Seguro entraste a este texto con la idea de encontrarte con otro de esos escritos motivacionales que abundan en internet. Seguro esperabas leer que quien te va a salvar de la crisis eres tú. Seguro supusiste un mensaje sobre pensamiento positivo y gracias a eso encaminarnos al éxito. Sí, es necesaria esa fuerza, pero no fue mi idea para escribir estas líneas.

Reflexioné mucho sobre la cuarentena. El aislamiento nos ha acercado a la gente que más queremos: pasamos más tiempo con la familia, llamamos a la gente cercana por teléfono y hasta por videollamada. Nos hemos hecho mejores personas. Sin embargo, este encierro también nos ha alejado de los desconocidos. ¿Desconocidos? ¿Qué importa eso? Pues al parecer, importa más de lo que creemos.

Algunos psicólogos hablan de la existencia de las pivotal relationships –que yo bauticé como relaciones trayectoriales en español–. En términos generales, el concepto se refiere a extraños que aparecen en nuestra vida para cambiarla. Nos hacen ver otro camino, nos conectan con otros individuos o nos enseñan un secreto transformacional. No son gente cercana, son más bien “conectores”. Y, aunque no lo creas, son bastante importantes.

El MIT realizó un estudio en la década de 1950 en el que acuñó el concepto de propinquity effect o el efecto de la propincuidad. Esta se refiere a los encuentros no planeados que suceden entre personas con propósitos de vida colindantes y que generan innovación. Según el estudio, el motor más importante de innovación empresarial sucede a través de la propincuidad. Esta tesis fue una de las tantas cosas que cambió la idea de los cubículos en las oficinas para darle lugar a los espacios abiertos y colaborativos, con la idea de que el mundo pudiera “colisionar”.

Yo viví un caso de este tipo de relaciones en Argentina. Me invitaron a impartir una conferencia en un evento empresarial en Buenos Aires y, después de mi participación, se me acercó alguien. El hombre, con una sonrisa en la cara me dijo: “Excelente presentación. Me gustaría que escribieras un libro y yo te lo voy a publicar”. Así fue como conocí a Dario Sokolowski, una de estas relaciones trayectoriales de mi vida y a quien además le tengo mucho aprecio. Gracias a ese momento pude lograr algo que en el pasado me habían rechazado en México: la publicación de mi primer libro. De alguna forma, esa relación trayectorial me ayudó a salir de un problema en mi vida. Hoy, después de haber publicado 10 libros, te diría que le debo una parte de este texto a Dario.

Después de hacer un repaso de mi vida en estas semanas (cada que lo hago descubro nuevas cosas), caí en cuenta de que he salido de las dos crisis más recientes gracias a un desconocido. Una de estas relaciones trayectoriales siempre ha sido la luz al final del túnel. Y eso es precisamente algo de lo que nos perdemos en esta cuarentena. Ganamos con los seres queridos, pero perdemos con los desconocidos.

Aunque quizá eso deje de suceder. Regresaremos pronto a la calle, pero con miedo al desconocido. Tapados y con guantes iremos recorriendo la vida con ganas de evitar las interacciones con la gente. Todo sin darnos cuenta de que un desconocido es la persona que nos sacará de esta crisis.

Mejor hagamos esto. Comparte el artículo con un desconocido (lejano o cercano), y así reiteremos que todos necesitamos de un cambio de vida. Que todos necesitamos de la gente, sean familiares, amigos o esas personas que se nos atraviesan en el camino para cambiarnos la vida.

*Carlos Muñoz 11 es un desconocido que quiere ayudarte. Búscalo en sus redes sociales @c4rlosmunoz