Las buenas conciencias mexicanas están en la mayor de las locuras. Locas por evitar toda excitación del uno por la otra, de la otra por el uno, del uno por el otro, de la otra por la una y de todos por las quimeras. Salen a las calles llenas de euforia conservadora a gritar consignas contra los degenerados y enfermos, que se atreven a reír y disfrutar del sexo libre, y vivir su vida como se les da la gana.

¡Viva la familia, mueran los maricones!

¿Sabrán ellas del sentido de la suavidad en la boca o el cariño que sólo una lengua húmeda y ágil puede proporcionar; o quizá algún día habrán soñado (aunque al despertar corran al confesionario) en un buen comienzo nocturno o mañanero donde el chupar con la punta de la lengua alguna mucosidad, hará que la noradrenalina ponga en éxtasis a todos los sentidos?

Probablemente no

Y por lo tanto tampoco sabrán del profundo placer de cosechar la primera gota vaginal o peaneal y saborear el gusto de su hombre, mujer o quimera y del   recorrido con la lengua en toda la extensión de los órganos reproductivos, de arriba para abajo, de abajo para arriba, sin detenerse hasta dejar el rastro de la saliva en la piel de los órganos reproductivos como bien lo sabía Salomón.

¡O probablemente sí!

Y con mayor énfasis y perversión, diría el maestro Freud. Pero debajo de la sotana, dentro del confesionario, en la sacristía, en el salón de clases del colegio confesional de legionarios, en el armario o closet del cuarto de la familia natural (como dios manda) pecando a todo gusto con el permiso del Papa jesuita argentino.

El problema de las religiones o del mito de dios, no es el mito de dios (que ya de por sí es una total tontería), sino la falacia del desasosiego (del mito, es decir dios) sobre los actos de los pobres y estúpidos mortales, que nada saben sobre el cómo hacer uso del cuerpo (ahí les van unos mandamientos para que se porten como me da la gana)

 ¡Reverenda estupidez!

Coja con permiso y con la bendición del mito, y coja sólo para hacer más seres humanos (aquí aparece Thomas Robert Malthus para decir ¡ya no coja somos que muchos, porque la economía no da para todos!)

¡No coja con placer!

Luego entonces no les diga a los infantes imbéciles e inocentes, que se coge con el pene, la vagina o el ano y menos lo diga en el libro de texto que pagamos con nuestros impuestos, porque es pecado dictaminado desde la Curia de la Ciudad de México según Norberto (muera el artículo tercero porque nos quita el derecho de parter famila a decidir sobre la conciencia de nuestros hijos tontos).

Con la Iglesia nos hemos topado Sancho; con los imbéciles medievales nos hemos topado. Para colmo de una sociedad que usa el internet y sabe que la Luna no es de queso, ni los niños se hacen con amor sino con lujuria; si, con loca y vil lujuria en la que se grita de placer hasta llegar al orgasmo, cosa que se supone ignoran los obispos.

Si, ahora sí, me queda claro porque estos imbéciles creen que el fin del matrimonio es la reproducción.