Monterrey es su cerveza. O lo fue. Desde hace años la Cervecería Cuauhtémoc dejó de ser regiomontana y se nacionalizó holandesa al ser adquirida por Heineken.

Esta derrota del orgullo regio no alteró los hábitos de la gente de la Sultana del Norte, que se sigue emborrachando con birra, sobre todo con Tecate.

De ahí que haya habido histeria colectiva en cuanto el gobernador cervecero de Nuevo León —a Jaime El Bronco Rodríguez su barriga lo delata— anunciara que la más que centenaria cervecera dejará dejará de producir y distribuir durante el mes de aislamiento por la pandemia del coronavirus.

No había terminado de hablar El Bronco, cuando los regios, que con tanto orden había respetado la sana distancia, se lanzaron en estampida a realizar compras de pánico de Tecate, Carta Blanca, Indio y Bohemia.

Oxxos, depósitos varios y la Vinoteca se llenaron de sedientos consumidores angustiados ante la posibilidad de que les falte el líquido que necesitan para vivir mucho más que el agua.

Por esa razón habrá cientos y hasta miles de contagiados con el Covid-19, ni duda cabe. Pero la aglomeración valió la pena para conseguir unas cuantas latas o botellas.

Dijo Sócrates que una vida sin examen no vale la pena ser vivida. Eso en la Grecia clásica. En el Monterrey de hoy la máxima socrática es otra: una vida sin cerveza para qué la quiero, mejor que me mate el virus de la corona (no, no la marca competidora de los mercancías de Cuahtémoc-Heineken).