En Morena hay un despertar político muy interesante. En los últimos tres años, los dirigentes se encargaron de castrar la iniciativa, la organización y la discusión de los problemas. La gente perdió los espacios donde el ejercicio colectivo le allegaba a los militantes el permanente discutir de las ideas, donde las palabras iban de la mano con las acciones, con el aprendizaje, con la disciplina partidista. Lamentablemente los militantes perdimos la batalla ante la burocracia. No solo nos disolvieron la estructura que habíamos construido con esfuerzo, sino que se acotó el instrumento que aspiraba a convertirse en el impulsor de las demandas sociales del pueblo

Estas políticas llevaron al partido a su postración. Perdió su identidad original y su gente, en lugar de ser el soporte de un proyecto de cambio, fue utilizada para hacerles la tarea a un conjunto de vivales buenos para nada. Hoy los sufrimos con pena porque la mayoría de ellos no huelen ni hieden. Los más se ocuparon de sus intereses y se olvidaron del proyecto político que fue el que votaron treinta millones de electores. Ese tipo de personas es el que ha desacreditado el trabajo del partido y el que ha permitido que la dirección de Morena se haya convertido en un ejercicio estrictamente personal.

La experiencia de muchos dirigentes que trabajaron por años para cambiar el rostro del país no cuajó porque en su esfuerzo no estuvieron presentes las ideas, la organización y el debate. Ya Víctor Hugo señalaba que nada tiene tanta fuerza como las ideas cuando a estas les ha llegado su hora. La llamada clase política del país no cuenta con los elementos básicos que alimentan el debate. Es una clase política inculta, politiquera y conservadora. Por eso es el fiel retrato de liderazgos rebasados, lerdos, y crecientemente ignorados por una sociedad que entiende mejor las cosas que los auto llamados líderes políticos.

Juan Carlos Monedero, joven dirigente del partido Podemos, de España, señalaba “que los grandes debates reclaman una generosidad que no pueden tener los partidos políticos convertidos en empresas” (1) Morena es dirigida con estos criterios, la que manda, la que dirige, es la dueña, la gerente. Le han castrado su filosofía y su razón de ser. Esta es una de las causas por las que la dirección es ajena a la política y, en cambio, esté convirtiendo a Morena en una empresa la cual la mayoría de la militancia y los intelectuales democráticos se niegan a aceptar.

En mis años de lucha y de observar el comportamiento de quienes eufemísticamente se denominan clase política, sólo en pocos momentos de su vida les apareció la lucidez, la congruencia y su preparación intelectual. Esto dio vida a proyectos que dejaron huella en el país y en la conciencia de la gente. Hoy, hacia donde se mire, se encuentra uno con “dirigentes partidistas” que dan pena ajena. La política ya no puede caminar con los mismos esperpentos. Necesitamos dar un golpe de timón y poner al frente las ideas, la congruencia, la honestidad, las convicciones y el trabajo. En el horizonte morenista hay cuatro personas que nos quieren “dirigir” Junto a ellos hay otros, tan cínicos los más, que, llevarlos a los encargos que ocupan, tanto en el partido como en el gobierno, no significó ningún avance para nadie. Sólo fortalecieron sus intereses. Hoy con la mayor desfachatez vuelven a requerir nuestro voto, nuestro trabajo o nuestra complicidad.

Si no entendemos las cosas que hay que cambiar, seguiremos masacrando las ideas y la democracia. Hay que hacer un esfuerzo para que en nuestro actuar estén presentes los valores éticos por encima de los intereses personales. Hay que abrirles paso a las ideas, a la democracia y a la unidad para fortalecer el partido de la transformación. ¡Basta de zarandajas! Yo apuesto a quien conozco por su trabajo, por su trayectoria, por compartir ideas y reflexiones con la militancia. Apoyo a la mujer que se opone al oportunismo, la que dice abiertamente que deben respetarse los estatutos, la que no juega a las encuestas, la que no está embarrada en acciones oscuras que ofenden a la sociedad.

Le apuesto a Bertha Luján porque conozco su historia, su trabajo, su honestidad. Desde hace décadas su vida tuvo y tiene que ver con el mundo del trabajo, con los que luchaban por la libertad sindical, contra el sindicalismo blanco y ahora contra el charrismo político. Estoy con ella porque parafraseando a Viviana Sanzón, “hay mujeres que ya están cansadas de pagar los platos rotos de tanto dirigente inepto, corrupto y manipulador” (2) Esta mujer ha abierto sus sentidos y a nosotros los ojos. Por eso yo me preparo a emitir mi voto a su favor.

Conversación con Juan Carlos Monedero, Ramón Lobo, Editorial Turpial

El país de las mujeres, Gioconda Belli, Editorial La otra orilla