Dos tabasqueños se encuentran en la calle y se saludan:

_ ¡Qué onda loco!, ¿qué vaj’a da’ puej’?

_ Nada, ¿y tú qué vaj’a da’, coño?

_ Mmm…, estoy jodío, ando sin nada.

Se despiden y cada quien sigue su camino y poco más adelante cualquiera de estos dos tabasqueños se encuentra con otro tabasqueño:

_ ¡Qué onda loco, y ahora qué vaj’a da’ puej’!

_ ¡Mmmjmj, ya vaj’a empezá! Nada, nada, ¿y tú, qué vaj’a da’? ¡Ya da algo coño, no seas pichicato!

Y así siguen su día estos tabasqueños.

Como tabasqueño, conozco muy bien estas escenas. A muchos les causan gracia, a mí siempre me han producido vergüenza. Una costumbre, una cultura muy acendrada, el “arte” de pedir y pedir sin nada a cambio, aparentemente; sólo por el placer de recibir gratis. Se dice que es una práctica estimulada y alimentada por el PRI que gobernó el Estado de Tabasco por más de 80 años de manera hegemónica, y que la utilizó para otorgar dadivas, naderías a cambio de los votos y/o la voluntad de la mayoría de los ciudadanos que nunca reclamaban sus derechos sino que se conformaban con que les dieran cualquier cosa ya sea en campaña o durante el gobierno: gorras y playeras con las leyendas de los políticos y los logos del partido, juguetes de plástico para los niños, material de distinto tipo (“¡a mí ya me dieron material, coño!”), bicicletas baratas, despensas con alimentos de baja calidad y aun chatarra, etcétera. Con estas “regalías” ya el tabasqueño se sentía complacido, brindaba su aprobación a los gobernantes sin importar si estos estos eran malos o corruptos.

Y este comercio barato y perverso de los gobiernos y políticos con los ciudadanos desgraciadamente se trasminó a la calle, a la vida cotidiana, tal como lo recrea el diálogo de arriba; pedir al otro es una práctica común incluso en tono de broma. Comercio aparejado con una política de abandono a las actividades productivas en el campo, que es donde los tabasqueños más generaban para el autoconsumo, el intercambio y aun la venta. Eso se terminó. Una sociedad que por medio del trabajo se superpuso al ambiente inhóspito y al abandono por siglos, sucumbió ante la corrupción de los gobiernos del siglo XX; sobre todo durante sus últimos cuatro decenios.

Por esto no me sorprendió que en su gira de la última semana de febrero por las comunidades indígenas de Tabasco -de su tierra y de su agua, como suele nombrar a su Estado de origen- al presidente López Obrador le fueran solicitadas, exigidas un sinnúmero de peticiones, desde las obras sociales a las indemnizaciones individuales en los pueblos chontales y mestizos de Tamulté de las Sabanas, Nacajuca, Centla y Macuspana, este último su municipio de nacimiento. “¡Aquí no se andan con chingaderas, me dije, directo al botín!”. Claro, el nivel de petición es más alto ahora: puentes, calles, drenaje, vivienda, subestaciones eléctricas, hospitales,… Y tal vez esto esté mejor. No obstante, la gente tiene que comprender que no sólo se trata de pedir, también de producir. Acaso por ello AMLO haya insistido en una frase “¡Compañero, compañera, escucha, en la hamaca no se lucha!”, urgiendo al tabasqueño a aprovechar la oportunidad que los programas de su gobierno significan para producir y prosperar.

Lo que sí me sorprendió fue que las demandas se hicieran de manera abierta, cruda, descarada y atropellando incluso el respeto que merece el trato con las personas. Y me sorprendió porque contrastaron con las peticiones, el trato y las formas que el presidente ha recibido durante el encuentro con pueblos originarios de otras regiones de todo el país. Y no encuentro cómo explicarlo sino por esa costumbre ya descrita; pero también por el peso del abandono y el olvido acumulado.

En general, la visita causó una verdadera euforia en favor de López Obrador desde la llegada a Villahermosa y en cada mitin; una algarabía, un griterío tropical. El problema sería la rechifla, los gritos y los reclamos al gobernador y los presidentes municipales. Fenómeno repetido en otros Estados y que el presidente ha salido a calmar; pero en ninguno como en su propio Estado, y en particular, en su municipio de nacimiento, Macuspana, y todavía más específicamente, en la comunidad chontal Villa Benito Juárez (antes San Carlos). ¿Quién lo iba a pensar? Y es que claro, “la gente”, como se dice, quiso aprovechar la ocasión tanto para manifestarse en contra de las autoridades locales como para pedir y pedir…

De esta situación se valieron los medios para distorsionar y mentir; algo que ya está volviéndose normal, tomar sesgadamente un hecho, una información para atacar a López Obrador. Eso fue lo que aconteció con Macuspana. La miseria que los medios quisieron hacer creer fue que el reclamo, el rechiflar contra el gobernador y los presidentes municipales fueron contra López Obrador. Por otra parte hay información de que en ese mitin en particular había grupos políticos locales antagónicos, lo que favoreció el griterío.

Y la ruindad y la mezquindad de la oposición es tal que reclamos sobre las pensiones, las becas, los distintos programas, quisieron hacerlos pasar como una manifestación contra López Obrador (incluso editaron videos). Por ejemplo, cuando en Macuspana parte de la audiencia protestó con gritería que no llegaba la pensión de adultos mayores a todos y el presidente replicó que sí llegaba o que habría algunos casos aislados que se resolverían. Es obvio, estamos hablando de un programa que incorpora más de ocho millones de personas, hay fallas, retardos, pero necesariamente se tienen que ir desahogando; esto no significa un fracaso. Es realmente inaudita la manera de procesar de los medios. Sólo se explica por los intereses afectados en el proceso de cambio. Intereses que apuestan al fracaso del presente gobierno y al futuro de uno que les vuelva a favorecer como en los peores momentos de la corrupción y la desigualdad social que se está tratando de abatir como parte de un programa contra la inseguridad y la violencia.

Los medios asociaron la gritería de Macuspana, como si fuera contra AMLO, con las encuestas que registran una supuesta caída de su popularidad. Lo execrable es la mentira y la manipulación. Y para ser francos, López Obrador tuvo que comprender y sobrellevar el temperamento de sus paisanos. Tratar de mediar y encontrar respuestas a las peticiones, las posibles, la que son viables.

Pero hay que subrayarlo y reiterarlo contra los medios mentirosos, manipuladores, partidarios del fracaso del gobierno, contra los supuestos arrepentidos por haber votado por el cambio: la gente de Tabasco, la gente del agua y la tierra de AMLO recibió como un héroe, como un ser querido a su presidente, del que esperan más y mejor, sin duda. Algo que, más allá de los odiadores, mentirosos, “arrepentidos” y manipuladores, la mayoría de los mexicanos también quiere; aunque la tarea, se sabe, no sea simple.