Hace unos días asistí en representación del Presidente Peña Nieto a un evento que convocó a 300 de los más destacados líderes de México. En la actualidad, los mexicanos están insatisfechos con el desempeño que ha tenido el país. Sin embargo, en mi discurso expresé la firme convicción de que México tiene todo para ser una nación desarrollada en esta generación. Por ello, en estas líneas quiero compartir con ustedes el que a mi juicio debería ser el camino a seguir para enfrentar los retos y rezagos que se nos presentan.

Como un punto de partida, es esencial reconocer los enormes avances que alcanzaron los mexicanos que nos han antecedido, y que constituyen una sólida plataforma para seguir construyendo un México mejor.

Sin pretender que sean temas resueltos, en indicadores básicos como salud y educación los avances han sido impresionantes: la esperanza de vida pasó de 34 años en 1930 a 76.7 años en la actualidad, mientras que la cobertura de educación primaria creció de 64.5% en 1970 a 96.2% en 2015, y en nivel medio superior pasó del 48 al 71%.

Este tipo de evolución lo vemos en un sinnúmero de ámbitos, por ejemplo el turismo, sector que me toca dirigir, se ha consolidado como un motor de crecimiento en México, llegando a representar 8.5% del PIB y llevándonos al lugar 9 entre los países más visitados en el mundo.

Estos logros son producto de un largo proceso de perfeccionamiento de nuestras instituciones. Hace sólo 40 años carecíamos de un régimen verdaderamente democrático, y hoy la ciudadanía utiliza de forma racional y diferenciada su voto; tenemos los contrapesos de un Poder Judicial y un Congreso independientes; así como órganos constitucionales autónomos.

México también se ha convertido en uno de los países más competitivos del mundo. La estabilidad macroeconómica es resultado de mantener una política monetaria y fiscal responsable durante tres décadas. Además, con 13 tratados de libre comercio desde 1994 hemos moldeado una economía abierta, y gracias a ello en los últimos 15 años la recepción de inversión extranjera directa se multiplicó por seis y alcanzó un récord de 28 mil 382 millones de dólares el año pasado.

A partir de esta plataforma, con el liderazgo del Presidente y un consenso histórico entre fuerzas políticas, logramos una serie de reformas profundas, algunas de las cuales ya han comenzado a rendir frutos.

Con la reforma financiera, el crédito creció cinco veces más que la economía y la penetración crediticia ha pasado de 25% del PIB en 2012 a casi 31% en este año, además las tasas de interés disminuyeron 9% en el mismo lapso.

La reforma de telecomunicaciones disminuyó la tarifas en 30.5%, lo que representa un ahorro anual superior a 20 mil millones de pesos. Desde la implementación de la reforma laboral hace tres años, se han generado dos millones de empleos, la cifra más alta en los últimos cuatro sexenios.

La reforma fiscal y la energética traerán beneficios más de mediano plazo, pero igualmente esenciales para darle viabilidad a nuestra economía. Perseverando en la reforma educativa evitaremos condenar a los mexicanos menos favorecidos a la pobreza y a la inmovilidad social permanentes.

No obstante, hay que reconocer que existe un sentimiento de malestar, enojo y molestia que, también es cierto, no es privativo de nuestro país; la gente está molesta con sus gobiernos porque no están resolviendo sus problemas.

Además de problemas como bajo crecimiento económico, insuficiente generación de empleos y la creciente desigualdad, entre otros que trascienden cualquier frontera, la insatisfacción de los mexicanos radica en que a pesar de lo logrado, no hemos sido capaces de abatir la pobreza y erradicar la impunidad, la corrupción y la inseguridad.

Pero este mismo descontento, refleja al mismo tiempo a una sociedad que aspira a mejores condiciones de vida a partir de estadios superados. En la insatisfacción y exigencia estamos definiendo el país al que aspiramos; uno donde nadie sea condenado a ser pobre por el hecho de haber nacido así; donde los funcionarios públicos manejemos con honestidad e inteligencia los recursos de la sociedad; un país donde los ciudadanos se acojan a la ley y se castigue a los que la violen.

Ese México es posible y alcanzarlo dependerá de todos nosotros. En la siguiente entrega me permitiré abordar lo que considero deben ser algunos lineamientos del camino a seguir.

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