Hacia las once de la noche de ayer martes me fui a dormir convencido de que había ganado Donald Trump.

Desperté a las cuatro de la mañana de este miércoles y me entero de que no se conoce algún el resultado de la elección presidencial de Estados Unidos.

Faltan algunos votos por contar, más o menos 16 millones que llegaron por correo, muchos de los cuales emitieron por correo electores de Michigan, Wisconsin y Pensilvania.

Si en tales estados los votos que no se han contabilizado cambian la tendencia, entiendo que hasta el momento favorable a Trump, el señor Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos.

No es seguro que eso ocurra, es decir, tal ni siquiera considerando tales votos perderá Trump la elección.

Lo razonable es esperar a que se cuenten todos los sufragios, y solo después de ello anunciar a un ganador.

Pero ante la posibilidad, absolutamente real, de que Biden gane con la suma de los votos por correo, Trump ha denunciado fraude electoral y ha anunciado que acudirá a la Suprema Corte, que para muchos él domina, a defender su triunfo.

Si la Corte hace caso a Trump y no permite que se cuenten los votos anticipados en Michigan, Wisconsin y Pensilvania sin duda habrá fraude electoral, pero a favor de Trump.

Esperemos resista una democracia tan consolidada como la estadounidense que, la verdad de las cosas, debe ya modernizarse.

El sistema de los votos electorales distintos a los votos populares representa una fuente de conflicto que en nada beneficia a Estados Unidos.

Deben enterrar tal sistema nuestros admirables vecinos —admirables, sí, por tanta gente valiosa en la ciencia, la empresa, la tecnología y la cultura que reside en aquel país, personas creativas y de bien que cuando se escriba la historia de estos años permitirá a los historiadores si no olvidarse, sí considerara como una anomalía en el desarrollo de ese gran país la presidencia de un inmoral como Donald Trump, que ojalá deje ya el control del gobierno nacional que puede desestabilizar al mundo si sigue controlado por un racista que no cree en el cambio climático; que nada hizo para contener la pandemia del coronavirus, imparable en Estados Unidos; que desea volver a un pasado de economía de mercado extrema en lo interno en la que no hay lugar para verdaderos programas sociales, pero en lo internacional, cerrada a los libres flujos comerciales y migratorios.

Joe Biden no será la gran cosa. De hecho, es la otra cara del mismo capitalismo salvaje practicado en tierras estadounidenses, como bien decía ayer cierto caricaturista de La Jornada —Hernández, creo—, pero al menos no se le puede considerar, como a Trump, enemigo de los mejores valores de la humanidad.

En fin, para no pensar en la pesadilla que sería otro periodo de Trump en la presidencia de Estados Unidos, seguiré viendo la Vuelta a España, en la que ayer, por un segundo, Primož Roglič gano la contrarreloj individual. Y es que no todo es política, también hay competencias limpias.

En fin, Lo peor de la jornada electoral de ayer fue advertir que los latinos, muchos de ellos mexicanos, dieron su voto mayoritariamente a favor de Trump.