Uno de los organismos autónomos más importantes para el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha sido a lo largo de décadas el CONACyT.  La institución representa en sí misma el espacio que México concede a la ciencia y la tecnología para impulsar al país. Todos los días científicos, investigadores, profesores, administrativos, alumnos y demás implicados participan de la construcción de un país donde la ciencia y la tecnología sirvan como catalizadores del bienestar colectivo.

Lamentablemente y pese a que ha habido innumerables y loables logros en el avance de la ciencia y la tecnología, los beneficios no han sido para todos. Los organismos encargados de capitalizar la inversión han prevalecido desasociados de los verdaderos problemas nacionales y se han enfocado en el crecimiento de los temas que se enlistan al mercado, donde como siempre, han sido beneficiados los pocos que por mucho tiempo tuvieron nexos con el poder político.

Los detractores del CONACyT están conscientes de que no se enfrentan a políticos, sino a científicos y administradores interesados en llevar la ciencia a la población y permitir que la derrama de los adelantos científicos y tecnológicos lleguen a todos; cumpliendo con el derecho humano de incluir a cada ser humano en los beneficios de la ciencia y la tecnología. Por eso sus ataques no son ni racionales ni académicos.

Quienes se han encargado de construir la arremetida campaña contra la institución están interesados en mantener sus privilegios y en seguir concentrando los recursos que ahora llegarán a los ciudadanos. ¿Quiénes son los que atacan al CONACYT en plena ruptura con el establishment?

Evidentemente quienes han sido beneficiados del erario del Estado para desarrollar proyectos en la iniciativa privada cuyas ganancias favorecen a las empresas y no a los ciudadanos. Las transformaciones internas que enfrenta el CONACYT, como cualquier otro órgano del Estado, se viven un momento pasajero de reacomodo, producido de manera natural por el cambio de régimen. Pero la creación de rumores y denuestos a partir de información descontextualizada o plenamente tergiversada viene de quienes han visto afectados el desarrollo de sus intereses.

Entre ellos están sin duda las empresas productoras de transgénicos en México, pues la nueva directora, que es por decir lo menos, una mujer de alto nivel académico y probidad ética, ha respaldado la iniciativa de llevar a cabo mejores evaluaciones para conocer ese tipo de alimentos, sus consecuencias de salud y sobre todo su impacto social antes de que lleguen a la población.

En el grupo, están también los grupos privados que recibían dinero del erario para financiar al menos una buena parte de sus investigaciones, y que fueron durante sexenios favorecidos por una política enfocada a fortalecer la privatización y no el bienestar de la nación. Sin duda, se encuentran también los viejos políticos del establishment, que recibían cuantiosas recompensas a cambio de beneficiar a la iniciativa privada con los programas del CONACYT. Son los grupos para quienes la ciencia no era un camino de bienestar social, sino personal.

Los ejes que seguirá el CONACYT en este nuevo gobierno afectan los intereses de quienes mantenían los beneficios de la inversión en ciencia y tecnología en sus manos. Las nuevas políticas públicas del organismo (que además contemplan la participación de todos los ciudadanos) están enfocadas a impactar en la vida social. El CONACYT se transforma en un órgano que se opone a concentrar los beneficios de la ciencia en las minorías. Los cambios buscan conectar los problemas del país con quienes son capaces de resolverlas. Por eso la comunidad científica se encuentra unida, los estudiantes están dispuestos y preparados para participar en el mejoramiento de la calidad de vida de su país, familia y ellos mismos, y los ciudadanos quieren estar cerca de los programas de ciencia y tecnología.

En la política de México, se aprendió por muchos años a jugar sucio. Esos juegos siguen afectando a personas honestas y trabajadoras que se proponen transformar al país. No olvidemos que en nuestro CONACYT hay profesionales de primer nivel, egresados muchos de las universidades públicas del país donde se destacaron únicamente por sus méritos. Nuestra comunidad científica siempre ha sido motivo de orgullo. Ninguna guerra personal que ensucie la vida privada de alguien, ataque a las minorías o promueva el odio es ni será bien vista por la nación mexicana; pues hoy más que nunca estamos conscientes de que los beneficios de loa avances científicos, tecnológicos y humanísticos nos corresponden a todos.