A cabo de leer “El arte de la investigación policíaca”, en económica edición de bolsillo, con el fin de conseguir una chamba en el Centro Nacional de Inteligencia, la Unidad de Inteligencia Financiera, la Fiscalía General de la República, o “de a perdis” como detective privado independiente.

Muchas veces me pregunté: ¿de dónde sacan dinero los maleantes para huir al extranjero y pagar con dólares sus compras diarias? (como Emilio Lozoya, Javier Duarte y el recientemente detenido César Duarte).

Este libro me dio algunas luces con el capítulo: “¿Qué hacen los delincuentes con el botín?”, donde aclara: “Muchos deportistas profesionales y artistas del espectáculo acumulan grandes fortunas, pero terminan en la bancarrota por despilfarrar en vicios, lujos y símbolos de estatus, sin ahorrar ni un centavo; no es el caso de los delincuentes, quienes invierten el dinero robados en dos grandes rubros: 1. Empresas que hagan crecer su dinero (no por temor a quedarse sin un quinto, sino porque sus deseos de aumentar sus ganancias son insaciables). Y 2. Instituciones y personas que impidan su aprehensión y les permitan seguir operando (la más común es pagar protección, a policías e instituciones jurídicas, pero también hacen cómplices a fuerzas políticas gobernantes, destinando dinero para apoyar su permanencia)”.

Todo esto lo ejemplifica César Duarte a la perfección.

El genial humorista gráfico Abel Quezada, hizo un cartón con su personaje “el charro” Matías, quien una vez quiso dedicarse al comercio informal y un amigo le recomendó que pusiera un puesto de peines, asegurando: “Los peines se venden como pan caliente”, por lo que “el charro” Matías mejor puso directamente un puesto de pan caliente. Del mismo modo, César Duarte se dijo: “¿para qué pongo a trabajar mi dinero en un banco, si puedo tener mi propio banco?” Y directamente invirtió en su banco Progreso Chihuahua. Además, bursatilizó bonos carreteros y endeudó más a su Estado, pues ninguna cantidad le parecía suficiente.

Seguramente destinó parte del botín a la protección policíaca, pues comenzó a acumular órdenes de aprehensión desde el 2017 y apenitas lo acaban de apañar, poco antes de que aterrizara el avión que llevara al “Peje” a los Estados Unidos.

Sobre su inversión en fuerzas gobernantes destinó una buena suma al Partido Revolucionario Institucional, para garantizar la complicidad de una presidencia emanada del mismo grupo que benefició a Peña Nieto (y no solo con dinero propio, sino robando salarios).

En el capítulo titulado: “¿Cómo detener a los maleantes?”, el libro señala: “Los delincuentes nunca tienen un plan B. Confían en que sus inversiones les garantizarán una impunidad perpetua. Basta que se les caigan sus alianzas protectoras y entonces se facilita echarles el guante”.

Esto me recordó al ex diputado Antonio Tarín García, ex Director de Administración y Finanzas y ex presidente del Comité de Adquisiciones y Servicios de César Duarte, quien alguna vez corriera como gallina decapitada por los pasillos de San Lázaro y se escondiera en el despacho del entonces recientemente fallecido Carlos Gerardo Hermosillo Arteaga, cuando la policía fue a buscarlo.

“El Arte de la investigación policíaca”, quizás por haber sido escrito muchos años atrás, no contempla la inversión que, a su vez, hacen algunas fuerzas poderosas en delincuentes que aún no han sido vinculados a proceso, como es el caso en México de empresarios y el crimen organizado, quienes sostienen a Felipe Calderón (dinero, desde mi punto de vista, tirado a la basura, pues en cualquier momento “Borolas” puede terminar crudo en una celda, y no precisamente de “el Torito”).