Se cumplió un año de la multicitada detención de Joaquín Guzmán, ?El narcotraficante más famoso y buscando del mundo?, ensalzaron algunos medios nacionales e internacionales.

Supuse que todo ha cambiaría desde entonces. Que la Marina Armada de México y la Policía Federal al cubrirse de gloria, no vivirían más con esa prejuiciosa y eterna desconfianza de la opinión pública.

Pensé que el Gobierno de Peña Nieto despejaría dudas, que su lucha contra el narcotráfico y contra la corrupción que impera en el país, dejarían de ser una figuración y pasarían a la realidad.

Como era de esperarse se especuló mucho sobre el trasfondo de la caída de Guzmán Loera. Se dijo que se trataba de una movida política para levantar la alicaída imagen del Presidente de la República. Se dijo también que el contrato de exclusividad, que el Cártel de Sinaloa sostenía con el Gobierno Federal, había expirado. Puras falacias, puras ?invenciones sin sustento? de los inconformes.

Me imaginé que la PRG, con su ?innegable compromiso? con la procuración justicia, haría caer a varios cómplices del afamado capo sinaloense. La autoridad mexicana claramente esta ?exprimiría? al Chapo. Seguro le harían saber que la única manera de tener un encierro medianamente digno, era colaborar con las investigaciones. 

?¿Qué prefieres?, pasar el resto de tu vida en una pequeña prisión gringa, extraditado, sin ningún tipo de privilegio y sin dinero, o revelar a tus cómplices y tener un encierro digno aquí en México?, le expondrían los fiscales mexicanos, ?siempre implacables?.

Supongo no sería fácil convencerlo. En el mundo criminal los delatores son vistos como la escoria de la escoria. Pero imagino a la autoridad contrarrestando con una brillante estrategia de tortura indirecta. Como el encierro prolongado, la ausencia de mujeres, la pésima comida, un espacio poco acogedor para dormir, el maltrato de los celadores y la falta de respeto a su envergadura criminal.

Creí que con el tiempo terminarían haciendo mella en el otrora poderoso narcotraficante.  Que en su ?incansable? búsqueda de justicia, le harían escupir todos y cada uno de los nombres que le ayudaron a consolidar y dirigir una de las organizaciones delictivas más importantes de la época.

?Caiga quien caiga?, soñé al Presidente Peña Nieto en los noticieros y periódicos nacionales.

?Con el PAN se escapó y se encumbró, con nosotros está de nuevo tras las rejas?, vaticinaba repitieran como loros los orgullosos priístas.

En el mejor escenario la mira del Gobierno estaría puesta en limpiar sus filas, en sacar del sistema a todos aquellos funcionarios corruptos y serviles al poder criminal, adictos al poder del dinero fácil. Caería la primera ficha, y con ella seguiría un largo y tortuoso efecto dominó.  

?El buen Juez por su casa empieza?, ?Con ejemplos drásticos de pronta justicia expedita, la corrupción irá poco a poco mermándose?, imaginé parafraseando a Enrique Peña Nieto.

Supuse que era cuestión de tiempo para que salieran a relucir los nombres de funcionarios coludidos con la delincuencia organizada. Que por las cárceles empezarían desfilar Policías Municipales, Policías Estatales, Policías Federales, Comandantes, Generales, Ministerios Públicos, Jueces, Magistrados, Presidentes Municipales, ex Alcaldes, Gobernadores, ex Gobernadores y hasta ex Presidentes de la República, como Vicente Fox y Felipe Calderón.

También esperaba que por mandato presidencial, el fuero de la clase política fuera abolido o al menos condicionado. Haciendo que legisladores del PAN, PRD, Verde Ecologista y del mismo PRI pisaran la cárcel,  Diputados y Senadores por igual. Sin consideraciones para nadie, pues la realidad del país así lo exige.

De igual forma vislumbré cayendo a connotados empresarios y hasta varios cantantes, que de alguna u otra forma tenían nexos con el narcotráfico.

Acepto que sin agrado divisé a un Enrique Peña Nieto y a un Murillo Karam, vanagloriándose ante la opinión pública con cierta modestia, comentando que solo aprovechaban la situación. Explicando que teniendo al Chapo detenido, a su absoluta merced, sería ilógico no desmenuzar toda su organización. Incluyendo claro a sus cómplices en el Gobierno.

?La corrupción es algo cultural en México, pero eso no significa que debamos verla como algo irremediable. Mi Gobierno está decidido a combatirla sin clemencia?, imaginé a Peña Nieto en entrevistas con medios internacionales.     

De ser así pronostiqué que los reconocimientos a nivel mundial no se harían esperar. La ONU destacaría el esfuerzo mexicano en materia de justicia. El Papa Francisco seguro haría lo propio señalando a Peña Nieto como el principal artífice de la paz nacional. No podía faltar Barak Obama, quien reconocería el trabajo del gobierno mexicano y hasta bromearía diciendo que el Presidente mexicano debería reelegirse como él.

Por supuesto el reconocimiento llegaría también a Jesús Murillo Karam, a Manuel Mondragón y a Salvador Cienfuegos, brazos operativos de Peña Nieto. Los vislumbré ofreciendo conferencias lo mismo en Centroamérica que en Europa y Medio Oriente. De forma sorpresiva se convertirían en material humano de exportación.

Lo imaginé enfatizando en todo momento que siguieron indicaciones de Enrique Peña Nieto, que el Presidente de la República era el verdadero promotor de la purga cultural corruptiva que tanto daño ha hecho a México.

En fin, así creí que sería México a raíz de 22 de Febrero del 2014, o más bien pensé que así debería ocurrir. Pero a un año de distancia, me doy cuenta que tristemente todo sigue igual. El memorable encarcelamiento del Chapo Guzmán no acarreó nada, absolutamente nada. Ni la violencia, ni los desaparecidos ni nada ha cambiado en el país.

Eso se debe en gran medida, en que solo encarcelan a las cabezas de los cárteles, nunca atacan sus organizaciones de raíz, ni desnudan la corrupción que desde el gobierno las arropa.

Situación que confirma a mi juicio que el arresto de Joaquín Guzmán se debió a una jugada política con tintes meramente políticos, sin fines de seguridad nacional. Dejando entrever que no existen intenciones reales de combatir al crimen organizado ni a la corrupción.