Alguna vez la norteamericana, no inglesa, serie de House of Cards quiso ganarle la partida a Game of Thrones, no pudo, la audiencia elite es muy específica. Obvio. Kevin Spacey, el defenestrado y excelente actor, no destruyó al elenco del “Juego”. El Poder estaba allá. Ese Poder, sin embargo, se perdió precisamente en el casting. Juego de Tronos es nada porque los guionistas olvidaron a William Shakespeare: no se trata del amor, se trata del poder. Billions la supera. Es más dramático presenciar ver a Charles Chuck Rhoades Jr. asumirse sadomasoquista que follar a Arya Stark.

Ya que no hay poesía, el problema es de narrativa. Y la narrativa ahora son los zapatos sucios de Andrés Manuel López Obrador, tan sucios como los de Benito Juárez en la frontera, los de Francisco I. Madero en presidencia o los de Lázaro Cárdenas tierra adentro. Es lo de menos, lo comprobable es la campaña de desprestigio en contra del gobierno de la Cuarta Transformación.

Narrativa contra narrativa. Inventar el desastre, la crisis, el miedo, la especulación. “Minatitlán es Ayotzinapan, Tlatelolco”. “El peor de los males posibles: Andrés Manuel”. Entre la trama está la trampa. Inventar la incertidumbre o la “certeza” de que todo va mal. Está bien que la derecha convoque a sus marchas. ¿Quién va ir? Repugnantes, los serviles se retractan, como Raúl Trejo Delabre o Jorge Ramos. “México no es Venezuela”, “No tenía las cifras”, o algo así.

¿Cuál es el problema de Andrés Manuel? Que las mañaneras cansan. Si él es necio, los medios son obcecados. El político como orquestador, si acaso no nos muestra una sinfonía, o como maestro de ceremonias, está agotado. Narrativa contra narrativa. Cuando el Hermano Mayor se convierta en el hermano menor, ahí perderá López Obrador.

No es deseable, pero sucede. El Poder se ejerce o te destruye. Juárez y Lázaro lo entendieron, Madero no. La narrativa, la maldita narrativa. ¿Por qué es mejor serie Billions que Game of Thrones? Porque hay narrativa. ¿Lo entiendes Andrés Manuel? O cambias o cambias.