Hablo solo de los periodistas e intelectuales más conocidos entre los más de 600 que firmaron el reciente desplegado contra el presidente López Obrador —se suponía, por cierto, que habían firmado 650 personas, pero algunas ya han precisado que se les incluyó sin su consentimiento.

Todo el mundo conoce y menciona la paradoja de la gallina y el huevo. Aristóteles pensaba que había sido primero la gallina. Estaba equivocado. Hace no demasiados años —en mayo de 2006—, el diario británico The Guardian resolvió la disputa. Sus editores pidieron analizar el problema a dos expertos teóricos y a uno empírico: los teóricos, un científico y un filósofo; el empírico, un granjero dedicado a los huevos y las gallinas. Los tres coincidieron con la respuesta que ya había dado el famoso físico Stephen Hawking: primero fue el huevo y después la gallina.

¿Quién quiere destruir a quién, AMLO y sus seguidores a los intelectuales y periodistas, o los intelectuales y periodistas a AMLO y su gente?

Solidaridad a medias

Los intelectuales y periodistas más populares entre los firmantes del desplegado han dicho que siempre han defendido la libertad de expresión. Así, cuentan que cuando a Carmen Aristegui la atacaron gobiernos anteriores, se solidarizaron con ella publicando algún tuit o, en el más valiente de los casos, algún artículo de opinión completo.

No fueron más allá de eso, es decir, no aportaron nada medianamente eficaz para evitar que Carmen la pasara mal en los sexenios de Calderón y Peña Nieto. ¿Qué otra cosa pudieron haber hecho? Quizá llamar al abogado Javier Quijano, quien defendió sin cobrar honorarios elevados y aun sin cobrarle nada, a la señora Aristegui.

Pero el costo de un juicio no solo radica en lo que cobra el litigante, sino que deben pagarse numerosos servicios legales, por ejemplo poderes notariales. Que yo sepa ningún intelectual buscó a Quijano para hacerle una transferencia con la cual pagar al notario o cualquier otra cosa.

No estaban obligados a hacerlo, y no lo hicieron. Yo tampoco fui generoso con Carmen. O sea que no puedo presumir de solidario, ni pueden presumirlo los intelectuales y periodistas del desplegado: solidaridad que no se refleja en la cuenta bancaria de uno..., evidentemente no es pura demagogia, pero no ayuda mucho.

“¡Voto por voto, casilla por casilla!”

Creo que no debe juzgarse a nadie en los medios de comunicación por tener relaciones comerciales con el gobierno. Estas existen, son legales y rechazarlas pone en desventaja a cualquiera frente a sus competidores. Ya desaparecerá o se reducirá al mínimo la publicidad oficial —ya ha bajado bastante en el gobierno de AMLO—, pero mientras tal opción mercantil esté al alcance de las empresas periodísticas, debe recurrirse a la misma.

El gran pecado de los más conocidos intelectuales y periodistas que firmaron el desplegado, el hecho que les condena —y les llevará a un mal sitio cuando se escriba la historia política mexicana de los primeros años del siglo XXI— tiene que ver con el fraude electoral de 2006.

Y es que no solo fue el fraude —en sí mismo, terrible—, sino el espantoso intento, que estuvo a punto de concretarse, de aniquilar a Andrés Manuel López Obrador y a su movimiento.

Los más famosos intelectuales y periodistas que firmaron el desplegado contra AMLO, en 2006:

√ Negaron la existencia del fraude electoral, a pesar de la abundancia de hechos que lo demostraban. Hasta el ex presidente del entonces IFE, José Woldenberg, se negó a ver la terrible realidad. ¿Tenían derecho a negar tan brutal atentado contra la democracia personas mucho muy influyentes en la opinión pública? Me parece que al hacerlo cayeron en la complicidad.

Callaron cuando el sistema completo —gobierno de Fox, PRI y PAN, medios de comunicación, sindicatos y grandes empresarios— establecieron un durísimo cerco mediático para que no trascendiera la protesta contra el fraude.

Quizá era criticable —hay debate al respecto— el plantón de las avenidas Reforma, Juárez y Madero y el Zócalo, pero inclusive sobre la premisa de que se trataba de un hecho reprobable, los medios y sus intelectuales debieron haber informado acerca de lo que realmente pasó en aquellos campamentos, que estuvieron llenos de cultura y amor por México. Se difundían algunas notitas, sí, la mayoría de automovilistas molestos, y hasta ahí.

√ Fue un silencio cómplice el de los intelectuales y periodistas que hoy exigen que AMLO no los cuestione. Cómplice, sin duda, de un proyecto político de exterminio.

La terquedad y la gente

Sobrevivió Andrés Manuel por terco, por listo y sobre todo porque tenía a mucho pueblo detrás de él.

Ahora mismo, sigamos con las paradaojas, buscando la paz, Andrés Manuel López Obrador enseña sus armas para la guerra contra el viejo sistema y sus aliados intelectuales y mediáticos. Si ni siquiera les cuestionara y, peor aún, si les mantuviera sus privilegios —en el fondo es lo que piden— volverían al ataque y no solo con desplegados.

No veo mal una paz fundada en el debate y en la crítica de todos contra todos. Eso es libertad de expresión plena. ¿Que Andrés es enérgico en sus juicios contra intelectuales y periodistas? Desde luego que sí, pero no son sus opiniones más fuertes que las de aquellos que a diario cuestionan al presidente de México. Se vale discutir, pero de ahí no debemos pasar. Nunca más un 2006 en el que todo el poder político y todo el poder económico se usaron para buscar destruir a un hombre de izquierda.