dónde vino a terminar la nota que tanto presumiste haber escrito sobre la decisión de Clara Luz Flores de irse por Morena para la gubernatura de NL; o aquella que te publicó tu jefe en primera plana sobre las babosadas de López-Gatell; o la entronización de Lord Molécula y del Pirata como doctores honoris causa en periodismo en Palacio Nacional”.

“De haber sabido”, han de gimotear lastimeramente el padre de familia numerosa; el editor; el reportero; el analista; el columnista; el fotógrafo, el caricaturista o cartonista o el diseñador de formatos y el mismito dueño del periódico...

Cajón de sastre

“Cosas veredes, Mío Cid, que farán fablar las piedras”, recita como colofón en su español antiguo, la irreverente de mi Kalifa, mientras desempaca los dos hermosos platones pintados a mano por doña Mary, la dueña del puesto en el Mercado de Artesanías de Tonalá...