En el marco de los 75 años de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, jefes de estado y de gobierno participaron en la sesión virtual de la Asamblea General mediante el envío de vídeos pregrabados con motivo de la celebración de más de siete décadas de trabajos en favor de la construcción de un nuevo orden internacional.

Andrés Manuel López Obrador, presidente de la décimo quinta economía mundial —y segunda de la región latinoamericana— envió un vídeo cargado de simbolismos, de episodios de la historia de México y de autoelogios en torno a su autoproclamada cuarta transformación: un lema discursivo que poco —o nada— representa para el enriquecimiento de las aportaciones de nuestro país al fortalecimiento de la “fraternidad universal”.

El aspecto desaliñado del presidente sería anecdótico si no estuviese acompañado de referencias absurdas y fuera de contexto en el marco de un mensaje enviado a líderes mundiales. Como si de una mañanera se tratase, López Obrador se dirigió a su base electoral: a ese gran número de mexicanos que creen, a pesar de los resultados adversos, que su líder personifica el tránsito de México hacia un mejor porvenir político, económico y social.

Las palabras del presidente mexicano no abordaron temas cruciales de Naciones Unidas, tales como las acciones de la Agenda 2030, los retos del calentamiento global o la importancia del multilateralismo como herramienta para la solución de problemáticas globales. En lugar de ello, el presidente se refirió al bochornoso asunto de la “rifa” del avión presidencial, a pasajes del Nuevo Testamento y al origen del nombre del dictador italiano Benito Mussolini. Resulta inevitable la duda… ¿Cómo habrá reaccionado el primer ministro Giuseppe Conte al escuchar el nombre de su antecesor fascista en una Asamblea General de Naciones Unidas?

El mensaje de López Obrador reveló el anticipado desdén del presidente por las relaciones internacionales, por el multilateralismo y por las acciones concertadas en favor de la solución de los problemas que aquejan a la comunidad internacional.

En materia de política exterior, el canciller Marcelo Ebrard y el embajador ante Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente, alcanzaron una consecución destacada tras la elección de México como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a partir de enero de 2021: un triunfo derivado de la gestión diplomática de los funcionarios que integran la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Sin embargo, tras la reciente intervención del presidente, se comprueba que el éxito diplomático fue alcanzado no por la convicción internacionalista del presidente, sino a pesar de su desinterés por el papel que juega México en el concierto de las naciones.