De memoria:

En 2003, cuando el mundo dudaba que un líder social pudiera reorientar a un gigante de América Latina, Luiz Inacio Lula da Silva se puso el pesado abrigo, se calzó dobles calcetines y llegó a Davos. Nunca había estado en Suiza y se sorprendió al ver a la “Montaña mágica” que inspiró a Thomas Mann hasta colocarlo en la ruta del Nobel de literatura, y lanzó un primer comentario: “pues sí, estamos en la cumbre del mundo y hay que enfrentarnos a todo lo que eso representa para mostrar que hay otras formas de avanzar…”.

La frase cautivó el interés de otros gobernantes, empresarios, líderes sociales y tomadores de decisiones financieras porque Lula había ido a informar al mundo de su proyecto de gobierno y del rumbo que tomaría Brasil en los próximos años bajo su liderazgo.

Con gran habilidad política, se presentó como un trabajador que, sin diploma universitario, que desde la izquierda sindical había llegado a la presidencia del gigante de América del Sur y con sencillez presentó su proyecto de nación, conquistó al mundo y a partir de ahí obtuvo las inversiones necesarias para la transformación prometida a sus ciudadanos.

En esos tiempos, Lula era el centro del Foro de Davos, no había quien no lo abordara, hasta en el baño, incluidos empresarios y gobernantes para fotografiarse, intercambiar tarjetas, comentarios y hacer inversiones.

Como su gobierno concilió crecimiento económico con justicia social y porque rompió los moldes del capitalismo, la élite que cada año convoca el Foro de Davos lo premió en 2010 como "estadista global" y, dado que no acepta representaciones personales, aceptó que no acudiera y que enviara un mensaje grabado.

Así, Lula y su programa de gobierno transformó a la política y conquistó al mundo. Luego vendrían los escándalos.

Nuestra realidad:

En contraste, el proyecto transformador de Andrés Manuel López Obrador desaprovechó la oportunidad y la experiencia brasileña en ese foro.

Dado el contexto económico internacional, el gobierno mexicano envió a un representante que no figuró en las decisiones finales del T-MEC y que, en su primera presencia pública, omitió las eventuales ventajas para la inversión que pretende el modelo de la Cuarta Transformación para advertir que el esquema de desarrollo no está en la innovación y la competitividad sino en una mano de obra que, pese a los incrementos en los salarios mínimos, todavía es muy barata.

En los espacios disponibles del Foro de Davos, no se ha explicado cómo se enfrentarán los grandes retos en materia de bienestar social para lo que se requiere reducir la desigualdad y abatir la pobreza que afecta al 45 por ciento de la población, además de resolver el pesado lastre de la corrupción y la inseguridad.

No trascendió la forma en la que se pretende estimular el crecimiento o cuándo y cómo se promoverá la inversión pública y el gasto social, sin más endeudamiento y garantías de estabilidad macroeconómica ni qué reformas estructurales se tendrán que llevar a cabo para asegurar la redistribución del ingreso nacional y si las reformas atenderán el fortalecimiento del Estado de derecho, la lucha contra la corrupción y la reducción de la informalidad.

Aunque es un tema central del Foro, no se explicó la política internacional del sexenio ni la actitud frente a los migrantes en caso de que Donald Trump no continúe su mandato.

En 2019 México experimentó el número más alto de homicidios y eso fue noticia mundial. Por eso, era una posibilidad dorada para informar globalmente en qué consiste el plan para mejorar la seguridad y fortalecer el Estado de derecho para reducir el delito y promover la actividad económica, porque ya vimos que, ante la inseguridad, las empresas limitan sus actividades y suspenden inversiones.

Los mensajes de la Secretaria mexicana de Economía, cuando más, respondieron a preguntas circunstanciales y no a un proyecto de Estado.

Más aún, al no ser parte relevante de las sesiones, confirmó su desamparo político y la inexistencia de un programa de comunicación que la hubiera identificado noticiosamente como representante de un gobierno transformador. Pero se despreció la ventaja.

Por lo que vimos, a pesar de su capacidad profesional (o quizá por eso) la secretaria Graciela Márquez fue enviada a Suiza a cubrir un expediente que, a diferencia de lo que hicieron otros líderes sociales con este Foro, para el gobierno mexicano debió pasar por un curso elemental de lectura de comprensión para que sus resultados fluyeran como cuando se barren las escaleras: de arriba abajo.

@lusacevedop