¿Alguien duda de que hay una guerra en nuestro país? Ahora pelean, entre sí, las fuerzas de seguridad del gobierno mexicano. Terrible lo de ayer en la carretera México-Cuernavaca, a la altura de Tres Marías, donde agentes de la Policía Federal atacaron a balazos a una camioneta de la embajada de Estados Unidos que, con placas diplomáticas, conducía un integrante de la marina armada de México.

No son buenas, y no lo serán en el corto plazo ,las noticias en materia de seguridad.

Al mismo tiempo, lo entiende cualquiera que de vez en cuando lea la prensa financiera internacional, el futuro económico de México es simple y sencillamente luminoso, sobre todo si el cambio en el gobierno federal se da con la mínima dosis de tranquilidad que necesita el proyecto de reformas planteado por el grupo político ganador el pasado primero de julio.

¿Por qué el optimismo relacionado con la economía en un país con tan serios problemas de violencia? Porque el equipo de Enrique Peña Nieto, que seguramente será nombrado presidente de la República por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ha sido muy exitoso al vender la idea de que sacará adelante, al margen del costo político a pagar, las reformas estructurales que hacen falta, sobre todo la relacionada con el petróleo.

En ese equipo juega en la posición principal después del líder Peña Nieto el economista, ya con experiencia política y electoral, Luis Videgaray. En los análisis que he leído sobre México desde el primero de julio, a Videgaray se le reconoce el mérito de ser el más comprometido con las reformas. Por eso, se le agrede tanto. Es lógico.

Hasta Andrés Manuel López Obrador ha decidido lanzarse contra Videgaray. Y esto no es poca cosa ya que AMLO, el más importante líder social que hay en México, es un experto en el arte de pelear solo con personajes mayores (pleitos hacia abajo, ninguno; pleitos arriba o con iguales, todos los que considere necesarios).

Ayer viernes dijo Andrés Manuel en Twitter: “El Banco de México alteró comprobante electrónico sobre una transferencia de 50 millones para proteger a Videgaray. Insólito y gravísimo”.

Entiendo a López Obrador. Es un gran estratega, un político excepcional. Sabe –más que adivinarlo, lo sabe, él es un analista fuera de serie– que el Tribunal Electoral no accederá a su petición de invalidar la elección presidencial del pasado primero de julio. Evidencia sobra para conocer por anticipado el comportamiento de los magistrados electorales. Como el hecho, así calificado por el presidente del PRD, Jesús Zambrano, de que el IFE ha actuado con “saña” contra los partidos de izquierda.

En términos de lógica política resulta comprensible lo que hace López Obrador: debilitar, o intentar hacerlo, al principal operador de Peña Nieto, lo que, si se consiguiera, dejaría al propio Peña Nieto sin posibilidades de éxito en sus proyectos de gobierno.

Andrés Manuel está pensando en la próxima elección presidencial, y hace lo correcto. El problema es que, contra lo que pudieran desear sus asesores electorales, el próximo cambio de presiente no se dará en el corto plazo (como ocurriría si el Tribunal Electoral anulara la contienda del primero de julio), sino en seis años.

Seis años trabajará López Obrador, un hombre terco que sabe navegar contra el viento y que no va a dejar de buscar la Presidencia.

Como la guerra, absurda, perdida, sin sentido, en que Calderón metió al país no se va a resolver pronto (cada día es más compleja, como lo prueba la balacera de Tres Marías), lo relevante para el próximo gobierno deberá ser la economía, que puede crecer más que ninguna otra en el mundo (no son pocos los análisis que llegan a tal conclusión).

Pero, antes de pensar en que la economía crezca, las reformas estructurales deben darse. El operador de Peña Nieto para lograrlas es Videgaray. López Obrador lo sabe y, tanto por ideología como por cálculo político, trabajará para impedirlas. Por eso un líder de su tamaño, enorme sin duda, ha decidido, ya desde hace semanas, lanzarse contra alguien más joven y que apenas empieza a destacar en las ligas mayores de la política mexicana.

¿Qué va a hacer Andrés Manuel después de que el Tribunal Electoral decida que Peña Nieto será presidente de México? Tiene dos opciones: la resistencia otra vez, es decir las movilizaciones en la calle, o bien la política institucional de abierta oposición al gobierno.

No conozco el pensamiento de López Obrador ni creo que ninguno de sus allegados tenga la menor idea de qué ha decidido Andrés Manuel hacer después de que se califique la elección de Peña Nieto.

De lo que no tengo ninguna duda es de que Andrés Manuel ya sabe qué camino seguirá. Compartirá su idea con la gente de los partidos de izquierda y de Morena, los invitará a seguirlo, dará las gracias a los que se retiren y hará, como siempre, lo que considere es lo mejor para el proyecto político que dirige.

Creo que habrá, después de que el Tribunal Electoral decida, acción en dos frentes: el de la movilización y el institucional.

Andrés Manuel no encabezará mayores manifestaciones de protesta en las calles, pero tampoco pedirá a otros, los que quieran hacerlo, que se desmovilicen. Es dable esperar que algunos grupos, sobre todo el #YoSoy132, salgan a la calle. Lo harán especialmente en el Distrito Federal, lo que complicará la existencia, los siguientes tres meses, a Marcelo Ebrard y después a Miguel Ángel Mancera. En el resto del país no veo condiciones para una gran protesta.

En lo que sí tendrá López Obrador una participación activa, desde el momento mismo en que se califique la elección, será en el tema de organizar el activismo de izquierda para impedir que las reformas planteadas por Peña Nieto y Videgaray se concreten.

López Obrador sabe que las reformas estructurales solo pasarán en los primeros meses del nuevo gobierno, cuando mucho en el primer año. Después, por los costos políticos para el PRI (y para el PAN, que las apoya), que serán simple y sencillamente gigantescos, no habrá manera de lograrlas.

Si Peña Nieto y Videgaray quieren reformas no populares, como la energética y aun la laboral, deben moverse rápidamente, de tal modo de tener todo un sexenio para convencer a la opinión pública de que eran necesarias y de que han dado resultados positivos.

Andrés Manuel López Obrador sabe que por lo menos algo comparte con Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray: de ahora en adelante la principal bandera política de todos ellos es la de las reformas estructurales, de AMLO para impedirlas, de Peña Nieto y Videgaray para sacarlas adelante.

Creo, pues, que una vez que el Tribunal Electoral decida (y todos sabemos lo que decidirá) Andrés Manuel no se hará responsable, y nadie podrá responsabilizarlo por ello, de lo que ocurra en las calles que el #YoSoy132 intentará tomar, y pasará de sus denuncias a Peña Nieto y a Videgaray por presuntas faltas electorales, a culparlos fuertemente de todo lo malo que, para la izquierda, tienen las reformas, que Morena, el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano tratarán de obstaculizar desde el primer día del gobierno de Peña Nieto y aun desde antes.