A muchas personas no gustó el tuit de José Hernández, colaborador de La Jornada —un hombre, en mi opinión, realmente brillante y honesto—. Hubo ruido en la red social después del comentario del extraordinario monero dirigido a la escritora Ángeles Mastretta, sin duda una mujer excepcionalmente talentosa.

Ella había publicado un tuit para criticar alguna de las sucursales del Banco del Bienestar: “¡Qué espanto! Dinero y mal gusto. Peor imposible”. ¿Es tan feo el edificio que a la señora Ángeles Mastretta tanto desagradó? Creo que le voy a dar la razón. No hay duda de la 4T, donde abunda gente creativa, no han dejado trabajar a los mejores diseñadores o arquitectos.

El monero Hernández, al opinar sobre el tuit de la escritora Mastretta, implícitamente aceptó que era correcta su crítica al edificio del Banco del Bienestar: “Dinero y mal gusto, peor imposible”, pero jodón por naturaleza y vocación, aprovechó para darle un llegue al compañero de la señora, Héctor Aguilar Camín: “Pero te casaste con él, ¿o de qué estamos hablando”. Hay ingenio en estas palabras, no insultos; tampoco hay misoginia. Se trata de una crítica bastante normal a dos figuras públicas, dos personas muy destacadas en la literatura y el periodismo.

Existe jurisprudencia, por cierto: se vale usar expresiones subidas de tono en debates —o intercambios tuiteros— entre figuras públicas. Si Hernández hubiera dicho lo mismo del marido de una mujer no conocida, por así decirlo, habría incurrido en daño moral. Pero no es el caso.

Tal jurisprudencia también protege a un tipo que indignado se metió al debate para defender a la señora Ángeles Mastretta. Hablo del señor Rafael Pérez Gay, quien se considera a sí mismo culto e inteligente porque ha leído algunos libros; no es lo que él piensa de sí mismo: más bien cae en la categoría de la mamonería. Este sí insultó al monero Hernández: le llamó “mensajero pagado por el gobierno”, lo que es falso: me consta, por años de trabajo juntos, la verticalidad y la independencia del colaborar de La Jornada, Proceso y El Chamuco; le dijo “pequeño mediocre de mal gusto” y también que “recoge con el pico las migajas que le tira” una personalidad mayor del periodismo mexicano, Carmen Lira, quien ni siquiera participa en Twitter, así que ni se enteró.

No necesitaba Ángeles Mastretta una defensa machista de Pérez Gay. Ella se defendió bastante bien a sí misma, con buen humor y sin ofender a nadie, simple y sencillamente diciendo que “ya no se puede criticar un edificio de vidrios verdes”. El monero Hernández estará de acuerdo en que ella esquivó con agilidad el tuitazo.

El que complicó las cosas fue Pérez Gay. No valía la pena que le hiciera al macho. Porque así se vio, machista, la defensa que hizo de una mujer que sabe pelear, y ganar, sus propias batallas, esto es, que no necesita que ningún machito se atraviese por ella.