El amor se lo dejé a los poetas.

Chabuca Granda<br>

Hace años conocí en Lima, Perú, al señor Bernardo Roca Rey Miró Quesada, uno de los directivos del diario El Comercio, líder en aquel país. Nos presentó un amigo común, Toni Cases, quien gestiona una importante empresa de consultoría en medios de comunicación, entre cuyos clientes están algunos de los más importantes periódicos de Europa y América Latina.

Lo relevante de aquel encuentro, además de haber conocido a una persona de gran calidad humana, es la extraordinaria anécdota de 1960 que Bernardo me contó relacionada con Armando Manzanero y Chabuca Granda. Por la triste muerte del yucateco me interesa difundir tal historia en este artículo, pero antes de hacerlo, reproduciré el currículo del señor Roca Rey Miró Quesada tal como se publica en la página de internet de Grupo El Comercio, compañía que controla seis periódicos además de El Comercio; la televisora líder América TV, y algunas plataformas digitales como Lumingo y PagoEfectivo.

Bernardo Roca Rey Miró Quesada, con quien hablé este lunes para refrescar la memoria, es licenciado en ciencias biológicas, miembro del directorio de Editora El Comercio, presidente de Roca Rey & Asociados y de la Sociedad Peruana de Gastronomía; fue también viceministro de Cultura de la República del Perú.

Manzanero y Chabuca en la casa de los Miró Quesada

A los 25 años de edad, en 1960, el desconocido pianista mexicano Armando Manzanero visitó Perú para colaborar en algunos proyectos de Chabuca Granda, quien ya era una consagrada cantante y compositora —famosa, entre otras canciones, por La flor de la canela y Fina estampa—; la obra de Chabuca ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación.

Un domingo de diciembre de 1960 Chabuca llamó a la puerta de la casa de la familia Miro Quesada, donde cada semana se reunían a comer los hijos del propietario, Luis Miró Quesada, y desde luego todos sus nietos.

Bernardo Roca Rey Miró Quesada recuerda muy bien lo que ese día pasó. Él tenía 16 años de edad y no le sorprendió que Chabuca, amiga de la familia, llegara sin avisar. Sí le llamó particularmente la atención que esa vez ella hubiese llegado acompañada de un joven músico mexicano, bajito de estatura y evidentemente emocionado porque el propósito de Chabuca con la visita era que el diario El Comercio difundiera la obra de Manzanero. Así de directa Chabuca Granda con los Miró Quesada: quería que escucharan al músico yucateco y lo promovieran en el medio de comunicación más importante de Perú.

Desde luego, a Chabuca y a Manzanero se les había recibido con amabilidad y afecto. La compositora en principio se dirigió a la madre de Bernardo, una poeta con la que tenía bastante cercanía. Después, Chabuca Granda hizo la petición al propietario de la casa, Luis Miró Quesada, abuelo de mi amigo: “Quiero que en El Comercio entrevisten a Armando Manzanero, pero antes les pido que lo escuchen”.

La familia Miró Quesada tenía una sala enorme —en la que había un piano de cola— al lado del comedor en el que cada domingo se sentaban alrededor de 20 personas distribuidas por edades.

En la llamada que este 28 de diciembre le hice a Bernardo Roca Rey Miró Quesada para que me precisara lo que hace unos 20 años me había contado, me dijo:

“Todos los nietos nos reuníamos con nuestros padres, y sí, llegó Chabuca con Manzanero y expresó: ‘Quiero que escuchen una pieza de este señor’. Lo hicimos en aquel salón. Abrió la tapa del piano de cola y empezó a tocar algo de Mozart. Me gustó mucho lo que escuché, pero Chabuca lo interrumpió y le exigió tocar y cantar lo suyo. Manzanero lo hizo y fue extraordinario”.

Para la familia Miró Quesada fue un descubrimiento y, desde luego, el joven Armando Manzanero recibió la promoción que necesitaba en El Comercio.

Tiempo después, en Madrid, conversé con Manzanero. Lo habíamos invitado el propietario de Milenio, Francisco González; un especialista en boleros que nos asesoraba, Jaime Almeida, y yo mismo a que el artista yucateco diera un concierto en el teatro Lope de Vega para el público de la estación radiofónica que Pancho había adquirido en la capital de España.

En una mesa del lobby del hotel Villa Magna, haciendo tiempo antes de ir al teatro, le conté a Manzanero la anécdota de su visita a la casa de los Miró Quesada en Perú en compañía de Chabuca Granda. Me dijo el compositor: “Es totalmente cierto. Yo conocía a Chabuca porque le apoyaba como pianista en sus presentaciones; le agradaba mi trabajo y me invitó a Perú. Le tocaba mis composiciones, y ella me animó a que yo mismo las cantara en público. Chabuca me convenció en esa casa de que yo podía ser mi propio intérprete...”.

Varias veces Bernardo Roca Rey Miró Quesada coincidió con Armando Manzanero en distintos eventos. En todas las ocasiones recordaron el empujón que en la casa del abuelo Miró Quesada dio la genial Chabuca Granda al genio mexicano de la música popular.

Me ha parecido interesante recordar un episodio de la vida de Manzanero que quizá se ha publicado —o quizá no— y que resultó fundamental en la vida artística del creador de Por debajo la mesa, Adoro, Somos novios, Contigo aprendí y otras obras maestras del bolero mexicano.