Al parecer el presidente López Obrador no ha decidido aún el nombre del sucesor de Alfonso Durazo en Seguridad. Algunos medios han señalado a Omar García Harfuch y al ex panista Manuel Espino, entre otros. Sin embargo, la historia reciente del lopezobradorismo apuntaría, como no podría ser de otra forma, hacia el canciller Marcelo Ebrard.

Ebrard es, sin lugar a dudas, uno de los personajes mas fuertes del gobierno de López Obrador; funcionario competente y con buena experiencia en materia de seguridad. Su cercanía personal con el presidente se ha traducido en un apoyo cuasi incondicional al movimiento lopezobradorista. En este contexto, el lector recordará el respaldo de Marcelo a AMLO en 2006 tras la retórica del fraude electoral, la captura de Reforma y la declaración de la “presidencia legítima”.

Tras el interinato de Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard sucedió a López Obrador en la jefatura de gobierno del Distrito Federal, a la vez que sirvió durante la gestión del hoy presidente de México a cargo de la capital del país. Por lo anterior, resulta natural que AMLO busque que Ebrard le suceda en la presidencia de México, en contra de la fuerza ascendente de Claudia Sheinbaum dentro de las filas de Morena.

Ahora, Ebrard en la Cancillería ha realizado un buen trabajo, pues ha sido capaz de contener a Trump, a la vez que ha mantenido a flote unas relaciones internacionales tan escasamente valoradas por López Obrador. ¿La mejor política exterior es la interior?

En este tenor, AMLO debe tener presente que el relevo de Durazo por Ebrard supondría una exposición política que podría socavar las aspiraciones presidenciales de Marcelo, pues ser responsable de la Guardia Nacional, particularmente tras el arresto del general Cienfuegos y la atención mediática sobre las fuerzas civiles de seguridad, implica una responsabilidad complejísima sobre tareas que rebasan al propio titular del ramo. Atrás han quedado aquellos años cuando el sucesor a la presidencia servía previamente como secretario de Gobernación, o que era responsable de las tareas más desafiantes del ejecutivo federal.

En suma, tras la dimisión de Durazo, y ante las constantes especulaciones en torno a la renuncia de Olga Sánchez Cordero, López Obrador deberá decidir sobre contar con un personaje cercano, confiable y competente como Ebrard a cargo de Seguridad o Gobernación, o proteger al delfín morenista en la Secretaría de Relaciones Exteriores