El pasado 7 de junio se celebraron elecciones intermedias en el país y se renovó la Cámara de Diputados y algunos congresos locales, así como algunos gobiernos estatales y municipales.

En primer término, puede afirmarse que los resultados de la elección fueron muy positivos para el Presidente Peña Nieto. Como jefe de Estado logró garantizar que las elecciones se condujeran de manera pacífica y ordenada, particularmente si consideramos las amenazas que existieron al proceso. Como jefe de gobierno obtuvo la mayoría en la Cámara de Diputados, con su partido y junto con sus aliados. Como jefe de partido, logró que el PRI mantuviera la mayoría relativa en la Cámara de Diputados.

Lo anterior facilitará que muchos de los cambios importantes introducidos a principio de sexenio con las reformas estructurales puedan consolidarse, al tiempo que los procesos de aprobación del presupuesto podrán ser menos complejos, con lo que se brindará mayor estabilidad a la economía. Esto último es sumamente relevante si se considera que esta administración buscará construir un presupuesto más eficiente y que responda a las necesidades del país y no a una tendencia inercial de ejercicios presupuestales anteriores.

Por otra parte, la elección fue positiva para la democracia. Estas elecciones evidenciaron la creciente competencia que existe en el sistema electoral, en gran parte como resultado de la reforma política iniciada a principios del sexenio en el seno del Pacto por México. En esta elección participaron nuevos partidos, mientras que otros desaparecieron; además, se contó con candidatos independientes que lograron ganar posiciones, muchas de ellas de gran importancia como es el caso de la gubernatura de Nuevo León.

La competencia es benéfica para la ciudadanía puesto que obliga a los partidos a mejorar sus prácticas, escoger mejor a sus candidatos e involucrarse más en las actividades de sus gobernantes, pues su actuar tiene una incidencia cada vez mayor en los resultados electorales. Al mismo tiempo, los ciudadanos cuentan con más opciones para elegir, y se abren mayores oportunidades para quienes buscan contender en los procesos electorales.

De igual forma se vivió una transformación del sistema de político, al pasar de un esquema mayoritariamente tripartidista a uno más plural. En la pasada elección intermedia de 2009, los tres principales partidos, PRI, PAN y PRD, alcanzaron 90% de las curules en la Cámara de Diputados con 447 escaños en total, mientras que en esta última elección obtuvieron 367 lugares, o 75% de la Cámara. En cambio para esta última elección, los partidos minoritarios ganaron 133 lugares, más de una cuarta parte de la Cámara Baja, lo que representa un aumento significativo con respecto a la elección intermedia de 2009 cuando obtuvieron 53 posiciones. Como resultado, el Partido Verde, por ejemplo, quedó a sólo 9 escaños del PRD, que es la tercera fuerza.

También se observó en la última elección una disminución en el llamado ?voto duro?, y se demostró que el votante puede llegar a castigar a los malos gobernantes. Al respecto, se evidenció que el desempeño de los gobernadores tiene un impacto negativo en los resultados de su partido si son percibidos como incapaces o deshonestos. Por ello, los partidos ya no podrán desligarse de sus gobernadores y de sus labores y deberán buscar no sólo buenos candidatos que ganen elecciones, sino que sepan gobernar.

En este sentido, los partidos deberán moderar e incluso intervenir en casos de gobernantes que no estén a la altura de las expectativas y que puedan poner en riesgo elecciones futuras.

No cabe duda que nuestro sistema político muestra avances muy importantes. A lo largo de los años los mexicanos hemos sabido construir una democracia que madura y que se perfecciona. Sin embargo, para gobernar bien se requiere de buenos partidos políticos, que mejoren sus propuestas, escojan mejor a sus candidatos y procuren buenos gobernantes y legisladores para todos.

 

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