En moral es tan importante el saber ‘qué hacer’ como el saber ‘cómo hacer’.<br>

John Dewey

Es una gran noticia para los mexicanos contar con un presidente como Andrés Manuel López Obrador que ha perfeccionado, durante muchos años de intensa lucha social y política, las principales virtudes del líder: inteligencia y pragmatismo.

En los últimos dos días, en redes sociales, se desarrolló un curioso debate acerca de si los hospitales privados y las empresas en general pueden o no adquirir vacunas contra el coronavirus, dede luego en los tiempos adecuados de fabricación y cumpliendo escrupulosamente todos los requisitos exigidos por la Secretaría de Salud a cargo de un médico sabio y prudente, Jorge Alcocer Varela.

Leí básicamente dos argumentos en contra de la participación del sector privado en la vacunación:

1. El argumento burocrático

Este argumento lo ha expresado sobre todo el especialista Xavier Tello, quien ha dicho que como no existe un registro sanitario completo certificado por la autoridad responsable, la adquisición de la vacuna no se puede realizar mediante instancias privadas.

Ese trámite, ha dicho el doctor Tello, requiere “completar y documentar perfectamente y someter a Cofepris un dossier que incluye: certificados de buenas prácticas de manufactura, certificaciones analíticas y de estabilidad, control de calidad y procesos de análisis del biológico, con los cuales aún no se cuenta”.

2.- El argumento ideológico

Es el esgrimido por los comentaristas de izquierda, según los cuales  si se permitiera que se pagara por la vacuna, significaría que los ricos se inmunizarían primero que los pobres, algo simple y sencillamente muy injusto.

Los dos argumentos son insostenibles

La verdad objetiva es que ninguno de los argumentos anteriores puede sostenerse; no si hay en el gobierno voluntad de hacer el trabajo correctamente, como parece ser el caso.

Vacunación en hospitales privados

Si Cofepris no ha dado las autorizaciones para que los hospitales privados adquieran vacunas, tan sencillo como autorizarlo, y santo remedio. Si el gobierno quiere, el problema se resuelve en cinco minutos. El doctor José Novelo y el doctor López-Gatell pueden superar con facilidad el obstáculo con solo proponérselo. Digo, estamos en una emergencia y la parafernalia de la burocracia puede, y debe, hacerse a un lado.

Los hospitales privados mexicanos, que son excelentes, realizarían la vacunación con la misma eficacia que los grandes centros médicos del gobierno de México. Todos lo sabemos.

Empresas inmunizando a sus trabajadores

Las empresas agrupadas en el Consejo Coordinador Empresarial,  presidido por Carlos Salazar, se acercaron al subsecretario Hugo López-Gatell para plantear la posibilidad de que las mismas puedan pagar al menos dos millones de vacunas para sus trabajadores.

No se trata de elitismo, sino de la necesidad de que la gente realice sus actividades productivas con seguridad, de tal modo de que se acelere la recuperación de la economía nacional.

El gobierno tiene capacidad de sobra —cuenta con profesionales de primer nivel, como el doctor Gustavo Reyes Terán— para vigilar que un plan de ese tipo se lleve a la práctica cumpliendo todas las normas sanitarias.

Pienso que el proyecto solo sería viable si se exigiera que las vacunas no se aplicaran en las fábricas o las oficinas, sino en empresas farmacéuticas con altos estándares de calidad, en las sedes de los mejores laboratorios particulares o en la red de hospitales privados, que por cierto ha colaborado con el sector público durante toda la pandemia.

El sector salud gana y mucho

Quitarle al Estado la responsabilidad de inmunizar dos millones de trabajadores de las empresas dispuestas a pagar sus vacunas —más algunos cientos de miles de ciudadanos con ciertos recursos que se vacunarían en hospitales privados—, permitiría al sector salud, por un lado ahorrar bastante dinero que se necesita para cubrir otras necesidades, y por otra parte, cumplir con mayor eficacia el objetivo fundamental de vacunar primero a las personas vulnerables tanto por sus comorbilidades como por su situación de precariedad económica.

Un presidente de izquierda que no cae en ingenuidades ideológicas

Andrés Manuel López Obrador en un mensaje de este domingo puso fin al debate: “si hay empresas que quieran comprar la vacuna en el extranjero, nosotros no tenemos ningún impedimento para que se venda la vacuna, se compre afuera”.

Desde luego, sobran hospitales y grandes empresas en México con capacidad para negociar con Pfizer, AstraZenca, Moderna o cualquier otra farmacéutica que haya desarrollado y esté fabricando vacunas contra el covid.

Lo que sigue es que la Secretaría de Salud establezca las reglas y exija que se cumplan requisitos suficientes para que la inmunización sea verdaderamente eficaz y no se convierta en un problema mayor.

Los directivos de los hospitales privados, de los laboratorios y de las farmacias no deben batallar en lo más mínimo para ponerse de acuerdo con el Consejo Coordinador Empresarial, de tal modo de organizar y ejecutar, con la supervisión del Estado, una campaña de vacunación no de ricos que puedan pagar los precios elevados de los centros hospitalarios particulares —es una vulgaridad pensar que este es el objetivo—, sino de millones de trabajadores que necesitan seguir produciendo con la mayor seguridad para ellos y sus familias.

Creo que vale la pena adaptar el lema más bello que ha creado Andrés Manuel para sus campañas:

Por el bien de todos, primero vacunar a los pobres y a los trabajadores, ¡pero que paguen los ricos!