Interesante y hasta sorprendente reflexión del principal columnista de La Jornada, Julio Hernández:

 

Peña Nieto… no se refugió en su condición de puntero, según las encuestas convenidas, ni rehuyó la confrontación. Momentos hubo en que fue él quien tomó la iniciativa y enderezó críticas y descalificaciones para Josefina Vázquez Mota y para Andrés Manuel López Obrador. Dado que mucho se había advertido que no respondería los ataques en su contra, según eso para ‘no dividir a México’, resultó novedosa su actitud de no evadir temas e incluso de ser él quien lanzara ataques. Dio material para que su enorme plantilla de porristas de internet a sueldo sustentara la versión de que había salido bien librado de un gris peloteo de insuficiencias denominado debate.

 

Josefina Vázquez Mota… siguió siendo la misma: tono declamatorio escolar, planteamientos genéricos, evasión de temas difíciles para ella (su ausentismo en las votaciones de San Lázaro, por ejemplo, que Peña Nieto le embarró una y otra vez) y su consabida sonrisa permanente.

 

López Obrador prefirió el mantenimiento de su nueva imagen de serenidad amorosa, sólo interrumpida en ciertos pasajes para contestar las arremetidas (quién lo dijera) de Peña Nieto. No rompió el formato ni dio un golpe declarativo que lo mostrara con contundencia por encima de los otros candidatos… y permitió que el mexiquense y Vázquez Mota fueran los únicos que con insistencia se confrontaran.

 

Dado que había fundadas expectativas adversas respecto del comportamiento de Peña Nieto en este simulacro de debate, y que logró salir sin raspaduras ni tropiezo grave, el priista parece haber obtenido las mayores ganancias políticas… López Obrador no logró demostrar la supremacía conceptual y polémica que sus seguidores anunciaban y Vázquez Mota no pudo salir de la trampa de su ausentismo a la hora de las votaciones en San Lázaro y de su vacuidad genérica.