“No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”, ha dicho bien Camilo José Cela. Dormir o joder, ahí está el dilema.

Encontrarse con la monserga tecno-jodedora de tener 20 o más claves de distintos matices y formas a las que estos informáticos de pacotilla (hackers mugrosos e indignos y gentuza del nuevo poder cibernético) nos obligan, sólo para no quedarnos fuera de la vida bancaria, la información de internet, el uso del celular, las páginas calientes, Instagram, Facebook, twitter, google+, el registro ante el SAT, el Wi-fi de cafetería, institución pública o de mi propia casa y hasta algunos diarios de circulación nacional.

Nada que ver con poner un disco (sí, poner un disco y no usar la pésima acústica del iphone como hacen mis amigotes) para escuchar las sonatas D 568 y 968 de Franz Schubert, interpretadas por András Schiff.

Hay de mundos a mundos y el actual es de grosería. Vivimos atrapados en el conservadorismo de formas insulsas e intrascendentes, en donde la exigencia se convierte en falta de respeto sólo porque la masa se regocija en el excremento de la imposición del nuevo imperialismo de las imágenes.

Desde la frase idiota que afirma que una imagen dice más que mil palabras (algo así como tirar a la basura el Quijote, la Montaña Mágica, Doktor Fautus, Crimen y Castigo o los Hermanos Karamazov) hasta la nueva costumbrita de los alumnos que no dejan de ver los mensajes de WhatsApp,  mientras el maestro de Derecho Constitucional se desgarra explicando qué carajos es la facultad exclusiva del Senado de la República para aprobar o rechazar los Tratados Internacionales que celebra el Presidente de la República. Pues sí, en este País donde el cretinismo es el trabajo más redituable, a quién carajos le importan los Tratados Internacionales, ¡ni siquiera a los Senadores!

Y la cosa no queda ahí, la nueva comunicación ¡miserable comunicación! Se ve reducida a parlar con una grabación, que “amablemente” le pide a uno apretar botones para preguntar lo que no se quiere preguntar o con chamaquitos o chamaquitas (para usar el nuevo lenguaje de género tan de moda) de un call center (qué difícil es decir centro de llamadas) que no entienden la lengua de Castilla.

¡Con la Edad Media nos hemos topado Sancho!

En lugar de transitar a una nueva ilustración, como quisiera Habermas, estamos metidos en el neoconservadurismo de la justificación de la ignorancia: “las tesis neoconservadoras que han encontrado gran eco público están pensadas para justificar la forma vital originada en la modernización capitalista. La planificación ideológica que para ello se prevé la ha acuñado Peter Sloterdijk en la fórmula: nada de reflexión y valores sólidos

Ante ello; la nueva realidad exige una nueva razón teórica, no como saber privilegiado que haya anulado lo aprendido, sino como acción integradora. Aquí es donde la reflexión filosófica nos obliga a encontrar fórmulas que permitan superar el oscurantismo posmoderno, para señalar la irracionalidad de este  conservadurismo que deja uno dormidos, mientras otros siguen jodiendo.