Con el título ?Labastida revela roces con Zedillo?, el director del periódico Excélsior, Pascal Beltrán, publicó el 3 de julio una entrevista realizada al ex candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa, con el motivo aparente de hacer un recuento sobre cómo ese órgano político perdió la Presidencia de la República en el año 2000.

Aunque para algunos el ex secretario de Gobernación habló a destiempo, lo cierto es que habló muy a tiempo. Justo cuando está por elegirse al próximo dirigente nacional del PRI y dentro de un contexto que vuelve a dibujar un horizonte complejo para el partido en el poder.

La entrevista, lejos de tener una intención nostálgica, sirvió para recordar uno de los momentos más dolorosos para el PRI. Un partido que, desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) y, no se diga, de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), fue víctima de la casa presidencial.

El ex candidato ?de manera inusual? habló de manera directa. Tal vez, como nunca lo había hecho. Y aunque pocos o casi nadie entendieron el significado de sus palabras, la verdad es que la entrevista pareció ser una advertencia.

La esencia del trabajo periodístico está contenida en una sola frase: ?Zedillo tenía interés en que el PRI perdiera la Presidencia de la República?.

Labastida recurre luego al detalle para reafirmar esta intención: ?En 1997, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados? el PRI llevaba 70 años en el poder y tres décadas de malos resultados económicos?.

Para elegir al candidato a la Presidencia en el año 2000, ?se eligió una estrategia equivocada. Se puso el acento en una competencia interna entre cuatro precandidatos? yo, como secretario de Gobernación, y el presidente del partido le advertimos a Zedillo que eso iba a quebrar financieramente al PRI, el partido se iba a dividir y lo iba a afectar electoralmente? el presidente desestimó nuestras opiniones?.

Labastida llama ?roce? a lo que era ya una ruptura con el presidente de la república. Zedillo, con ese estilo vitriólico, cáustico que tiene cuando está enojado o habla a sus adversarios, mostró al candidato el desprecio profundo, fóbico, que siente por el partido que lo llevó al poder.

?En el PRI ?le dijo Zedillo a Labastida? están los que no sirven. En la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores están los que no sirven?.

En alguna ocasión pregunté como periodista a un funcionario que había formado parte del gabinete de Zedillo que lo describiera como político y ser humano, y me respondió: ?¿Ya leíste la biografía escrita por Gregorio Marañón sobre el emperador Tiberio?? Zedillo es eso: la Historia de un resentimiento.

Efectivamente, así se comportó y relacionó Zedillo con el PRI. A partir del odio, el rencor, pero sobre todo a partir de la ingratitud. Todo aquel que vive aborreciendo su origen paga con la traición a quien le hace un favor. Dicen los psicoanalistas que se trata de un mecanismo para compensar sentimientos de inferioridad.

Después de una elección en 2015 en la que no le fue bien al PRI, en que la primera fuerza política nacional necesitó del Partido Verde para no perder mayoría en la Cámara de Diputados; en un momento en que hay un claro rechazo de la ciudadanía hacia los partidos y cuando el PRI requiere ganar la mayor parte de las 12 gubernaturas que se disputarán el próximo año, antesala de la elección presidencial, las preguntas que siguen son obvias: ¿Qué quiere el PRI para 2018? ¿Ganar o perder? En la respuesta a esas interrogantes está la clave para elegir al próximo dirigente nacional.