Como es bien conocido, Ricardo Anaya Cortés anunció hace algunas semanas su vuelta a la vida pública de México. Ello generó un sinnúmero de especulaciones, tanto dentro como fuera del PAN, en torno al futuro político del excandidato panista. Mientras no pocos militantes lo denuestan por haber provocado la escisión de Acción Nacional tras la lucha intestina contra Margarita Zavala, otros celebran su regreso como un faro de luz ante la ausencia de líderes dentro del partido que sean capaces de salvar al panismo del naufragio.

Algunos creen que Anaya será el candidato del PAN para la gubernatura de Querétaro, otros que esperará a buscar más tarde una senaduría, o quizá, nuevamente, la presidencia de la República.

Mucho podrá decirse sobre Ricardo Anaya: inexperimentado, causante de la debacle del PAN tras su fatídica alianza electoral con el PRD, traidor del panismo, implicado en los escándalos de corrupción de Emilio Lozoya Austin, entre otras acusaciones. Sin embargo, si el lector analiza concienzudamente el contenido de los vídeos que el candidato cuelga en la red semanalmente, encontrará un diagnóstico certero, pertinente y basado en la evidencia sobre los grandes problemas de México. Estas grabaciones contienen análisis que Anaya explora más detalladamente en su libro intitulado El pasado, presente y futuro de México.

El vídeo del lunes fue dedicado a la desigualdad; un problema rampante que lacera a la sociedad mexicana. A diferencia de las recetas lopezobradoristas, Anaya detalla las recomendaciones dirigidas a paliar este problema económico, tales como la progresividad fiscal y la inversión pública, con miras a incrementar los ingresos del Estado, y así proceder inmediatamente a la redistribución en áreas estratégicas para el desarrollo nacional, tales como educación y salud. ¡Genial en la teoría! ¡Complejísimo en la realidad nacional!

Anaya parece haber leído —y consultado como fuentes para su obra— a economistas modernos como el francés Thomas Piketty, el británico Anthony Atkinson, o los estadounidenses Krugman y Stiglitz. Quizá con un algún dejo de tecnocracia (el excandidato cita sucintamente el lugar que ocupa México como Estado recaudador dentro de los países de la OCDE) Anaya apunta irrefutablemente hacia los consensos mundiales en materia del combate contra la desigualdad y el crecimiento económico.

Es posible que el mensaje del joven Anaya no resuene en la mayoría de la población mexicana, quizá menos dentro de las filas de los seguidores de Morena y de López Obrador, y mismo dentro del panismo, pues aborda materias desde una lente progresista que difícilmente encaja en los ideales de la derecha mexicana. Sin embargo, el ex candidato luce por su clarividencia, por su correcta citación de datos, por su adecuado diagnóstico y por soluciones pertinentes urgentemente necesarias en México.

Si Anaya recupera los espacios públicos perdidos tras su fracaso en 2018, y es capaz de empujar algunas de sus propuestas, estas podrían convertirse en verdaderas políticas públicas. Desafortunadamente, su mensaje no ha tenido —hasta ahora— eco en los votantes. Al tiempo.