De antemano tenemos que entrecomillar a la izquierda realmente existente en México. En efecto, muchos países del mundo cuentan con una izquierda que ha resultado ser la mejor representante de los intereses neoliberales. Pero la izquierda es diferente en cada país, y así tenemos buenos ejemplos del caudillismo reciclado en América Latina, quizá ahora mejor representado por los dos últimos gobernantes de Venezuela, claro, gracias a la democracia electoral que los ha llevado al poder, no hay que olvidarlo; pasando por las izquierdas que gobiernan y se encuentran en buena parte de allende el sur. Hasta llegar con el mejor, que fue el presidente y gobierno de Uruguay, el de José Mujica. Para mi gusto el líder y ex presidente de este país representa en este momento los valores que deben privar en la política actual y no sólo de la izquierda: congruencia, humildad, austeridad, recogimiento.

Quizá por lo anterior no me simpatiza la izquierda electoral y burócrata que se ha logrado en México. Mucha de la izquierda que se ha ?empoderado? se comporta exactamente igual que como las estructuras políticas que la han llevado al poder: corrupta, dispendiosa, ostentosa y buchona (sic). Los gobiernos no han cambiado con la alternancia, repiten los patrones, donde el estereotipo del político, del gobernante, se parece cada vez más al del mafioso. Es decir, la realidad política mexicana no se defiende mucho para que todo lo relacionado con la política sea por definición asunto para el denuesto, al contrario, la política en México es un caldo de cultivo de malos ejemplos. Ello es una importante razón para entender por qué en el imaginario de la ciudadanía la política sea mala por definición. En el marco de esta triste y lamentable visión de la política, es una reacción natural apoyar demandas o propuestas, como las que circulan a diario por las redes sociales, relacionadas, por ejemplo, con eliminar diputados, bajarles el salario, no pagar la tenencia, hasta políticas que se asumen a favor de endurecer las leyes, de ampliar las disposiciones legales en la vertiente punitiva, prohibiciones, sanciones, castigos. Esto también es una pobre visión de la política, porque es una política que apela a la autoridad y no al ejercicio de las libertades (Hannah Arendt dixit).

Por razones como estas, es que considero que la cultura política mexicana es por demás mediocre, asunto que sin duda se revela en todos los niveles y sectores, en los más diversos temas: género, salud, sexualidad, alimentación, medio ambiente, etc. Las organizaciones sociales, ciudadanas, políticas, profesionales, laborales, no gubernamentales, no están exentas de que sus demandas y consignas sean anacrónicas, retardatarias, oscurantistas, para decirlo como Arendt. Por lo mismo, de los partidos políticos y nuestros gobernantes desgraciadamente no esperamos las mejores propuestas, ni leyes ni mucho menos políticas públicas de vanguardia. De ahí que tampoco espere mucho de la educación cívica y la cultura política ciudadana en este país, en realidad es reflejo de una vieja y cruenta realidad, ahora en un contexto de creciente violencia y de miles de muertos y desaparecidos. La coyuntura en la que nos encontramos no es precisamente un ?área de oportunidad? para fortalecer nuestra cultura política, para mejorar nuestra educación cívica en general. Al contrario.

De ahí que no nos extrañe encontrarnos que de repente muchos mexicanos simpaticen con ideas, propuestas o consignas que en mi opinión son populistas y de derecha. Las propuestas de eliminar los diputados plurinominales, de bajarles el sueldo o de que ganen el salario mínimo, parece más una actitud de revancha que una política de austeridad. Quizá haga falta un mayor equilibrio salarial, ya que las diferencias son abismales. Por lo demás, el gasto destinado al poder legislativo es significativamente menor entre los tres poderes, el impacto en consecuencia sería solo simbólico, y quién sabe si eso sea bueno en tanto reproduce un pobre y mediocre estereotipo de cultura política, la que considera que todo político es malo y corrupto.

Este populismo se manifiesta también en una visión autoritaria, intolerante y poco respetuosa de la diversidad cultural y el pluralismo político, que como decíamos, apela a la autoridad y propone leyes punitivas, basadas en sanciones y prohibiciones. Ejemplos al respecto abundan, aunque nombrarlos ahora no es políticamente correcto, ya que te enfrentas a eso que, digo yo, los caracteriza: intolerancia y falta de respeto al pluralismo político y cultural. Me refiero pues a todas esas leyes que prohíben y sancionan, leyes reactivas y más bien reaccionarias. Me refiero, por ejemplo, a las prohibiciones del circo con animales, de las corridas de toros, de la cacería y de muchas otras costumbres y expresiones culturales que los promotores de la prohibición y la sanción ven como anacrónicas, como atavismos. En realidad, estas leyes están demostrando lo contrario de lo que pregonan, no son de avanzada ya que muestran una fuerte disposición a la discriminación, a la intolerancia, a la falta de respeto en todas sus variantes. Hay incluso una visión etnocentrista que refleja una falta de comprensión del otro. Los promotores de los derechos animales cada vez se distinguen menos de las organizaciones derechistas como Pro-Vida, hasta en la publicidad amarillista y sensacionalista se parecen.

Tampoco me queda duda que estas posiciones de personas y organizaciones deviene mucho de ciertas modas ideológicas, el movimiento New Age por ejemplo, pero también de la ignorancia y de la falta de reflexión y conocimiento, y sobre todo del oportunismo político. No hace mucho tiempo, cuando una mujer del espectáculo fue exhibida y linchada en las redes sociales por mostrar una foto con su marido con una presa de cacería, un senador de izquierda propuso prohibir la cacería en todo el país, desconociendo absolutamente el impacto que la radical medida tendría en la conservación del medio ambiente, la alimentación y la cultura de los pueblos en general. Las actividades cinegéticas, como le llaman los expertos en manejo ambiental, no sólo pueden considerarse como una actividad que propicia la conservación de las especies. La cacería es practicada profusamente por pueblos y comunidades indígenas y rurales en todo el país. Representa una fuente importante de alimentos y nutrientes en su dieta diaria. No olvidemos tampoco que quienes más practican esta actividad, los pueblos indios, son los que viven y manejan los pocos bosques y selvas que nos quedan en México y el mundo. Contra lo que se piensa, cazar puede significar conservar. Por eso, antes de prohibir, nuestros legisladores deberían investigar el impacto de estas medidas autoritarias. A veces el remedio resulta peor que la enfermedad, lo dice la sabiduría popular, como ya se demostró con la prohibición de los circos con animales.