Una cosa es cagar y muy otra es limpiarse. O acaso peor, o mejor, tener con qué asearse el culo. Me han dado mucho interés las notas recientes sobre la demanda, la escasez y la angustia por la consecución de papel de baño en tiendas y supermercados. Gente comprando en cantidades exageradas, otras peleándose por el último paquete; casi el último rollo (equivalente a la popular “última coca del desierto”). Una noticia australiana reporta que la policía tuvo que deshacer una disputa en la cual alguien sacó un cuchillo en el pleito por apropiarse de papel higiénico.

Siempre atribuí esta costumbre voraz, este pánico, a los gringos que todo lo exageran y compran pantagruélicamente ante cualquier aviso de tormenta, huracán, epidemia, amenaza terrorista (frente a un montón de carne que compraba, un gringo me dijo orgulloso después de la caída de las Torres Gemelas, “por esto es por lo que luchamos”). Pero ahora, a principios de 2020, el terror por la carencia de papel -básicamente inducido- se ha extendido por todo el mundo a causa del Covid-19 o coronavirus. Hoy que salí a comprar mi dotación regular me topé con los anaqueles correspondientes, vacíos. Confirmé entonces la veracidad de las notas y las cápsulas de noticias internéticas.

Frente a la ausencia, el cerebro me llevó de inmediato a relacionar los epigramas de dos poetas mexicanos que guardaba la memoria desde hace tiempo. Uno muy famoso, potosino, Manuel José Othón (1858-1906); y otro casi desconocido, tabasqueño, José María Bastar Sasso (1896-1983). Uno ante la problemática de la carencia de papel y el trasero sucio, el otro con la solución. Al final de esta nota ofrezco los poemas mínimos, pero antes tuve necesariamente que visitar a Francisco de Quevedo y Villegas y su hilarante y veraz Gracias y desgracias del ojo del culo; elogio y sufrimientos de las virtudes y funciones del órgano del peer y el cagar.

Analistas y psicólogos han tratado de explicar de diversas maneras el fenómeno del hombre y la mujer frente al limpia culos. Por ejemplo, un director de teatro nos exigía que al memorizar los parlamentos no tuviéramos pausa, que incluso estudiáramos cuando fuéramos a cagar. Al comentárselo a un viejo profesor, parte de las últimas generaciones en tenderse sobre el desprestigiado diván freudiano, comentaba sonriendo maliciosamente, “Mmm…, esa prolongación en el baño es a causa del placer anal”. Alguien ha dicho que el humanoide o antropoide se convirtió en hombre en el momento en que dejó de alcanzarse el rabo para olerlo y acaso acicalarlo con la lengua, y caminó erguido.

Interesante resulta incluso investigar sobre los procedimientos de limpieza anal en la antigüedad. Wikipedia señala que el uso del papel para limpieza genital habría empezado precisamente ¡en China!, cuando Cai Lun -un eunuco al servicio del emperador He, de la dinastía Han- inventara el papel en el siglo II de la era “moderna”, aunque sugiere que ciertas pruebas dan testimonio del uso del papel higiénico en China ya desde el siglo V antes de la bisagra (A.B., en sustitución de A.C., por su función de articulación histórica, de parteaguas). Una cita más del diccionario creado por todos, corresponde al oficial y académico chino Yan Zhitui; viene de 589, D.B.:

“El papel sobre el que están escritas anotaciones o comentarios sobre los Cinco Clásicos así como sus dichos, ese papel me cuidaré mucho de emplearlo en propósitos del cuarto de baño”.

Y sí, es de suponer que todo papel ha sido útil. El culo se ha convertido en el gran reciclador de revistas, periódicos, documentos, libros de autoayuda o superación e incluso de buenos libros de poesía y novelas, papel de china, de pan, cartón, etcétera, cuando no se tiene acceso a la modernidad del suave y aun aromático papel higiénico. Otros instrumentos han sido hojas de plantas y árboles, ramas, madera, palos, calzones ensuciados en la desgracia de la incontinencia y hasta el dedo mismo. Reservo un instrumento tabasqueño, que también es muy mexicano, hasta el epigrama final.

Quevedo, decía, resulta un maestro en los menesteres de la cola humana y animal en general. Quiero citar algunas frases y versos ingeniosos de su ensayo sobre el culo ya sean propios o tomados del habla popular.

“Más te quiero que a una buena gana de cagar”.

“Que no había en el mundo gusto como el cagar si tuviera besos”.

Y aquí van estos versos:

“No hay contento en esta vida

que se pueda comparar

al contento que es cagar.

“Otro dijo lo descansado que quedaba el cuerpo después de haber cagado:

“No hay gusto más descansado

que después de haber cagado”.

Hasta aquí Quevedo, pero comparto otras líneas de versos que parcialmente todos hemos encontrado ya sea en el habla popular, en las paredes pintadas de los baños o ahora en el internet; algunos los identifican como un homenaje precisamente a Quevedo. Largo versificado que pareciera se va ampliando de manera indefinida pero aún con cierta gracia. A los primeros grupos de versos muy clásicos le van sucediendo otros de grado contemporáneo, laxos pero en la tónica absoluta del tema:

De los placeres sin pecar (Homenaje a Quevedo). Del portal La Segunda Puerta, 28-10-10 (he editado errores evidentes, corrigiéndolos).

De los placeres sin pecar,

el más dulce es el cagar,

con un periódico extendido

y un cigarrillo encendido

queda el culo complacido

y la mierda en su lugar.

Cagar es un placer; de cagar nadie se escapa

caga el rey, caga el papa,

caga el buey, caga la vaca

y hasta la señorita más guapa

hace sus bolitas de caca.

Viene el perro y la huele, viene el gato y la tapa.

Total, en este mundo de caca de cagar nadie se escapa.

Qué triste es amar sin ser amado,

pero más triste es cagar sin haber almorzado.

Hay cacas blancas por hepatitis, las hay blandas por gastritis.

Cualquiera que sea la causa que siempre te alcanza, aprieta las piernas

duro, que cuando el trozo es seguro, aunque este bien fruncido el culo,

será por lo menos pedo seguro.

No hay placer más exquisito, que cagar bien despacito.

Los escritores de baño son poetas de ocasión

que buscan entre la mierda su fuente de inspiración.

Vosotros que os creéis sagaces y de todo os reís,

decidme si sois capaz de cagar y no hacer pis.

En este lugar sagrado, donde tanta gente acude,

la chica se pasa el dedo y el tipo se lo sacude.

Caga tranquilo, caga sin pena,

pero no se te olvide tirar la cadena.

El tipo que aquí se sienta y de escribir versos se acuerda,

no me vengan a decir que no es un poeta de mierda.

En este lugar sagrado donde acude tanta gente

hace fuerza el más cobarde y se caga el más valiente.

Ni la mierda es pintura ni los dedos son pinceles

por favor, pendejos, límpiense con papeles.

Para vosotros que siempre estáis en el baño: Caguen

tranquilos, caguen contentos,

pero por favor, caguen adentro.

Hoy aquí yacen los restos de este olímpico sorete

que lucha de forma estoica para salir del ojete.

Estoy sentado en cuclillas en este maldito hoyo,

¡quien fue el hijo de mil putas que se terminó todo el rollo!

Y como los ciudadanos mexicanos y del mundo que con las compras de pánico de papel higiénico pareciera que se la pasarán cagando y que en el cagar les fuera la vida o la muerte durante la contingencia o cuarentena domiciliaria del coronavirus, con ese temor se habría encontrado alguna vez el personaje del modernista Manuel José Othón, sin tener con qué limpiarse. Lo describe su cuarteta:

Ando buscando un papel

para limpiar mis despojos;

traigo abiertos mis tres ojos

no puedo dar con él.

No obstante, el ignorado poeta tabasqueño, José María Bastar Sasso, que escribió con cierta prolijidad y que participó del periodismo nacional en el primer El Universal de la segunda década del siglo XX, da con la ingeniosa solución ante la escasez. Un recurso de los campesinos tabasqueños de antaño pero que por la materia o más bien el instrumento, bien puede ser muy nacional y benefactor ante la crisis: el bacal. Bacal es lo que en el centro de México se conoce como olote (palabra de origen náhuatl, yolotl, olotl, corazón), el quebradizo y delicado palo de la mazorca seca una vez que el maíz se ha desgranado para su consumo; su raquis, su columna vertebral, el corazón del elote ya envejecido.

Bacal

Adminículo rural

que el campesino almacena,

porque en caso corporal,

limpia, rasca y escarmena.

P.d. Si tenéis duda, indagad el significado del verbo “escarmenar”.