La relación bilateral entre México y Estados Unidos siempre ha mantenido a los estadounidenses en el papel de amo y señor en dicha relación. Con el triunfo de Donald Trump, se esperaba que México y su gobierno dejaran de tener un papel menos mediocre en dicha relación con Washington. La ardua guerra entre el gobierno de Trump y el Establishment norteamericano suponía menos injerencia sobre México. Pero pareciera entonces como si existieran dos distintos Estados Unidos, complicado escenario político.

Para mala suerte de los mexicanos, el sexenio priista y de pesadilla de Enrique Peña Nieto aún no concluye. Peña Nieto no pesa en su figura de presidente ―cuando le conviene―, al menos en la escena política nacional. Pero cuando se trata de ponerse de tapete del Establishment norteamericano o de Donald Trump, el mandatario mexicano sale a mostrarse tal cual es en realidad.

Hoy,   Luis Videgaray ha salido a ponerse de tapete del gobierno de Trump. Las campañas electorales por el Senado norteamericano han encendido una manipulación mediática en contra de los migrantes. A Donald Trump le funcionó muy bien su campaña política de xenofobia y divisionismo, parte de su triunfo electoral fue ese. Ahora le tocó al gobierno mexicano prestarse a esa estrategia política de odio en contra de la Caravana Migrante proveniente de Honduras.

El show mediático está puesto, todos los mexicanos son parte de esa aberrante narrativa xenofóbica. Unos mexicanos a favor y otros en contra, cuando olvidan lo que sufren muchos paisanos en suelo estadounidense. Los costos políticos los puede absorber Peña Nieto y su gobierno, están a semanas de salir y da lo mismo tener un escándalo más en su prolija y paupérrima reputación. Le dejan un nuevo foco rojo a la siguiente administración del presidente electo López Obrador.

La Caravana Migrante se ha convertido en un “platillo” político, exponiendo y exhibiendo a cientos de familias y menores de edad en su paso por México. Donald Trump pone la agenda, el gobierno mexicano se pone de tapete, los medios de comunicación arman la escena y los mexicanos consumimos ese patético y tóxico show.  El incendiario producto electoral estadounidense está servido, todo como lo pida Trump y sus intereses políticos.

Pareciera que los frutos de las negociaciones ―las que no están escritas― del tratado trilateral USMCA, comienzan a salir a flote. México siempre termina de figura servil en el plano comercial, político y de Derechos Humanos. Podrán salir Videgaray y Peña a decir misa y ponerse institucionales, pero el papel humanitario de México ante el mundo está por los suelos.

Por otro lado, López Obrador sale a defender la postura de los centroamericanos, pero solo de palabra. Total, aun no es presidente en funciones. El tabasqueño salió con la demagogia simplona de ofrecer empleos a los migrantes centroamericanos. López Obrador en ocasiones es rebasado por su papel de político en campaña. Probablemente estemos viendo la verdadera forma del tabasqueño, sobre todo ahora que le tocará estar en el lado de la realidad en la política y no en la trinchera de oposición y política ficción.

El escenario para que el presidente electo mexicano use la etiqueta de “bueno de la película” está puesto. Todo este show es un festín político para quien quiera consumirlo, Peña Nieto, López Obrador, Trump, todos comen, la sociedad mexicana y centroamericana paga. Lejos de abordar el tema con responsabilidad y seriedad, todos le entran al tren del “mame”.

Ya que el producto está terminado en México, Trump lo explota para las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos. Esperemos por el bien de todos que haya concluido este escenario. Pero también es un buen ejercicio, en el sentido de que nos espera una relación de chiste y miedo bilateral con Donald Trump.

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