Cafetera descompuesta

En 1899, en Alemania, Carl Miele y Reinhard Zinkann fundaron la empresa productora de electrodomésticos Miele, que en la actualidad vende más de 4 mil millones de dólares.

Hace dos o tres años contribuí a aumentar su estadística de ventas con la adquisición de una cafetera. La máquina había funcionado muy bien, pero hoy falló.

Una pantallita informa que se trata de la anomalía F73. En internet supe que eso se refiere a problemas en la unidad central.

Para intentar repararla se sugiere apagar la cafetera, desconectarla, limpiarla a mano, “desplazar el orificio de expulsión de café de la unidad central en la posición básica” (no tengo la menor idea acerca de qué quiera decir eso), colocar de nuevo la unidad central y cerrar la puerta del aparato.

Seguí las instrucciones hasta dónde pude y no tuve éxito. Algo debí haber hecho muy mal porque creo que empeoró la situación.

En otra página de internet me he enterado de que quizá el problema lo provoqué yo mismo por haber usado demasiado café en polvo —el aparato sobre todo está diseñado para moler café en grano.

Ante el problema, quise volver a utilizar una vieja y abandonada Nespresso, pero no pude hacerlo porque no hay en mi casa ninguna cápsula.

Algunos médicos me han recomendado que tome menos café, hoy les haré caso.

Prensa descompuesta

La prensa mexicana es una máquina bastante más dañada que mi cafetera Miele, además sin el prestigio de la marca alemana de electrodomésticos. Acerca del problema de la escasez de medicamentos para niños, el editorial de este viernes de La Jornada ha hecho el diagnóstico correcto:

“Resulta inocultable que la (real) carencia de fármacos en instituciones públicas de salud ha sido magnificada por algunos medios de comunicación, repentinamente obstinados en presentar como crisis de grandes proporciones un asunto localizado y que en el pasado reciente no era motivo de interés informativo”.<br>

Los niños como arma para atacar a la 4T

La prensa no solo está dando un trato amarillista al problema de las medicinas en algunos hospitales infantiles, sino también a la fotografía de ayer de niños armados en Guerrero para supuestamente defender a su comunidad del crimen organizado.

Tres artículos de este viernes —hay más, desde luego— demuestran que hay una campaña mediática para intentar a lastimar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador usando situaciones lamentables que involucran a menores de edad: “De los niños armados a los niños sin medicinas”, de Jorge Fernández Menéndez en Excélsior; “Niños armados”, de Yuriria Sierra en el mismo diario, y “Chicharito tiene cáncer”, de Peniley Ramírez en El Universal.

A Andrés Manuel se le ha combatido desde tres frentes: la inseguridad, la falta de crecimiento de la economía y los problemas en el sector salud. En dos de tales temas —inseguridad y salud—, lo estamos viendo, se usa a niños para teatralizar la situación, de tal modo de que capte la atención del gran público.

Teatralizar, sí. ¿O no es demasiado que, al mismo tiempo, México sea según sus medios de comunicación el país en el que los niños (i) se mueren por falta de medicinas y (ii) se arman como guerrilleros para defender a sus familias.

¿Cómo se llama la obra? "Periodismo fascista" —eso es, de plano, lo acepten o no, se hayan dado cuenta o estén en la ignorancia quienes lo practican— que busca desestabilizar sembrando miedo. Porque asusta vivir en un país cuyo gobierno no da medicamentos a los menores y permite que estos se militaricen y vayan al frente de batalla a arriesgar sus vidas luchando contra la delincuencia.

Ojalá los periodistas, además de dramatizar con los niños enfermos mencionaran la verdadera causa del problema (cito de nuevo el editorial de La Jornada de este 24 de enero):

“El desabasto de medicamentos y otros insumos básicos en el sector salud es un problema de muy larga data que durante el actual sexenio se agudizó debido al sabotaje con que algunos laboratorios decidieron oponerse a los esfuerzos de la administración federal para acabar con un sistema de contratos abusivos que otorgaba beneficios desmesurados a las farmacéuticas a expensas de los recursos de la nación”.<br>

No analizar la causa del desabasto de medicinas significa trabajar, consciente o inconscientemente, para las empresas proveedoras de medicinas que exigen se respeten sus privilegios, aunque el país se siga hundiendo en el pantano de la corrupción.