?Las mujeres no somos un tema, somos causa?, así lo señala Marcela Lagarde quien no necesita de mayor presentación. Yo además de causa le sumaría que somos vida, personas con igualdad de derechos, civilidad, desarrollo, opinión y acción proactiva. Las mujeres somos esa mitad de este mundo que históricamente se ha empeñado en invisibilizar, marginar y hasta convertirla en moneda de cambio.

Hace algunas semanas compartí con ustedes el riesgo que sufre una sociedad que además de vivir violencia y pérdida de valores hasta el punto de frivolizar los asesinatos de las personas, además de esto, invisibiliza los actos violentos y normaliza un contexto generalizado de desvalorización y descomposición del tejido social. ¿Por qué me refiero a estas palabras nuevamente? Pues simplemente porque la violencia en nuestras comunidades y sociedad no para, no descansa, no da tregua.

Es un hecho que las políticas de prevención no son sustantivas y no reditúan ni impactan en forma tangible, en la disminución de la violencia y la inhibición de sus causas. Es por eso que resulta altamente importante que cada mujer tome medidas propias de prevención y hoy, cuando la violencia contra las mujeres es una realidad aun minimizada por sociedad y gobierno, la violencia familiar se sigue considerando un asunto de pareja o doméstico y la violencia durante el noviazgo es una realidad cada vez más vigente en nuestra sociedad, se desarrollen medidas individuales de prevención y seguridad.

De acuerdo con el Protocolo para la atención de usuarias y víctimas en los Centros de Justicia para las Mujeres en México, editado por el Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, las autoridades deben estimar el riesgo en el cual vive una mujer ?en condición de víctima- con la finalidad de tomar medidas de protección.

Estos factores que deben ser analizados por las autoridades, muy bien pueden ser considerados señales de alerta para las mujeres que viven violencia y pedir ayuda antes de que las agresiones pongan en peligro su vida.

De acuerdo con lo señalado con el Protocolo mencionado, los factores que aumentan la peligrosidad del agresor y la vulnerabilidad de las mujeres en condición de víctimas de violencia son los siguientes: 1) Posesión de armas o accesibilidad a las mismas; 2) Uso de armas en episodios de maltrato anteriores; esto puede ser con la persona que analiza el riesgo o incluso en episodios anteriores con otras personas; 3) Amenazas con armas; 4) Heridas graves en episódicos previos de maltrato; 5) Amenazas de suicidio; 6) Abuso de drogas o alcohol; 7) Comportamiento obsesivo; 8) Celos patológicos; y/o 9) Extrema dominancia.

Otros factores que pueden incidir en la peligrosidad del agresor son: el posible estado depresivo en que esté; la historia de violencia doméstica previa en sus respectivas familias; la posibilidad del agresor de acceder físicamente a la usuaria, si conoce sus movimientos, su forma actual de vida y si previamente la ha privado de su libertad y la última y no menos importante, es que la persona que sufra violencia considere verdaderamente que quien la agrede (esposo, novio, pareja, ex pareja) sea capaz de asesinarla.

Estoy segura que en lo individual estas señales de alerta compartidas en el Protocolo y tomadas del libro ?Mujeres víctimas de violencia doméstica. Programa de actuación? de Francisco Javier Labrados, pueden ser de gran utilidad para prevenir episodios de violencia que pueden derivar en el arrebato de la vida de las mujeres.

Obligado resulta en este espacio, la frase de Eleanor Roosevelt: ?No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla?. Mientras esperamos para leernos la semana entrante, les invito a la reflexión analizando el papel jugamos en nuestras familias como generadores de violencia o creadores de entornos de paz.

Twitter: @mujerporlapaz