¿Los políticos mexicanos son estadistas? Si le preguntáramos a Abraham Lincoln --que alguna vez dijo: “…el político se preocupa de las próximas elecciones mientras que el estadista se preocupa de las próximas generaciones”--, seguramente respondería que ninguno de nuestros políticos lo son.
Desde hace muchos años, quizá desde siempre, el problema de nuestra democracia es que nuestros políticos son pobres y se convierten en ricos en un cargo de elección popular.
Es cierto, aborrecemos a los ricos que se quieren hacer más ricos, pero no veo a Carlos Slim queriendo ser presidente, ni a Emilio Azcárraga o a los miembros de las familias Servitje.
Veamos dos ejemplos. Primero, Ricardo Anaya: su carrera ha sido meteórica, sólo ha tenido dos cargos de elección popular (diputado local y federal), y ahora se ha hecho con el control del PAN, y con la salida de Margarita Zavala tiene libre el camino para ser candidato de una coalición en ciernes que parecía tener una gran oportunidad para impulsarlo como presidente y ganar.
Anaya era un joven que no tenía una gran fortuna, pero "la riqueza de la familia política de Anaya comenzó a crecer justo cuando fungió como secretario particular y coordinador de Desarrollo Social del entonces gobernador de Querétaro, Francisco Garrido Patrón (2003-2009). En ese lapso, su suegro pasó de administrar restaurantes a incursionar en la industria inmobiliaria, constituyó cinco nuevas empresas y adquirió 16 nuevas propiedades", según documentó el diario El Universal, medio al cual Anaya descalificó diciendo que la información es una guerra sucia en su contra orquestada por el PRI.
El otro ejemplo es Miguel Ángel Mancera. Un buen académico que no tenía ninguna experiencia en el servicio público, pero que pasó de ser el abogado de la ciudad a ganar, por amplio margen, a unos contendientes bastante mediocres en la capital, las elecciones para jefe de Gobierno en 2012. Desde entonces hemos sufrido su muy mal desempeño, pues igual que Luis Videgaray llegó a aprender a gobernar.
En lo que no le ha ido mal es en los negocios: dueño desde siempre de un modesto restaurante de pequeña fama llamado “Los Bísquets de Obregón”. Según el sitio de Aristegui Noticias “… desde hace al menos cinco años aparece en la lista de las franquicias de mayor crecimiento en el país…la empresa de la familia Mancera se ha convertido en una cadena de cafeterías y restaurantes, con presencia en 12 estados del país y 75 restaurantes en operación en el Distrito Federal, el Estado de México, Guanajuato, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Michoacán, Morelos y Puebla”.
Además junto con los hermanos Luis y Julio César Serna han administrado una serie de innovadoras formas de recaudación, que evita la corrupción en el sitio, pero se vuelve opaca en la rendición de cuentas, tal es el caso de las fotomultas y la nueva manera de verificar los autos en la ciudad.
Estos dos casos son una muestra de que ser político en México es muy rentable, sobre todo por la cercanía al poder y a los verdaderos empresarios, quienes ven en los políticos amateurs un terreno fácil para deslumbrarlos con un poco de dinero.
Ninguno de nuestros políticos actuales tiene una carrera intachable en su actuar público, todos tienen algún negocio que los marque, desde el Presidente con la Casa Blanca, hasta AMLO con los segundos pisos del periférico y de ahí para abajo, los ejemplos sobran.
Hace unos días escribí que, según el análisis de George Friedman, México podría ser una potencia mundial para 2100, incluso para hacerle frente a los Estados Unidos; tengo la esperanza de que así suceda y éste momento es el más propicio para sentar esas bases.
¿Cuál debería ser la primera acción de un estadista en la Presidencia? Procurar que en el país hubiera un mínimo de pobreza y maximizar la riqueza de cada mexicano; dedicarse a buscar que las próximas generaciones tengan mejores oportunidades de empleo y garantizarles un futuro sin problemas económicos.
Esto sólo se logrará si los políticos se concentran en administrar la enorme abundancia de México para los mexicanos y evitar a toda costa que los empresarios los convenzan de hacer negocios que sólo beneficiarían a unos pocos.
Pero no, los políticos mexicanos no piensan en las próximas generaciones. Ahora mismo piensan en el dinero que ganarán cuando tengan un cargo de elección popular, desde el regidor más chiquito hasta el Presidente, y junto a ellos sus equipos, todos quieren que nuestro dinero sea su dinero. Ya tenemos ocho gobernadores priistas sujetos a proceso, ¿necesitamos más ejemplos?
Sí se puede avanzar a un futuro promisorio. Ahí está el caso de la Alemania Democrática que se levantó de 1990 a la fecha, en sólo 27 años; o Singapur en 35 años, o Corea del Sur, que también lo ha hecho en tan sólo 30 años. ¿Por qué no vamos a poder hacerlo nosotros? Se necesita un estadista y seguro lo podemos encontrar.