Ya en el siglo XX, los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana adoptaron un gobierno centralista con fachada federalista, basados en un partido único o dominante, como lo fue el PRI hasta 1997, paradójicamente, todo esto regresa en 2018 con el triunfo de AMLO y su idea conservadora de recuperar el control central de la república.

Hay grandes diferencias entre gobernadores, sobre todo entre los de la Alianza Federalista —que tampoco son unos santos— y los gobernadores de Morena, quienes apoyan que el compañero presidente y camarada mantenga desde palacio un control absoluto de las decisiones, es decir, sumisión absoluta.

En lo que sí tiene toda la razón el compañero presidente, es que el pleito entre él y los gobernadores aliancistas gira en lo electoral, porque su posición autoritaria ha llevado al replanteamiento del pacto federal. Para AMLO, no tener el control de la aplicación de los recursos, implicaría perder la magnificencia en la entrega de dadivas y caridad, como ahora lo hace desde su política de “bienestar”.

El debate no es nuevo, ni complot contra AMLO

Ya en el sexenio de Ernesto Zedillo se tocaron temas como la coordinación fiscal y hubo un avance muy importante cuando se impulsó lo que se llamó el “nuevo federalismo” bajo el cual se pretendieron fortalecer las atribuciones y las capacidades de los gobiernos estatales y municipales, paraque pudieran ofrecer soluciones de manera local a las demandas de los ciudadanos.

Sin embargo, en ese momento se presentó un grave problema con el entonces gobernador de Puebla, nada menos que el célebre magnate inmobiliario Manuel Bartlett Díaz, quien para dar la vuelta al pacto federal y mantener la idea centralista de control, al menos en su estado, mostró una actitud antidemocrática que contravenía el federalismo constitucional. Decidió que él como gobernador determinaría el uso, destino y monto del presupuesto en el estado y en los municipios.

Esa misma disputa por el presupuesto, también se dio en el gobierno de Calderón con Carstens y con Videgaray y Meade en el gobierno de Peña Nieto. En esos momentos, las cosas no pasaron a mayores debido a que el presidente, el secretario de Hacienda en turno y los gobernadores alcanzaron acuerdos a través del diálogo, pero en esta administración AMLO se niega a recibir a los gobernadores, provocando un mayor conflicto político.

A los gobernadores de la Alianza Federalista se les sumaron todos los gobernadores del PAN quienes fijaron su posición rechazando los “irreflexivos recortes al gasto federalizado, la apropiación de los recursos de los 109 fideicomisos y a falta de previsiones y acciones sustanciales en el manejo de la pandemia por covid-19 a nivel federal”.

Aunque el tema se ha tocado en diversos momentos, continúa el problema de fondo que consiste en tener un pacto federal que corresponda a la Constitución de una república federal.

Este tema realmente data de la Constitución de 1824 y el debate que se presentaba entonces involucraba a conservadores de corte centralista y liberales de corte federalista.

Los centralistas opositores a la Constitución de 1824, pertrechados en la iglesia y el ejército, argumentaban que siempre habían existido las provincias con un gobierno central y consideraban que el régimen federal debilitaría a la nación, la cual necesitaba unión para hacer frente a eventuales intentos de reconquista de España.

Conservadurismo

El argumento resulta parecido al que vivimos en estos días, AMLO el conservador que se refugia tanto en el Ejército como en la Iglesia y que dicta sus consideraciones desde el púlpito de la mañanera: “Desde luego también, si se va a proponer en la reforma quitarle recursos al gobierno federal, pues no lo vamos a permitir. ¿Pues cómo?, si ahora como nunca la gente está recibiendo apoyos del gobierno federal de manera directa”.

La propuesta del presidente no varía mucho a la de Antonio López de Santa Anna con la contrarreforma centralista de 1836 y las famosas “siete leyes” emitidas por el conservadurismo de aquella época.

Los federalistas, influenciados por la Constitución de Estados Unidos y por las ideas de los padres fundadores de aquella Nación, como Hamilton, Madison y Jefferson, sostenían el deseo y voluntad de independencia y que los estados se encargaran de proveer a su población de bienestar y satisfactores, para ello, los estados deberían ser los responsables de hacer las recaudaciones, además, en esta conformación, el Senado de la república sería su representante y no un instrumento del poder de la federación.

En los más de 200 años del México independiente, esa ha sido la historia, una lucha intestina, entre quienes quieren mantener un gobierno central, como pasó en la Constitución de 1835 y las “Siete Leyes” que tuvieron por objeto sustituir la Constitución de 1824, situación que dio pie a sublevaciones e intentos separatistas, como sucedió con Yucatán, Tabasco y, desde luego, Texas.

Así, la historia, así las sumisión y la hipocresía.