Este será mi último artículo en estas páginas; agradezco mucho a este periódico que me hayan dado la oportunidad de colaborar con ellos desde hace casi cuatro años.

Me despido con agradecimiento.

Después de casi 3 meses de discusiones, reclamaciones, acusaciones y debates públicos sobre infinidad de cosas, hoy tenemos un tema fundamental para la vida nacional: la creación de la Guardia Nacional. Y en éste, la política permitió la suma de tirios y troyanos por un mismo objetivo y a favor de los intereses del Estado sobre los intereses particulares. Desde hace más de 12 años, el Estado mexicano ha enfrentado al crimen organizado con diferentes estrategias de seguridad que han fracasado. Para el Presidente, este cuerpo de seguridad es parte nodal de su política de seguridad y, por ello, el gobierno de México necesita tener los instrumentos necesarios porque ellos son, ahora, los responsables de la seguridad; sin embargo, por el cambio constitucional, era necesario que las Cámaras fueran parte esencial en su formación, límites y funciones.

Durante los meses de discusión parlamentaria, varias voces expusieron los posibles riesgos, y creo que no hay duda de ello, pero me pregunto ¿cuál estrategia de seguridad no los tendría? Ahora bien, lo que hizo la oposición en el Senado, especialmente el PRI, fue que esos riesgos fueran menores: existía un rechazo a una fuerza militarizada y se acordó de que será una guardia civil que pudiera tener un jefe militar; ya no existirá la Junta de Jefes del Estado Mayor y el despliegue de las Fuerzas Armadas tiene una temporalidad de 5 años en lo que se conforma el nuevo cuerpo.

Dos puntos importantes que no pueden olvidarse son: 1.- la actuación de la Guardia Nacional se basará en criterios de la CIDH y; 2.- los gobiernos estatales están obligados a presentar planes y programas para el fortalecimiento institucional de sus corporaciones estatales y municipales. De acuerdo con varias encuestas (Reforma, Parametría o El Financiero) 8 de cada 10 personas están de acuerdo con la Guardia Nacional; es una propuesta con amplio sustento social.

Por ello, la conformación de la Guardia Nacional es un triunfo para el presidente López Obrador: logró su propuesta por unanimidad lo que le da absoluta legitimidad. Además, esta negociación lo mostró como una persona tolerante y que sabe, cuando quiere, escuchar las opiniones que le son contrarias. Ganó, también, la oposición porque presentó puntos y límites, al mismo tiempo que defendió la posición de una Guardia moderna y civil que incluyera las críticas de los organismos, nacionales e internacionales, defensores de los derechos humanos. Este acuerdo es una victoria de la política porque demuestra que es posible que todas las fuerzas, más allá de su filiación política pueden llegar a un consenso. En unos meses el gobierno tendrá a la Guardia Nacional y, con ella, la obligación de cumplir con sus promesas de seguridad. Ojalá que este instrumento tenga éxito en el combate a este flagelo y pueda responder a la demanda que tiene la sociedad.

No deben de olvidar que un fracaso en este tema no podrá ser resarcido ni con todos los apoyos sociales que puedan repartir. Ahora toca el momento a los partidos políticos para evaluar cuáles son sus fortalezas. Los gobernadores, por su parte, podrán intentar quedar bien con el gobierno federal y hacerle actos de apoyo, pero la negociación final de temas trascendentales será en las Cámaras. No olvidemos que el PRI fue el pivote que permitió este consenso y que fue Osorio Chong, como líder de los senadores, quien supo pedir, negociar, ceder, imponer y, al final, responder por los priistas, y por los ciudadanos, con una posición firme: no cedió todo, sino lo posible; no pidió todo, sino lo razonable. Ganaron los partidos políticos que supieron oponerse a lo necesario, pero que apoyaron lo importante.

Esperemos que la Guardia Nacional, y el gobierno de México, cumplan con su cometido.