Encuesta a las carreras

Los pasados 7 y 8 de mayo de 2021, a cuatro días de la tragedia de la Línea 12 del metro capitalino, El Financiero aplicó una encuesta telefónica —600 casos— relacionada con Claudia Sheinbaum.

Lógicamente el resultado fue devastador en términos de la aprobación ciudadana a la jefa de gobierno: disminuyó en forma notable. Era lógico que así ocurriera.

Un encuestador experimentado como Alejandro Moreno sabe que no es adecuado medir el desempeño de los funcionarios o las funcionarias exactamente en el momento en que atraviesan por crisis de gobierno.

Hacerlo así sesga la investigación contra la persona por la que se pregunta. El mismo sondeo un mes después arrojará números distintos, porque la gente habrá tenido tiempo de reflexionar acerca de lo ocurrido y podrá juzgarlo sin la rabia del momento, es decir, con mayor objetividad.

Los números de AMLO

Si El Financiero, o cualquier otro medio de comunicación, realizara en las mismas fechas un ejercicio para medir en la Ciudad de México —y aun en el resto del país— la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador, encontraría resultados similares: una caída nunca vista, que tres semanas más tarde no sería tan severa.

Exhibir a la jefa de gobierno

Se entiende la intención política —no periodística, mucho menos científica— de El Financiero: se trataba de exhibir a la doctora Sheinbaum, a pesar de que NO fue ella, como se lee en la nota de ese periódico, firmada por el mencionado Alejandro Moreno, sino el exjefe de gobierno Marcelo Ebrard quien se encargó, en su momento, de la construcción de la fallida Línea 12, también llamada, como mal chiste, Línea Dorada.

La aclaración sobre el papel de Ebrard en la Línea 12 la ha hecho El Financiero claramente para destacar que no es el ahora canciller, para la opinión pública capitalina, el culpable de la tragedia.

Es decir, el señor Alejandro Moreno o sus jefes editoriales sin siquiera ganas de ocultar su propósito, están tratando de exonerar a Marcelo.

Canciller mediático

Lo que sea de cada quien, han sido muy hábiles Marcelo Ebrard y sus operadores de medios para desviar los señalamientos, que deberían estar dirigidos mayoritariamente en contra del canciller —la Línea 12 es un desastre porque él permitió que se construyera con exceso de costo y evidentemente con insuficiente gasto en lo relacionado con las estructuras de la obra, seguramente para incrementar las ganancias de los contratistas—.

Ebrard ha operado y, lo que sea de cada quien, los medios le han hecho caso. De esa manera, han difundido la versión de que la Línea 12 se desplomó no por la pésima construcción —autorizada por el ahora canciller—, sino por la austeridad o el mal llamado austericidio del gobierno del presidente López Obrador que se tradujo en pobres trabajos de mantenimiento.

Se te olvida

Vaya caso el de Marcelo Ebrard. Para salvarse no ha dudado en enviar a sus publirrelacionistas a los medios para que tejan la historia, falsa, que más le conviene al secretario de Relaciones Exteriores: que la política de austeridad de AMLO está detrás del mal mantenimiento que ha dado al metro el gobierno de Sheinbaum.

Tales profesionales de las relaciones públicas —especializados en convencer columnistas de lo que sea y en colar notas en periódicos, estaciones de radio y de TV, portales de internet y redes sociales— también han señalado a otro exgobernante capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien sin duda tiene responsabilidad, aunque evidentemente menor a la del canciller; pero como Mancera es ahora un gris senador, mediáticamente no tiene la relevancia que Ebrard necesita para que su exoneración pública sea total.

Quizá el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores ha olvidado que, en el periodismo y la política, todo se sabe. Y que es una muy mala idea culpar del desastre de la Línea 12 a lo mejor que ha hecho su jefe, el presidente López Obrador: combatir el despilfarro en el gobierno como vía para acabar con la corrupción.

Un despilfarro, por cierto, notable y notorio: notable porque —dice la RAE— es “público y sabido por todos”; notorio porque es “digno de nota, atención o cuidado”.

En efecto, otra cosa que Marcelo Ebrard no ha recordado en sus afanes mediáticos es que, además del despilfarro en la Línea 12, también son notables y notorias las deficiencias técnicas de esa obra que pasará a la historia como la peor entre muchísimas obras de infraestructura fallidas de las administraciones públicas mexicanas.

Y se le olvida algo más al canciller: no es él —ni las encuestas a modo ni las columnas periodísticas—, sino las autoridades capitalinas, las que investigarán y encontrarán al o los culpables; caiga quien caiga, como acaba de decir Ernestina Godoy, titular de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México: “Vamos a presentar el resultado de nuestras investigaciones sin importar la relevancia política o económica de las personas que resulten responsables”.