La polémica Arundathi Roy, retomando al célebre Dr. Ambedkar (indio de la casta de los intocables que logró ser el primer en ocupar el puesto de Ministro de justicia y leyes en India) cuestionan duramente a Mohandas K. Gandhi. La centralidad de la protesta radica en que nunca quiso erradicar la división de castas. El mismo Gandhi que ayunaba hasta que se detuviera la violencia entre hindúes y musulmanes, el mismo que exigía hilar algodón para rebasar y evitar la producción británica, el mismo que caminó para extraer sal y decir a los indios que incluso los minerales eran indios, nunca se pronunció sobre el asunto de las castas. ¿Por qué? La pregunta parece engañosa. Quizá por un cálculo político, quizá pensaba que las castas mantenían, paradójicamente, la unidad de India. Posiblemente la anacrónica derecha mexicana habría cuestionado a Gandhi (además de las sandalias) el hecho de no preocuparse por la reconciliación entre las castas. Imagino un diálogo entre “gente crítica apartidista”:

- El señor Gandhi polariza demasiado a la sociedad.

-Efectivamente, no le basta habernos enemistados con los elegantes ingleses, ahora también ignora que entre nosotros hay problemas. Es absurdo que no busque eliminar las milenarias castas que tanto daño hacen.

-Cuidado, viene un intocable.

-No le hables que luego ya se sienten como uno.

-Menos mal somos mejores que ese señor Gandhi y su bola de seguidores ignorantes.

El séptimo círculo del Infierno en Dante explica los 3 niveles de violencia, dividido en giros. El primero tiene a los violentos contra los demás; el segundo giro, a los violentos contra sí mismo y a los derrochadores; el tercer giro, contiene a los violentos contra Dios y otras cosas sagradas (arte y naturaleza). En México, la ardiente oposición a la Cuarta Transformación, transita también en este círculo y, en un símil mediocre, atacan a los demás, se atacan a sí mismos y atacan lo abstracto: la patria, el pueblo y la esperanza. Atacan a los demás por no aceptar que un hombre puede preocuparse por los empobrecidos, su problema no es con las ideas de Andrés Manuel sino contra el mismo Andrés Manuel; les molesta que un hombre simple pueda gobernarnos, creen que el poder se gana por dinero o por fuerza y dado que no es violento ni magnate, no logran entender que esté ocupando la silla de máxima autoridad en México. Quisieran un gobernante que hablara lenguas extranjeras y se indignara cuando las “dictaduras” de izquierda estornudan. Tienen un odio que no reconocen: los ricos lo ven como menos y la clase media piensa que no es suficiente, que el presidente debe ser una figura mítica y no un hombre con zapatos donde el uso sea notorio. No les interesa que trabaje todos los días, les molesta que se encuentre con los periodistas y en general, incluso, les molesta la manera en que respira entre palabras.

Al atacar a los demás, al atacar al presidente con sus constantes críticas estéticas (muy pocas veces son reclamos justos, de fondo), atacan también la posibilidad de una mejor nación para ellos mismos. No se dan cuenta del grave problema de desigualdad y queriendo que fracase, indirectamente buscan que fracase la población. Se rasgan las vestiduras cuando un estudiante gasta el dinero de su beca en productos que no son educativos, pero guardaron silencio cuando gobiernos anteriores condonaban impuestos a grandes empresas. Por una parte, apoyan el libre mercado y de pronto, los que reciben dinero por becas, no son libres para gastarlo como quieran y el Estado debería dejar de darles dinero. “Que se lo ganen por sus méritos”, porque es evidente y sensato que un chico que viene de un hogar con violencia intrafamiliar, padre o madre ausente y es responsable de sus hermanos menores, tiene el tiempo para volverse un estudioso de la escuela de Chicago e imitar los modelos económicos orientales, específicamente de doble corriente política.

Quienes ladran contra el apoyo a los empobrecidos (porque el dinero no es infinito, si unos tienen mucho y otros tienen poco es cuestión de robo, unos lo roban y otros padecen ese robo), deberían ladrar también contra los avances sociales de las luchas obreras o de los derechos humanos de cualquier generación, logrados desde el sufrimiento de las masas. Deberían cuestionar el hecho de que puedan acceder a privilegiados espacios de educación, salud y alimentación. Si realmente les molestar la intervención estatal porque les impide trabajar con libertad y gastar a raudales lo que con “su esfuerzo” han logrado, deberían comenzar por ser ejemplo de trabajo, servicio y gratuidad. No lo hacen. Ladran, desde la comodidad, para que el pueblo no reciba el dinero del mismo pueblo.

El gobierno no mantiene vagos, como alegan sus purulentas bocas conservadoras; intenta, con algo de ayuda, resolver el desastre en el que tienen a millones por culpa del sistema económico que ustedes han encumbrado. El gobierno intenta deshacer el oasis neoliberal en donde fomentaron la creencia que había éxito y prosperidad. Olvidaron decir para cuántos sería este éxito y esta prosperidad.

Para los indecisos, los que se dicen “apartidistas y críticos” pero están en contra de todo lo que realiza el partido del Presidente y critican todas las acciones del ejecutivo, les digo que, en el octavo círculo del infierno, en la sexta fosa, están los hipócritas. Ahí deben estar ustedes, sumergidos, por tanta falsedad. Mejor admitan sus filiaciones y sus fobias políticas. Abiertamente declaren su amor por el capital, por mantener el estado de cosas al estilo del PRI o del PAN, por criticar a cualquiera que se siente en la silla presidencial (aunque sea elegido democráticamente) solamente por estar sentado en esa silla. Sigan desdeñando la presidencia y engullan sus utopías en donde ningún político es bueno, incluso el que afirma que el pueblo es sabio. Sus esfuerzos patéticos pasarán a la historia como parte del apoyo a los conservadores. Si regresa la derecha salvaje, será también culpa de aquellos que se dicen de “izquierda militante” o de “ningún extremo”. Ustedes, por dale la espalda al pueblo e ignorar el verdadero clamor, por la soberbia de creer en otros sistemas que no enriquecen la opción que hoy vivimos, serán responsables del posible regreso a días verdaderamente oscuros. 

Sinceramente,

Fernando Irineo