Hace no mucho tiempo en un conjunto de casas en Cuernavaca, Morelos, construida en una zona habitacional desde los años 70s, platiqué con un señor proveniente de Israel que tenía muchos conocimientos de Agricultura y Agronomía, estaba verdaderamente impactado con la variedad de árboles, vegetaciones y plantas que había en ese terreno donde nos encontrábamos, en su país de origen requieren utilizar sistemas muy sofisticados de riego para mantener los plantíos, y, en Morelos, literalmente casi cualquier semilla que se siembra, germina, crece y da frutos, como en muchos otros estados de la República Mexicana gracias a su localización geográfica tan única y particular.

En el terreno que menciono había árboles frutales de mangos, naranjas, limones, aguacates, papayas, nísperos, higos, cidra, flores de distintas especies, sauces llorones, piñas al ras del suelo, platanares, palmeras de dátiles, árboles con granadas de las de semillas rojas, era verano, hasta maizales y plantas de frijoles germinando, además de que el pasto en esa región se mantiene con un color verde constante muy agradable, por eso precisamente se le llama a Cuernavaca la Ciudad de la eterna Primavera.

También la diversidad de insectos y aves polinizadores en esa región resultaba admirable.

Me comentó que seguramente, además de la gran cantidad de agua pluvial que existe en esa zona, los mantos acuíferos subterráneos debían ser muy abundantes, estaba impresionantemente sorprendido, y, comentó:

“Esta tierra podría darle de comer al Mundo entero”

Con la Cuarta Transformación se han implementado muchos planes para reactivar el campo mexicano, incluyendo el del plantío de un millón de árboles frutales y maderables en Chiapas, y, siguiendo ésta ideología progresista, en algún momento, podríamos lograr que las palabras de ese hombre se vuelvan, proféticas.