El candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden, ha propuesto una serie de reformas que reflejan el espíritu progresista de su partido, su convicción en favor de la lucha contra la desigualdad y el mejoramiento y ampliación de los servicios de salud. Si bien no le faltan detractores, como los seguidores de Bernie Sanders, quien pugna por reformas sociales más profundas, Biden ha diseñado una plataforma progresista que le coloca a la izquierda de otros demócratas como Barack Obama o Bill Clinton.
Biden ha propuesto una reforma fiscal que representaría la eliminación de los recortes indiscriminados de impuestos establecidos durante la administración de Donald Trump. De igual forma, ha hecho hincapié en que el aumento de la carga fiscal impactará únicamente a los contribuyentes que perciban una cantidad superior a los 400 mil dólares anuales. Su política responde a un consenso económico en torno a la aplicación de una tasa fiscal progresiva con miras a reducir las brechas de desigualdad en los Estados capitalistas.
En materia de salud, Biden ha propuesto la continuidad del Obamacare y la expansión de los programas para adultos mayores y para los más desfavorecidos, mediante subsidios del gobierno federal para la adquisición de cobertura médica.
Ahora miremos a México. López Obrador y sus correligionarios se jactan de representar a esa izquierda comprometida con el combate contra la pobreza y el alivio de las necesidades básicas de los más vulnerables. Sin embargo, a la luz de la evidencia, el presidente mexicano dista de implementar políticas que conlleven eventualmente a objetivos de desarrollo económico. Por un lado, no ha existido una reforma fiscal dirigida al incremento de impuestos a los deciles superiores ni políticas en materia de salud que favorezcan la expansión de la cobertura sanitaria.
Si bien la coyuntura económica provocada por la pandemia hace inviable cualquier intento de reforma fiscal -pues sería suicida en tiempos de recesión económica- el presidente López Obrador ha priorizado proyectos de corto alcance que dudosamente generarán condiciones para el alivio de los más pobres. Por otro lado, el presidente ha insistido en la continuidad de proyectos que contravienen los objetivos progresistas alrededor del mundo, tales como la lucha contra el cambio climático, a la vez que desdeña el movimiento feminista.
López Obrador seguirá autodenominándose como un político de izquierda. Sin embargo, según las acciones, sus políticas no representan un verdadero gobierno progresista, sino un proyecto político unipersonal que busca la materialización de una plataforma ideológica que no encaja en los ideales reformadores de los principales partidos políticos de izquierda en el mundo.