Hemos venido diciendo acerca de acciones que son deseables que se lleven a cabo en materia de cultura, ahora que Puebla transita de un gobierno de derecha a uno de izquierda, según la geometría política en uso.

Pero más que una división tajante se trata de un mero mecanismo de distinción entre gobernantes. Primero me refiero a Rafael Moreno Valle (panista), quien gobernó en dos periodos consecutivos y se disponía a hacerlo en un tercero. Su característica principal fue la centralización de todas las decisiones, con resultados muy lamentables, en lo político, social y seguridad.

En el otro extremo, Miguel Barbosa Huerta, quien es gobernador electo, por las siglas de Morena,  y entre líneas, y por los nombres anunciados, se colige que impulsará un gobierno por un lado nacionalista y por el otro eficiente. Con grandes dotes de tradicionalismo. Aunque hasta ahora el de Morena no ha dicho el cómo, el talón de Aquiles de todos los gobernantes puestos en el arrancadero.

El nuevo gobernador se enfrenta al imperativo de ganar en las acciones de gobierno lo que no alcanzó en las urnas.

Por las razones que sean, pero apenas tres de cada diez fueron a sufragar el día de la elección, frente a siete de cada diez apenas un año antes. A eso hay que sumar que la zona conurbada de la capital de la entidad, la ganó el candidato de Acción Nacional en alianza con el partido de la Revolución Democrática. Un académico sin ninguna experiencia política previa, sin recursos financieros e infraestructura partidista,  sin estrategia electoral y equipo de trabajo medianamente dotado en esos menesteres.

Aun así ganó en los sectores medios y altos de la entidad, donde se concentra la población con mayor grado de estudios, la más politizada, la sede de los partidos políticos, universidades y grupos poderosos de oposición, como las cámaras empresariales, ONG´s, y en donde también la opinión pública es una especie de cuchillito de palo que no deja dormir. Gobernar la zona metropolitana no es hacerlo en algún municipio mixteco.

Las explicaciones de la derrota y el triunfo ya se conocen. La más socorrida es el castigo de la gente contra los malos gobernantes municipales emanados de Morena. Particularmente en la capital de la entidad, al frente de la cual se encuentra una persona que, después de ocho meses en el cargo y de un año de electa, sale a prometer que ahora sí se pondrá a trabajar, y pide un plazo de dos meses. No tiene planes ni diagnósticos de nada.

El documento de planeación por excelencia de todo gobierno (Artículo 26, CPEUM), el Plan Municipal de Desarrollo de Puebla, está impugnado en los tribunales por los pueblos indios de la capital porque no fueron consultados para su integración. Un acto que violenta la constitución mexicana, la local y los tratados internacionales. La ineficiencia y la petulancia son lo que ronda en los pasillos del Palacio Municipal.

¿Como ganó Morena? Ganó en las regiones de las sierras, en los antiguos bastiones del Revolucionario Institucional, en los pueblos que concentran los bolsones más grandes de pobreza y las más dolorosas desigualdades. En los que las relaciones clientelares se confunden con las antiguas instituciones de reciprocidad comunitaria. Donde los programas sociales no son derechos, sino apoyos que se mandan de arriba. Se trata de un mal agüero para el futuro de la democracia electoral.

En términos generales es el panorama en el que se dispone a rendir protesta el próximo jefe del Ejecutivo. Qué hacer en ese escenario en lo tocante a museos en Puebla. He aquí.

Lo primero es cambiarle la vocación al mala llamado Museo Internacional Barroco y hacer de ese galerón una vitrina para el arte moderno y contemporáneo (no tiene colecciones, la idea es desmantelar las iglesias); hacer del Museo del Ejército (un tributo de familia al general Rafael Moreno Valle, de su nieto Rafael Moreno Valle) el mayor escaparate para la producción artesanal de Puebla, y por último ajustar el guión museográfico del Museo de la Revolución Mexicana “Hermanos Serdán”. La Serdán fue la primera oposición “constitucional” en el país. La media hora de balazos en la casa es un episodio doloroso, pero circunstancial. Los Serdán encontraron en La sucesión presidencial, el libro de Madero, la coyuntura ideal para reprochar viejos agravios contra Mucio Martínez y Porfirio Díaz.