Abusa la prensa dedicada a cuestionar todo lo que hace el presidente López Obrador. Un ejemplo —tristemente, uno más— lo ofrece hoy en su columna de El Financiero un profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Macario Schettino. Simple y sencillamente este académico dice que los mexicanos elegimos en 2018 “a un criminal, que está destruyendo al país entero”.

Después de su diagnóstico, Schettino sugiere el tratamiento: “Algo debe hacerse para evitar que el crimen se consume”. ¿Algo? La RAE define esa expresión como “una realidad indeterminada cuya identidad no se conoce o no se especifica”. Promete el columnista que mañana dará detalles acerca del "algo que debe hacerse” contra el presidente López Obrador. ¿Ese algo significa unir a la oposición en 2021? ¿Preparar una campaña para la revocación del mandato de AMLO en 2022? ¿Un golpe de Estado? Mañana sabremos.

Hoy solo queda claro que para un maestro del Tec de Monterrey, la más importante universidad privada de México, Andrés Manuel ha cometido un delito grave —es la primera definición de “crimen” que se lee en el Diccionario de la lengua española—, y debe la sociedad detenerlo.

El señor Schettino tiene el derecho de no estar de acuerdo con el presidente AMLO y, desde luego, nadie fuera de El Financiero debe castigarlo y ni siquiera pedirle que deje de abusar en sus colaboraciones periodísticas. La libertad que disfrutamos en México da para eso y para mucho más, como se ha demostrado tantas veces.

Una pena, por lo demás, que sean tan poco exigentes los editores de El Financiero: es irresponsable publicar expresiones tan graves como la de acusar a alguien de “criminal” sin presentar una mínima evidencia del delito cometido. Y no se presenta porque el presidente de México en ningún momento ha violado la ley.

Lo que sí puede probarse es que la falta legal, al menos ética, la ha cometido el profesor Schettino al calumniar al presidente de México. En ese sentido el criminal lo sería el columnista.

En fin, un director editorial serio pudo haberle pedido al profesor del Tecnológico demostrar su acusación o utilizar otra palabra, aunque le costara más trabajo redactar su artículo. No se hizo así, ni hablar.

Por supuesto, no habrá ninguna consecuencia negativa para El Financiero que, quizá, hasta podría beneficiarse del dinero de algunas personas de poder económico que, como ha confesado Jorge Castañeda, están gastando bastante dinero en medios que cuestionan a AMLO. Se nota que ello está ocurriendo, sobre todo en sitios nuevos de internet, pero de tal situación —con pruebas, desde luego, hablaré en otra ocasión.

Por lo demás, molesta que el fanatismo de algunos profesores del Tec de Monterrey sirva para alimentar algunas calumnias contra el presidente del consejo de tal institución educativa, José Antonio El Diablo Fernández, a quien ciertos grupos insisten en enfrentar al presidente López Obrador.

Por supuesto, El Diablo, hombre muy inteligente, no hace política y, si la hiciera, no pelearía con el titular del poder ejecutivo. Simplemente a José Antonio —egresado del Tecnológico, como Schettino, como yo mismo— lo meten al lodazal algunos profesores; no son pocos los académicos de la universidad que dirige Fernández que parecen dedicar su tiempo libre, supongo que también lo hacen en sus clases y en sus trabajos de investigación, no a cuestionar con objetividad a la 4T, lo que seguramente saben hacer, sino a groseramente atacar al presidente de México. Carlos Urzúa y Alejandro Poiré andan en la misma onda canalla que fascina a Macario Schettino. Nadie los va a sancionar, y qué bueno. La democracia mexicana no admite limitaciones a la libertad de expresión, ni siquiera cuando se abusa tan vulgarmente de la misma